Las interpretaciones usuales hablan de un Sánchez sádico y sin piedad que castiga a quienes más lo ayudaron: Calvo, Ábalos y Redondo en la última remodelación del Gobierno, que algunos han llamado carnicería.
Yo creo que no se alejan de la realidad. Aunque la realidad es múltiple, y (aunque parezca mentira) Sánchez también. Así, a Sánchez lo recorre una corriente subterránea, como a todo. Motivaciones ocultas que tal vez no sean perceptibles ni por el propio Sánchez, pero que operan.
La nueva interpretación que propongo, simultánea a la anterior, es la siguiente: Sánchez ha querido premiar a quienes más lo ayudaron. Y el mayor premio que Sánchez intuye, tal vez a espaldas de Sánchez, es liberar de Sánchez a sus más próximos; en especial a quienes más lo sufren, es decir, a sus ministros.
Para los que vemos desde fuera la tostada que es Sánchez, su engorroso narcisismo, su dificultosa relación con la verdad, su presencia de maniquí engolado, no podemos sino agradecer al Altísimo (no confundir con Sánchez) que nos haya librado de su compañía.
La célebre frase del pesimismo griego, que recordaba el joven Nietzsche, de que lo mejor era no haber nacido y lo segundo mejor, si se ha nacido, era morir cuanto antes, podría aplicarse al caso. Lo mejor es no haber sido ministro de Sánchez y lo segundo mejor, si se es ministro de Sánchez, es dejar de serlo cuanto antes.
Calvo, Ábalos, Redondo, y de paso Celaá, Campo, Laya, Duque y Uribes ya tienen su premio. Han alcanzado lo segundo mejor, tras el contratiempo inicial. Ya están libres de Sánchez. El universo volverá a ser un sitio no moldeado únicamente por el careto (aproximadamente de cartón, cuando no de piedra pómez) de Sánchez.
Y eso lo intuye ese Sánchez secreto, subterráneo, que he postulado al principio. Escogió sustituir a los más cercanos, junto a un grupito extra de camuflaje, para premiarlos con lo mejor que él les podía dar.
Algo tan bueno, por cierto, que ese Sánchez oculto le querría regalar también a Sánchez. También este sabe, ocultamente, que lo mejor es no haber sido Sánchez y lo segundo mejor, si se es Sánchez, es dejar de serlo cuanto antes.
Aunque aquí la cosa está más complicada, por el irreprimible deseo de Sánchez de persistir en su ser, siendo por encima de cualquier cosa Sánchez. Deseo que le impedirá hacer la remodelación perfecta de su Gobierno, que sería aquella en que fuese cesado Sánchez.