Lo grave no son los indultos, sino la retórica con que se justifican. Como la razón real no se puede decir (que son para que se mantenga en el poder Pedro Sánchez), se pasa a decir otras razones. Que, ya puestos, también son para que se mantenga en el poder Sánchez.
Se hace imprescindible un comentario sobre la trepidante mente de los sanchistas. Esos que hace año y medio estaban en contra de los indultos a los políticos independentistas condenados, como Sánchez, y ahora están a favor, como Sánchez.
Y, como Sánchez, sin explicar el cambio. Sólo siguiendo a Sánchez y tirándose por los barrancos con Sánchez. Muchos son intelectuales, académicos, politólogos, pero no consideran necesarias las explicaciones. Ningún presidente ha desnudado tanto la consigna de Follow the Leader. Los sanchistas lo siguen, en efecto, en pelota picada.
Ahora se ha vuelto a lo grande a la premisa identificada por David Jiménez Torres en su libro 2017. La crisis que cambió España, que sustentó la Transición y que con el golpe independentista de 2017 se refutó. Tal premisa sostenía que los nacionalistas nunca rebasarían cierto límite institucional, que a pesar de sus proclamas se mantendrían en último término dentro de la ley.
El recorrido de Jiménez Torres en su libro es deprimente porque desmenuza el error, todos los errores. Su conclusión es diáfana y pesimista. Pero la realidad, ya fuera de su libro, ha dado un paso más, que es el que estamos viviendo. Manuel Arias Maldonado lo ha definido bien: hay quien “sigue razonando como si el ‘procés’ no hubiera tenido lugar”. Se trata ahora, a conveniencia del Gobierno, de desaprender la lección más importante que hemos aprendido en cuarenta años.
Aparte de las indigentes argumentaciones de Sánchez (perdón por el pleonasmo) sobre la “revancha” y la “venganza” en que supuestamente se funda el cumplimiento de las condenas, está su afirmación de que el golpe se lo dieron los independentistas al Gobierno del PP y no al Estado. Afirmación que inmediatamente se han puesto a repetir los sanchistas barranqueros.
Esto es lo grave. Que al final, como siempre en el sanchismo, se trata de dividir a la sociedad española entre buenos y malos. De no tener ninguna noción institucional solvente, sino sólo soez cortoplacismo ventajista. Los indultos en realidad dan igual (todo lo que tiene que ver con los presos para mí no es más que una cuestión folclórica). Es esto lo que no da igual.
Por no hablar de su llamamiento a la “concordia”, que es concordia con los suyos y discordia, cruda discordia, con los demás (también dentro de Cataluña). La clave del sanchismo, en esto heredero del zapaterismo: una retórica de la concordia diseñada para la discordia.