Los intentos de un amago de gobierno mundial de la semana pasada ya tienen un país que los da por prematuros. Se llama Suiza y está pensando en compensar con subsidios estatales a las 250 multinacionales con sede social en el país que se verían afectadas por el impuesto de sociedades de al menos un 15% que acordaron los países del G7.
Lo que no impide que Suiza sea un país serio, con un gobierno a la altura de las circunstancias, y decidido a firmar como el que más ese Acuerdo. Pero hay que ser comprensivos: debe preocuparse por su cantón de Zug, pobrecito, donde el impuesto de sociedades es del 12% (en otros 17 cantones más de los 26 que forman la “Confederación Federada” el impuesto no llega al 15%).
Las grandes crisis llevan a estos intentos de gobierno mundial (el anterior tuvo lugar en plena crisis financiera, con motivo de la reunión del G20 en abril de 2009, y el recién investido Obama desplegando sus encantos, mientras Michelle llevaba cogida, ¡Oh Dios mío, el protocolo!, por el hombro a la Reina de Inglaterra).
Decía Voltaire que “si ves a un banquero suizo tirarse por una ventana, salta tú también: seguro que es una nueva forma de ganar dinero”.
Pero también a intentos de “confederarse” mínimamente (siquiera sea en el terreno fiscal) aunque el país que tiene una constitución con título de trabalenguas (Constitución Federal de la Confederación Suiza) tenga tan a gala su autonomía que se resista en lo supranacional a lo que tiene tan bien articulado en lo cantonal.
Una articulación, por cierto, que para nosotros quisiéramos en España, donde la “confederación sanitaria” sobrevenida durante la Covid-19 no funciona ni la mitad de bien que allí.
Y todo desde la abdicación por parte del presidente del gobierno de lo que son sus únicas competencias en materia de salud (está en discusión si esa renuncia fue en enero o en junio de 2020) lo que ha convertido el Ministerio de Sanidad en algo superfluo. Los suizos al menos se lo ahorran dándole sus competencias al ministro del Interior.
Decía Voltaire que “si ves a un banquero suizo tirarse por una ventana, salta tú también: seguro que es una nueva forma de ganar dinero”. ¿Por qué no imitar a los suizos también con los políticos?
No se lo van a creer, pero ¡ni presidente del gobierno tienen! ¡Y solo siete ministros! (aquí contando a Sánchez son 23) ¡Qué placer! ¡Qué frugalidad! Pero, sobre todo, ¡qué ahorro de decibelios! Con que un ministro presida por turno las reuniones del Consejo, como en Suiza… Al fin y al cabo, para las funciones de representación ya hay un jefe del Estado…
Hay que ser comprensivos: Suiza debe preocuparse por su cantón de Zug, pobrecito, donde el impuesto de sociedades es del 12%
Ya sé, ya sé, que para eso habría que modificar la Constitución, pero de ensoñaciones volterianas también se vive…
Mientras el G7 afilaba sus garras fiscales, tan bienintencionadas y acertadas como complicadas de poner en práctica, se publicaba que el “cash-flow” de las 500 empresas que forman el índice S&P 500 de la Bolsa estadounidense habrá superado en el primer trimestre de este año 2021 la cifra récord de 500.000 millones de dólares.
Es natural que haya sido así ya que con la reapertura de los negocios tras la fase aguda de la pandemia toda la demanda embalsada durante los meses de cierre ha salido a la superficie, aunque la subida del precio de las materias primas y de los salarios hará difícil el que ese ritmo de subida de los beneficios se pueda mantener. Salvo saltos de productividad que, según nuestra hipótesis, se producirán.
Curiosamente, la cifra de liquidez que la Reserva Federal (el banco central de EEUU) ha tenido que drenar del sistema financiero la semana pasada también fue récord y también superó los 500.000 millones de dólares (fue de 547.808 millones el viernes) con lo que se constata de nuevo que a los bancos de EEUU les pasa ya lo que a los europeos, que no tienen demanda solvente para prestar todo el dinero que les llega, aunque esa liquidez tan abundante mantiene boyantes las Bolsas, con el mencionado índice S&P 500 batiendo sus máximos históricos previos. La última vez, el viernes.
Una abundancia de liquidez que inunda los mercados y permite jueguecitos tan “simpáticos” y poco edificantes como los que se están produciendo con uno de los valores “de broma” que cotizan en Wall Street.
Se trata de AMC, la gran cadena de salas de cine de EEUU, que se puso de moda en enero gracias a los inversores activistas que se confabularon en la red social Reddit para hacer subir su cotización y la de otros valores castigados por los “especuladores” de los fondos de inversión libre (hedge funds).
El último de esos juegos se produjo hace dos semanas cuando la empresa AMC decidió ampliar capital y anunciar que los que suscribieran las nuevas acciones tendrían palomitas gratis cuando acudieran al cine en alguna de sus salas. La cotización subió como la espuma…
Son tiempos de activismo que se pueden premiar con palomitas o con carteras ministeriales… ¡Qué más da!
La subida del precio de las materias primas en términos anuales ha retrocedido algo en las últimas semanas, contribuyendo a que la histeria de la inflación se haya contenido. Tanto es así que, a quienes hemos hecho activismo de la “inflación transitoria” desde hace muchos meses, empiezan a asaltarnos las dudas, con tanta unanimidad de mercados y bancos centrales.
En línea con ese apaciguamiento de las expectativas, el índice de consumidores de la Universidad de Michigan dice que el miedo a la inflación se ha reducido en junio. Y, a la vez, también dice que la gente está reduciendo sus planes de compra de coche, casa y electrodomésticos ¿Por qué? ¡Por las subidas de precio!
¿Volverá el activismo contra la carestía? No hay que descartarlo. Es un poco pronto para saberlo.