Nos hemos librado del confinamiento por dos calles. Apostados en el puente de Ventas, coches de policía controlan las entradas y salidas. En la calle Alcalá se han salvado los números impares: desde esta acera pareciera que la RDA quedara solo a un paso de cebra. Hemos caído del lado afortunado del barrio. En Las Colmenas hay alivio, pero no triunfalismo, así que ya remojamos nuestras barbas. Los vecinos acarrean bolsas de la compra colmadas de bienes básicos. También yo: un saco de comida para perros y un palé de cocacolas. Lo primero es lo primero.
A esta hora están reunidos Sánchez y Ayuso en la sede del gobierno regional. Después dan una rueda de prensa: “Hemos venido a ayudar”, proclamará entonces el presidente. Como esos maridos que se ufanan de ayudar mucho a su mujer en casa, que es una forma de echarse flores y a la vez de dejar claro que las tareas domésticas son atribución propia de la parienta. Por si no se hubiera entendido bien, Sánchez lo explicita en la frase siguiente: sanidad y educación son competencias de las comunidades autónomas. A él no le pidan cuentas.
“Hemos venido a ayudar”. La sentencia es de una perfección áurea. Fíjense en el verbo elegido: venir. “Venir” indica un desplazamiento desde lo lejano hacia acá. El presidente vive en Madrid pero elige unas palabras que podría pronunciar junto al mandatario de un país extranjero asolado por una catástrofe: “Hemos venido a ayudar”.
Todo en su discurso está medido para representar Madrid como la alteridad. Y también fuera de su discurso: la puesta en escena, con un fondo de banderas de España y Madrid dispuestas de manera alterna y a la misma altura, evoca más una cumbre de dos estados que una reunión entre el presidente del país europeo con los peores datos de covid-19 y la presidenta de su región más afectada por la pandemia.
Sánchez se la tenía guardada a Ayuso desde el mes de marzo. “Madrid no se cierra” decía entonces la mandataria popular, tratando de obtener ventaja ideológica en un penoso juego de culpas. Como si no supiera que Sánchez ha hecho del rencor su mejor virtud política y que con él solo puede competir en negligencia. Ahora es Ayuso la que cierra Madrid. Y el presidente viene a ayudar.
Tras el encuentro, los telediarios y los periódicos han abierto sus ediciones con titulares que hablan de “acuerdo” y enfriamiento de las hostilidades entre las dos administraciones. Pero no hay quien se lo crea. La guerra será descarnada y la incompetencia parece asegurada. Tal vez debí comprar más pienso y más cocacola.