La cursilería de Unidas Podemos no tiene techo, aunque esté hundida en la arcilla de la Historia. Esa que estratificaron personajes como Jean-Paul Marat, santo del eterno partido europeo de la masacre. Hay una obscena pintura de Jacques-Louis David en que se le ve, heroico, tomando su último baño de sangre. La suya, en cualquier caso. Al fin. Él, como los fanzineros del Terror, amasaba un discurso que ensalzaba la condición de ciudadano como la morbosa capacidad de ser ajusticiado en el límpido artilugio que el doctor y diputado Joseph Ignace Guillotin promovió. Pureza revolucionaria.
La cursilería es hoy antesala de estulticia, teñida de florecillas y buenos sentimientos: "cosas chulísimas". Se podría resumir en un conjunto kitsch. Mi lista de cursilerías contemporáneas la integran un plato de El Bulli, una monarquía de opereta o el perrito de Paris Hilton. Los consejos de Paulo Coelho para la vida feliz, la psicología en general, la elección de sexo o una copa de champán con fresita dentro. Sin embargo, el feminismo podemita, con su sensibilidad legisladora LGTBI, corona una cima política de lo cursi.
Se destapa ahora pasando de puntillas sobre el crimen ruso. Disimuladamente, cubierto por una gasa de palabras huecas aunque afiladas. Es esquizofrenia política cargada de veneno. La letal fórmula que en pleno siglo XXI sigue excitando al progresismo enrollado, nunca imaginativo hasta el punto de Robespierre. Mi generación nunca imaginó una época tan arrostrada cuando se trata de la ficción ideológica (culmen de la imbecilidad, tal y como apunta el filósofo Maurizio Ferraris). Ni siquiera en los libros escolares, en las letras de Loquillo o en los tebeos underground.
El postrero botón cursi lo escuchamos de Irene Montero e Ione Belarra, recientes arengas que engordan la grosera mezcolanza de asuntos con las que su partido ha intentado embaucar al personal. En especial a las mujeres, tratadas como problemas, como muñecas rotas en lugar de individuos complejos. El ansia ordenancista (legislación de la entrepierna) y autoritaria (la realidad es como yo la pienso, no como realmente es) de las señoras ministras es a lo que conduce el feminismo dominante.
El discurso, actualidad obliga, pasó en esta ocasión por Ucrania y la necesidad de diplomacia "porque el feminismo es paz". Entendiendo que para ellas dicha "paz" condensa una obscena equidistancia respecto a quienes en estos días les caen las bombas rusas encima. Bonita manera de entender la igualdad entre invasores e invadidos.
Yo imagino que el podemismo debe ser tan atrevido como agotador. En todo caso, el voluntarismo le permite hablar de cualquier tema porque tiene ideologizados hasta los juguetes de la prole, los cuerpos desparramados en las calles de Kiev o los huevos para la tortilla. Ante la masacre ucraniana no recuerdo haber oído a Unidas Podemos decir que la igualdad se ha visto transgredida por marcharse las mujeres y quedarse los hombres en el frente. Como así debe ser, por otra parte.
El neofeminismo diluye su presunto pacifismo en identidades fuertes. Así, se explica la invasión rusa y la resistencia ucraniana como una guerra entre hombres blancos. Y no es que las ministras justifiquen la muerte de nadie, aunque los mentados sean odiosos machos caucásicos. Es peor: su discurso justifica la caída de toda una nación, pasada por la artillería del imperialismo ruso. Quizás se deba a la nostalgia soviética del podemismo, representada hoy por Vladímir Putin.
El último 8-M ha sido feminista y pacifista. Además de impúdico, si tenemos en cuenta ese desdén hacia la vida de los muchachos sólo por el hecho de serlo. Esta gente organiza sus cuatro ideitas entre las sombras de la sospecha (hombres, malos por definición) y un recalcitrante y cansino sentido de la existencia (¡a empoderarse, hembras!). Son como generales que mandan a su infantería a la melancolía y a la tristeza. Cobra sentido, y no precisamente pacífico, esta frase de una canción que han entonado las militantes moradas en el Día de la Mujer: “El machito corre ya, ha empezado la cuenta atrás”.
La agenda de Unidas Podemos (queer y woke) incorpora así, como novedad, los ecos del No a la OTAN y la neutralidad. Eufemismo que encubre el sempiterno antiamericanismo. La historia del pacifismo es un compendio de cínica imparcialidad respecto al imperialismo comunista, el de China y la URSS, y de histérica sensibilidad en relación con la defensa militar de las democracias liberales. El podemismo sigue idéntico juego con motivo del expansionismo ruso actual. Quién lo hubiera dicho, Putin convertido en bandera de su revoltillo ideológico.