Ya propuse una vez trasladar la celebración de la Fiesta Nacional al día del sorteo de la Lotería de Navidad. O sea, a hoy. Me mantengo en mis trece: es el único día del año en el que todos los españoles aparecemos (o parecemos) felices en las fotos y en las imágenes.
El 12 de octubre y cualquier otro día en el que, a escala nacional, regional o local, estamos llamados oficialmente a festejar algo todos juntos son, en la práctica, días de amargura, división, críticas y mal rollo. Unos dicen que no tienen nada que celebrar, otros fustigan la forma en que se celebra y aquellos de allí protestan y abuchean a los celebrantes. Unas veces son los mismos, otras veces son diferentes. El caso es que no hay una sola fiesta colectiva del gusto de todos, y todas suponen un disgusto para la mayoría. Incluso para los indiferentes, que ya de partida tienen un mohín de disgusto.
Sin embargo, hoy todo el mundo va a aparecer contento, riendo, abrazándose y brindando en los telediarios y en los digitales. Todos los afortunados en el sorteo, claro, y sus amigos, vecinos, familiares y compañeros de trabajo. Nunca se observa tal unanimidad festiva en las pantallas y, ya digo, habría que aprovechar tal derroche de felicidad para colar hoy, con buen ojo, la celebración de la Fiesta Nacional.
Quienes no juegan a la lotería refunfuñan o se mantienen distantes en sus asuntos, pero la cosa no pasa de ahí. Quienes juegan y no ven un euro en el sorteo, se resignan con rapidez y pasan página (o ventana, que se dice ahora), esperando mayor fortuna en el sorteo del Niño. Y los políticos, que ya no se ahorran su cotidiana contribución al mal ambiente ni en pleno agosto, callan por un día. Qué alivio.
Pero a ver qué pasa hoy. Pedro Sánchez ha tenido la pésima idea de convocar precisamente hoy la conferencia de presidentes. ¿No podría haber sido ayer o mañana? Nos va a estropear el día porque, con acuerdo o sin acuerdo, van a volar dagas y vituperios (tal vez, tacos también) y vamos a acabar todos riñendo por la noche. Menos mal que la conferencia es por la tarde y tenemos, como mucho, hasta la hora de comer para celebrar lo que haya que celebrar. Con mascarilla y con distancia de seguridad, de eso no hay duda, ya lo veremos.
Celebrar la Fiesta Nacional el día del sorteo de la lotería tendría también un fuerte sentido conceptual. La vida pública y la vida política españolas tienen ya mucho de sorteo y de lotería. Hagas tú lo que hagas, compres el número que compres, votes lo que votes, nunca sabes a ciencia cierta lo que te espera.
Creías tener el Gordo y resulta que no te ha caído ni la pedrea, porque el bombo ha girado y girado y te toca apechugar con que el partido que ha ganado y al que has votado se pone al día siguiente a gobernar con el partido al que expresamente no quisiste votar. Bueno, o que gobierna el que ha quedado segundo con el cuarto y el quinto. ¿No es eso una lotería? Las urnas dan más vueltas que los bombos.