Ha dicho Àngels Barceló, en una entrevista con El País, que los periodistas jóvenes somos "un poquitín flojos" y que "nos equivocamos de profesión". Que no sabe qué nos pensamos "qué era esto del periodismo" y que "las noticias no tienen horario".
Y es curioso que lo diga una de las grandes privilegiadas del periodismo patrio. Alguien que ni siquiera acabó la carrera, que a los 20 años empezó a cobrar de la radiotelevisión pública catalana y que lleva décadas ganando un pastizal.
Mari Ángeles (como le llama Carlos Herrera) quiere riders del periodismo. Yonquis de la información a precio de saldo, monjes del cuarto poder con voto de pobreza y castidad. Quemar a un becario detrás de otro para que le hagan la labor de zapa y luego ella brillar delante del micrófono amarillo.
Se ve que a la directora de Hoy por hoy le ha salido la vena neoliberal o comunista. Ideologías que, aunque opuestas en fines, en lo que a reventar currantes se refiere comparten medios.
Dentro de dicha entrevista, no faltó, por supuesto, su poquito de victimismo: "He vivido situaciones incómodas. Mujer y joven es igual a objetivo para los hombres". Le faltó preguntarse, remedando a su compi de charía, Gloria Calero, que qué nos pasa a los hombres.
Pero volvamos al tema de las galeras y el látigo. Me gustaría haber visto a Mari Ángeles abriéndose camino en el oficio a partir de 2010. Cuando ella acabó (es un decir) sus estudios, allá por la década de los 80, salvo que fueras un inútil de baba, te hacían un contrato donde cayeses de prácticas.
Que firmes un contrato hoy como periodista, salvo que sea de colaborador, es más difícil que encontrar un futbolista sin tatuajes. Ya digo que habría que ver a Barceló como autónoma, colaborando en cuatro medios a la vez, para sacar apenas 1.000 euros mensuales. A ella le hablas de autónoma y se piensa que te refieres a su universidad barcelonesa.
Esta señora no deja de ser representante de la izquierda caviar catalana, junto a Gemma Nierga, Carlos Francino, Andreu Buenafuente y compañía. Tampoco vamos a llevarnos las manos a la cabeza por sus hipócritas declaraciones: va dentro de su militancia.
El sistema de estos reyezuelos de las ondas, mientras dan lecciones morales, es aprovecharse de la ingenuidad romántica y guerrillera de los corderitos recién salidos de la facultad.
Barceló llama flojos a los jóvenes periodistas que nos quejamos de los horarios de la profesión. Alertas de última hora, llamadas fuera de jornada, irte a la cama preparando la previsión para mañana y, encima, mal pagados. Que nos quejamos de vicio, siempre lo dicen desde arriba pic.twitter.com/6shAsdscne
— Borja Rodrigo (@Borjarodrigo) May 26, 2022
Son los mismos (si no, colegas de su cuerda) que imparten clases donde les comen el tarro a los chavales con lecturas de Ryszard Kapuściński y Gabriel García Márquez para que luego estos, creyendo que el periodismo salvará la democracia o algo así, se traguen todo el barro por sus queridos directores. Así funciona la rueda.
Para Barceló, yo debo ser flojo doblemente: por plumilla joven y por andaluz, gaditano para más inri. Y a mucha honra, que para eso me pego mi siestecita diaria y me bajo antes de almorzar al bar o a casa de la abuela (según me pille) a echarme mi copita de manzanilla con un platito de queso o de chicharrones.
A mí, esta señora no me ofende en absoluto. De hecho, le tengo que dar las gracias por ponerme la columna a huevo. Y, además, para algo uno se trabaja a pulso la fama de golfo y canalla. ¡Como para que vengan a llamarte periodista ejemplar y trabajador abnegado! Quita, quita, aparten de mí sus elogios.
Y es cierto, las noticias no tienen horarios. Pero los periodistas, como cualquier trabajador, sí. A mí no me busquen de 15:00 a 17:00 ni los fines de semana: estoy viviendo.