Valencia tiene algo especial para el PP. Para bien y para mal, transmite sensaciones. Y las que ha irradiado este domingo las resumían algunos de los asistentes al mitin de la Plaza de Toros en dos palabras: "Hemos vuelto".
Valencia ha resucitado la mejor versión de Pablo Casado y ha enterrado -veremos por cuánto tiempo- al político enfurruñado que se desfonda cada miércoles en el Congreso lanzando golpes al aire en sus enfrentamientos con Pedro Sánchez.
El mayor acierto de Casado en Valencia ha sido mostrar a los españoles que, debajo de la mayoría parlamentaria que lo deja en off side un día sí y otro también, hay un magma que empieza a asomar en el asfalto: el de esa marea que pide cambio. Y que hay un desgaste palpable del Gobierno que no ha corregido la revolución de julio. En absoluto es "anecdótica" la pitada a Marlaska en Córdoba, como trató de justificar el interfecto.
A ese agotamiento, Casado dedicó una de sus mejores frases: "No se trata de planchar de noche, sino de cambiar el Gobierno".
Pero donde mejor conectó con el ambiente el líder del PP fue en su defensa de la libertad frente a los discursos que te dicen el colegio al que debes llevar a tus hijos, los espectáculos a los que tienes que asistir o qué debes o no debes comer.
Casado hizo un discurso en defensa de la autonomía personal, reclamó más sociedad y menos Gobierno y se dirigió a "la izquierda" con este mensaje: "Saquen sus manos de la educación, de la economía, de la moral, de la historia y de nuestras vidas". Y en esa línea prometió "el mayor ejercicio de recuperación de espacios de libertad que se haya hecho nunca en España".
El problema con el que tiene que convivir Casado es que su discurso de presidente llega con dos años de adelanto. Hasta 2023 le toca ser Sísifo: cargar con la piedra cada día hasta la cima para ver cómo, al final de la jornada, rueda por la ladera y acaba de nuevo en el fondo del valle. Y cuando llegue 2023, veremos dónde está cada cual. Habrá que ver si entonces el volcán sigue activo y, en caso de ser así, si es capaz de canalizar la lava o se derrama sin control por más de un cráter.
Pero Casado no tiene otra alternativa. Quedarse de brazos cruzados no es solución. Y habida cuenta de que es imposible que él y Sánchez lleguen a otro acuerdo que no sea renovar el consejo de RTVE, ha elegido el camino de Don Quijote, guerrear, convencido de la máxima cervantina: "Las feridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan".