¿Fue un concierto o un karaoke? ¿Regresa el fantasma del playback, que también salpicó a Madonna (The Blond Ambition Tour, 1990, Estadio Vicente Calderón)? ¿Es un fundamentalista rockero el crítico de El País si piensa que el show de Rosalía en Madrid fue más un karaoke que un concierto porque no había músicos? “Esto lo hago pa' divertirme, pa' divertirme...”, parece rapear Rosalía, con el verso de Residente (44).
“Andrés, me acabo de encontrar con Rosalía y su novio en una cafetería. Les he hablado de TAPAS… ¿Les ofrezco salir en portada los dos?” Tres días después del primer concierto me escribe una compañera para que dé luz verde a una cover a dúo, Rosalía (28) y Rauw Alejandro (29). Luz verde. La cafetería es HanSo, en la calle del Pez 2 en Madrid, el pasado jueves a las 19.30. El representante está con la gestión.
A las 8.07 del miércoles 20 escribí en Twitter, “No deja de inquietarme ir a ver a Rosalía y no ver a ningún músico ni a un DJ”. En el mensaje cité a Highxtar, el portal de cultura callejera de Spainmedia fundado por César Castro, que es para Rosalía y para sus seguidores un referente.
Cuatro horas después Fernando Neira, crítico musical de El País escribía en Twitter algunas consideraciones sobre Motomami: “¿En qué momento de la historia decidimos considerar que un espectáculo sin un solo músico es un concierto? Esto estaba inventado ya de antes y tiene otro nombre: karaoke”.
El mensaje disparó la polémica y también mis recuerdos. Tuve la oportunidad de cubrir en el MIDEM de Cannes para la segunda vida del diario El Sol el lanzamiento mundial del karaoke como invento. Recuerdo bien el escepticismo de la prensa ante el formato que tantas y tantas buenas fiestas ha dado a compañeros de trabajo, y a Teddy Bautista defendiéndolo a capa y espada como nueva fuente de ingresos para las sociedades de gestión. Aceptamos el invento como un negocio marginal, pero ahora se sabe bien que nos equivocamos porque el karaoke forma parte de la cultura popular. ¿Alguien se acuerda de la maravillosa escena de Lost in Translation en el karaoke? Pues eso. ¿Es karaoke lo que hace Rosalía? Sí y no, y lo que es definitivo: poco importa.
Tres disparos más o menos certeros aparecen en el hilo de Twitter que incendió la polémica. Se define el espectáculo como “Sarao poligonero”, que lo entiendo, pero no le veo yo connotaciones despectivas. Se apunta que los bailarines, por cierto excelentes, sólo eran hombres y que en 85 minutos de espectáculo no se entendió ni una sola palabra de lo que cantó o lo que dijo, excepto cuando gritó “Madrid” (eso es cierto).
Estoy en desacuerdo con los que alimentaban el hilo del tweet bajo el lema, “la música murió” en los setenta, pero a mí me pareció un espectáculo construido para la pantalla vertical del teléfono móvil, para ser retransmitido por Skype o para ilusionar a los premios MTV. O para ofrecerse como candidata a la Superbowl 2023. Ni más, pero tampoco menos.
Qué Rosalía tiene mucho talento es indiscutible. Que la sociedad está muy necesitada de referentes de empoderamiento femenino, también. Pero debería tener muchísimo cuidado con los halagos, que adormecen mucho más que el peor de los opiáceos.
La mejor crónica postconcierto quizá fuese la foto en el camerino de Pedro Almodóvar, Rosalía y Belén Esteban. La imagen retrataba la modernidad, la vida Fabrik y el trap del polígono elevado a la máxima potencia, y la “cultura” de la celebridad de Mediaset y su España cañí 3.0. ¿Coincidieron en el camerino? ¿Fue la Esteban con Almodovar? ¿Saldrá en su próxima película?
El espectáculo, producido por Live Nation, dejó afónicos a los asistentes. Sólo algunas manifestaciones del entretenimiento pasan al estadio de la cultura popular y muy pocas (y algunas de las que han pasado podríamos revisar si merecieron hacerlo) quedan en el Olimpio de la cultura. Sinatra entretenía, The Beatles entretenían, Rosalía entretiene.
Si a mí no me entretiene, poco importa, si a ti te gusta. Si pasará o no al Olimpo de la cultura del pueblo no se puede saber ahora. ¿Si te recomiendo comprar tickets para el espectáculo? Desde luego, pero solo si los discos te han hecho vibrar anteriormente. Si es así, ir con coletas al concierto puede ser el mejor look.