Tengo que reconocer que, a pesar de mi formación cuadriculadamente científica, algo de corazón de poeta llevo en mis genes; por ello, cuando escuché por primera vez la palabra Metaverso la relacioné con un poema filosófico.
En realidad, imaginé una especie de mezcla divina entre las Rimas de Bécquer y una excelsa prosa de Borges abordando algún tema elevado. Pues no es eso. Los metaversos son entornos donde los aburridos humanos interactuamos a través de uno o varios avatares. En otras palabras, un ciberespacio metafórico del universo real.
De cualquier manera, no era muy descabellada mi interpretación literaria: el origen del Metaverso está en una novela de Neal Stephenson publicada en 1992 (Snow Crash), donde se inventa un universo cibernético basado en la realidad.
El avance tecnológico en la recreación audiovisual, debido fundamentalmente al desarrollo de la industria de los videojuegos, ha hecho posible la generación de mundos virtuales con lograda tridimensionalidad que cada día nos asombra un poco más. Ya se habla de experiencias donde a la tercera dimensión se le va agregando el sentido del tacto y el olor.
Con gran celeridad se está creando un mundo paralelo donde podremos ser otras personas, con otras profesiones, gustos diferentes y varios puntos suspensivos. Si no me equivoco, cosa que puede ocurrir por aquello de no ser una inteligencia artificial que solamente almacena datos, la experiencia primera o quizá la más exitosa hasta el momento ha sido la plataforma —para ser preciso, la comunidad virtual— “Second Life”.
Esta especie de mundo virtual fue lanzado en los albores del siglo XXI. En él sus “residentes” pueden “vivir” una experiencia paralela a la realidad que incluye: interactuar con otros residentes, establecer relaciones sociales, participar en acciones a nivel individual o grupal, comerciar con propiedades virtuales y hasta ofrecer servicios. Las posibilidades son enormes y van desde emparejarte hasta construir “objetos” que puedes vender.
Por supuesto, existe una moneda en la que se efectúan todas estas transacciones. Aunque las estadísticas no son fiables los residentes en Second Life parecen superar los 10 millones. Sin embargo, todo apunta que una gran cantidad de esas cuentas residentes -prefiero llamarlas así- están inactivas, por el simple hecho de que para moverse con todas las posibilidades en la comunidad virtual se necesita potencia tanto en hardware como en software.
He de decirte que “vivir” allí no es del todo gratis; darte de alta, sí. Pero si quieres adquirir una “parcela”, ya tienes que empezar a desembolsar dinero. Existe la opción de alquilar una propiedad a los dueños de los “terrenos”, mas al no existir una regulación, tu “casero” te puede “echar” y pierdes el dinero —pequeños inconvenientes de la no-ley—.
Evidentemente, muchos han olido el potencial de negocio y la vida cultural de Second Life es intensa: exposiciones, conciertos y todo tipo de performances. Es curioso que varias agencias de inteligencia han estado husmeando lo que por ese mundo ocurre, según se supo cuando Snowden filtró sus documentos secretos.
Ya es vox populi que Facebook se ha montado en ese tren creando Meta. Al tener una infraestructura más sólida y global, se prevé que, una vez resueltos los problemas de desarrollo tecnológico necesarios, sea quien se establezca como mundo alternativo para nuestra dura realidad.
Pero ¿hacia dónde va el Metaverso?
Más allá de la evasión patente, las aplicaciones pueden ser infinitas. Por ejemplo, la creación de universidades virtuales donde los estudiantes residentes tengan posibilidades de interactuar con sus compañeros de curso, trabajar en proyectos conjuntos, intercambiar recursos, irse a una cafetería, dar un paseo y disfrutar de una obra de teatro. Todo ello sin desplazarse de la habitación y con una experiencia de 360 grados, pudiendo ser una oportunidad soñada para globalizar la formación.
Por otra parte, el impacto en la economía digital es otro de los valores a tener en cuenta. Se dice que en la medicina puede tendrá una repercusión importante que va desde el campo de la psicología hasta el diagnóstico precoz de enfermedades.
Lo real es que está aquí y seguirá desarrollándose. Su éxito rotundo dependerá de si logra una simulación en 3D que nos aporte la sensación de presencialidad en el mundo virtual. Y, por supuesto, de la interconectividad que se consiga. Luego de la pandemia que aún padecemos los humanos estamos muy entregados a todo aquello que nos pueda hacer “vivir” al máximo.
En resumen, el Metaverso nos dará posibilidades de experimentar otras opciones de vida, algunas soñadas, otras que simplemente nos resulten curiosas. Pero somos seres humanos: dados a replicar, replicaremos los mismos problemas del mundo real. ¿Sabías que ya ha se ha denunciado una violación en el Metaverso?
Aunque quizá sea hasta deseable que traslademos nuestra cara B al mundo virtual y limpiemos de maldad el universo real. Tal y como me decía Federico Liberatore, profesor de Informática y Matemáticas de la Universidad de Cardiff, cuando hablábamos del tema: “Lo que ocurre en el Metaverso, en el Metaverso se queda”.
Mucho resta por ver en este sentido. Es probable que tus hijos se licencien en una carrera exitosa denominada “Creadores de mundo”. A mí realmente me preocupa que con el Metaverso dejemos de mirar hacia arriba y nos perdamos, entre otras muchas cosas, una puesta de Sol.