Caesar non super grammaticos ("el césar no está por encima de los gramáticos"). Esto respondió el gramático Marco Pomponio cuando el jurista Ateyo Capitón pretendía que Tiberio, por su condición de emperador romano, se encontraba por encima de las leyes de la gramática: "Señor, V.M. podrá conceder derecho de ciudadano a los hombres, pero no a las palabras. El césar no está por encima de la gramática".
Es verdad que referirse a Pedro Sánchez como césar sea quizás excesivo. Pero la práctica de adaptar a gusto las palabras para justificar su política, obviando los conceptos, va en la línea de legislar sobre aquello que no puede.
Cuando, además, la arrogancia del personaje está en proporción directa a su ignorancia, entonces las pretensiones de este nuevo Tiberio crecen sin obstáculo en proporción directa a su necedad.
Porque resulta que ya no es que no pueda conceder derechos ciudadanos a las palabras, sino que es lo único que hace. El césar Sánchez, apoyado en la muleta parlamentaria y gubernamental podemita, sólo legisla sobre palabras sin medir las consecuencias reales en el terreno de la realpolitik de esos mismos cambios.
Un ejemplo claro lo tenemos en la ley trans. Ley que reconoce derechos, o pretende hacerlo, sobre una realidad imposible, que es la del cambio de sexo. La disforia de sexo es un trastorno por el que un sujeto humano sexuado se percibe como perteneciente a un sexo distinto al que pertenece en realidad (si es varón se percibe mujer y si es mujer, se percibe varón).
La operación de "cambio de sexo" no es posible, siendo el sexo una categoría definida bioquímicamente que no es susceptible, en el caso humano, de cambio o transformación.
Sin embargo, el Gobierno de Sánchez, a través de una de sus ministras, Irene Montero, tiene la pretensión de que con el cambio verbal, llamándole mujer al varón (o varón a la mujer), también se produce el cambio real. Y las leyes tienen que atender a ese cambio verbal (con pretensiones de realidad) cuando no hay tal realidad. Cuando no existe la posibilidad de que un varón se transforme en mujer ni una mujer en varón.
La disforia es un trastorno, en efecto. Pero, de nuevo operando un cambio sobre las palabras, el Gobierno quiere que todos finjamos que no hay tal trastorno, que no existe (como no existiría el daltónico si fingimos que el verde es rojo y el rojo, verde) y que demos por bueno un cambio cuando no lo hay.
De la misma manera, Yolanda Díaz habla de un "cambio de paradigma" a propósito del mercado laboral al llamar a los contratos temporales "indefinidos" sin que exista un cambio real que permita reducir la tasa de paro en España para que deje de ser la más alta de Europa. Como si por llamarle "contrato indefinido" la realidad laboral cambiara realmente en España.
En definitiva, un césar, el emperador Sánchez, que gobierna sobre las palabras, haciendo cambios verbales, retóricos, pero simulando cambios reales Y todo ello adornado con más palabras.
Parole, parole…