"Yo lo que quiero es que un gobierno me dé la televisión. Ahí está el poder". La frase es de cuando Pablo Iglesias se hacía hueco en las tertulias. También decía que "el hecho mismo de que haya medios de comunicación privados es malo para la democracia", de lo que se deduce que el sillón que le molaba era el de TVE. Porque aquí no vamos a dudar de que el ahora vicepresidente es un demócrata.
"Lo importante es tener el BOE". Eso es lo que cuentan los excolaboradores de Aznar que motivaba al entonces líder de la oposición cuando trataba de cumplir su más público deseo: "Márchese, señor González". Cuando lo logró, en 1996, el Boletín Oficial del Estado pasó a abrir cada día a toda página con que "España va bien". Y todos le creímos, porque el BOE no miente. Hasta el punto de que nadie reparó en la letra pequeña de las concesiones a la Gürtel, que también las publicaba ahí.
"Montesquieu ha muerto", anunció sin arrobo alguno Alfonso Guerra en 1985. Era su modo chulesco de arropar en argumentos de autoridad historicista la reforma de la Ley del Poder Judicial que impulsó el primer Gobierno socialista. Tantas ganas le tenía aquel PSOE a darle la vuelta a las togas heredadas de la Transición que, en lugar de reforzar la democrática separación de poderes, lo que hizo fue someterla a su capricho. En la abrumadora mayoría absolutista de más de 200 diputados había que buscar la legitimidad popular de aquello. Si alguno se movió, la Historia lo enterró en fosa común junto al filósofo gabacho. Porque dejó de "salir en la foto".
Cuando lo de Aznar y lo de Guerra, el destape sucesivo de cloacas acrecentaba la peste. Pero han pasado los años y las tormentas ácidas de nuestras redes sociales han cambiado el efecto: los escándalos de hoy ya no acumulan montañas de mierda con los de ayer, ahora el nuevo diluye al anterior.
El ministro Marlaska habita, pues, un entorno político que hoy exige mucha menos expertise en la táctica palabrera que antaño. De ahí que sus balbuceos para ponerle un celofán bonito al detritus de su última semana hayan sido un fracaso.
Pero a quién le importa. Juez y parte del Gobierno de ahora, jefe de la Poli y del ordeno y mando militar a la Guardia Civil, el exjuez tiene la tele, el BOE y la toga, los tres poderes de la nueva normalidad.