Folio en blanco. ¿Lo de siempre? ¿Naderías? ¿Iniquidades gubernamentales de a peso? ¿Progreces? ¿Lo uno por lo otro?
No me gusta el futbol (ya, irrelevante). Pero el lunes estuve pendiente del partido que enfrentaba a España contra Suecia en la Eurocopa. ¿La razón? Después de la insumisión a la progrez de las selecciones de Hungría (vade retro), Croacia y no sé si alguna más, la duda estaba en si la española iba a hincar la rodilla ante la corriente de revisionismo culpabilizador occidental, o no.
Finalmente, los futbolistas españoles permanecieron en pie. Quizás porque como dijo un día antes el árbitro del partido Inglaterra-Croacia respecto a la negativa a arrodillarse de esta última selección, entre los jugadores croatas lo de ser respetuoso con la diversidad racial va de suyo. Por otra parte, si en Inglaterra se sienten culpables de racismo y por eso se arrodillan, que sea la penitencia para los que pecan y que al resto los dejen en paz.
“Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico: la presidencia de Obama en Estados Unidos y la de Zapatero de la Unión Europea" (Leire Pajín, ministra socialista, astróloga y quiromante).
Qué pena, Iván Redondo, no haber previsto un escenario similar para la cumbre de la OTAN. No haber preparado el terreno para ese paseo de ¿20 segundos? No haber copiado alguna escenografía en la que Pedro Sánchez fuese, no sé, ¿John Fitzgerald Kennedy? ¿Martin Sheen en El ala oeste de la Casa Blanca? No crear una secuencia como ese paseo de nuestro presidente por Times Square en Nueva York, en formación en uve con sus hombres de negro. Algo que no fuera tan penoso como lo que vimos el lunes.
Si al final la política se ha convertido en pura propaganda y en ese arte la Moncloa anda sobrada, qué tristeza, Iván Redondo, no habernos evitado el bochorno de la irrelevancia mendicante del presidente de nuestro país.
Así que risas sí. Pero vergüenza también, y mucha. Y preocupación, porque aunque la cumbre de Davos (a la que Sánchez profesa tanta devoción) y sus cosas del 2050 haya pronosticado que en breve los Estados Unidos dejarán de ser primera potencia mundial, España, frontera sur de Europa, no se puede permitir (y menos en el marco de la OTAN) aparecer ante el resto de aliados casi como una pedanía de San Marino.
Y dice ahora la ministra Arancha González Laya (de victoria en victoria hasta la derrota final), que antes del paseo/soliloquio de Sánchez con Joe Biden hubo treinta minutos en los que ambos mandatarios (y todos los que están la OTAN y tapan a Sánchez en la foto de familia) pudieron departir amistosamente mientras arreglaban el mundo, así, de tú a tú.
No sé si son ya peores las imágenes (de las que mañana nos habremos olvidado) o las explicaciones. La política internacional es una cosa muy seria, y me temo que en la Moncloa y en el palacio de Santa Cruz no lo han entendido.
Acabo con lo de Colón. No con la retirada de sus estatuas en Colombia, sino con la concentración del domingo en contra de la concesión de los indultos a los golpistas.
Hay quien dice que fue inútil. Otros, que contraproducente. Reconozco que, a pesar de mi acendrado sentido del ridículo, he ido a unas cuantas manifestaciones y concentraciones a lo largo de mi vida.
A esta no fui porque no pude, pero lo hubiese hecho. Creo firmemente que la democracia no se ejerce sólo votando cada cuatro años y que privarnos de expresar nuestra indignación, nuestro hartazgo o nuestra desesperación, por escrito o pacíficamente en la calle, siempre es un error.