La afición socialista por planificarnos el futuro no tiene límites. Su origen está en el dirigismo de los planes quinquenales soviéticos, que establecían el número de zapatos a producir y consumir por millones de rusos durante los siguientes decenios.
Por supuesto, eliminado el mercado, cualquier parecido con la realidad fue mera coincidencia.
El pasado 31 de marzo, el BOE publicó un rimbombante Plan Nacional Integrado de energía y clima 2021-2030 en el marco de la nueva ley de transición energética. El plan establece que en 2050 desaparecerán los automóviles propulsados por combustibles fósiles.
Llama la atención la precisión de los objetivos del citado plan sobre consumo de energía, de aquí a nueve años, por parte de un Gobierno que cree poder cuantificar consumos complejos del futuro, pero es incapaz de contar cosas sencillas del pasado.
Aún no sabemos el número de fallecidos por la pandemia en España en los últimos quince meses, por ejemplo.
El escritor inglés Jonathan Miller relata, en un divertido artículo en la revista The Spectator, su experiencia como cliente de un coche eléctrico de una importante marca japonesa.
El precio, que no es poco, gira en torno a los 40.000 euros (un utilitario de primera clase vale el doble). Si bien, gracias al dinero de los contribuyentes, se obtiene un bono de 7.000 euros.
Ni qué decir tiene que la mayoría de los contribuyentes que ayudan con 7.000 euros disponen de menos recursos que los adquirientes del nuevo y costoso coche eléctrico.
Veamos esta experiencia de adquirir un coche eléctrico.
El vendedor dio un plazo de entrega al Sr. Miller de doce meses, que al final fueron catorce.
Cuando intentó cargar la batería de litio, se vino abajo la carga eléctrica de su domicilio, de modo que no podía cargar el coche a la vez que encendía la lavadora o la placa eléctrica de la cocina.
Poco después, nuestro sufrido comprador hizo un viaje al campo y se aseguró, mediante una app, del suministro de recarga de la batería. Sorpresa: llegó y no funcionaba.
Miller entró en pánico y soportó la gran bronca de su esposa. Miller dice también que aquello puso en peligro su matrimonio. Luego tuvo que desplazarse a un punto lejano, en otra autopista, para recargar el coche. Lo que le llevó cuatro horas.
De vuelta a casa consiguió, después de dos meses, que la compañía eléctrica incrementara el contrato de luz (que se paga, aunque no se consuma) y una nueva instalación de cable eléctrico de mayor sección.
Le ha costado un pico. Pero ahora ya puede cenar y cargar la batería del coche al mismo tiempo.
Miller planeó un viaje de diez horas y, debido a la búsqueda de suministro y al tiempo de recarga, tardó dieciocho.
Ignora la razón, pero el hecho es que las baterías de litio corren riesgo de incendio por causas desconocidas.
Miller ha intentado cambiar la pila de litio por otra iónica. Algo que no ha sido posible hasta el día de hoy.
El caso es que las autoridades, por los incendios de las baterías, recomiendan que el coche no se guarde en el garaje, pues el fuego se extiende al resto de coches y de la casa.
Por si fuera poco, la sobrecarga de fricción en los frenos (que sirven para recargar la batería) ocasiona un alto riesgo de que estos dejen de funcionar.
El señor Miller afirma que ha leído en la prensa estadounidense que “muchos propietarios de coches eléctricos han recibido el aviso de que no aparquen el coche en el garaje. Cientos de ellos han iniciado acciones judiciales contra las marcas exigiendo una indemnización".
El futuro no está escrito y es posible que el automóvil eléctrico vaya ganando aceptación conforme se resuelvan estos problemas técnicos de tiempo de carga y suministro.
La clave está en que el Gobierno deje de intervenir y permita el avance tecnológico y el equilibrio del mercado, sin coste para el contribuyente.
Yo, de momento, soy como el 98% de los españoles (la demanda de eléctricos en España fue del 2% en 2020) que todavía preferimos combustibles fósiles para no padecer la experiencia anteriormente descrita.
"El problema hoy con los coches eléctricos es que uno debe sufrir el coste de ser un pionero" dice Miller.