El ministerio de Igualdad ha puesto en marcha una campaña en respuesta a unas declaraciones del cantante José Luis Cantero, conocido artísticamente como 'El Fary', en una entrevista en TVE en 1984. Es muy difícil que ningún texto de opinión iguale en fuerza editorial a este escueto enunciado informativo. Pero nos pagan por intentarlo. Así que vamos allá.
Han pasado cinco años desde que Hollywood nos mostrara a Dustin Hoffman haciendo la compra mientras cuida de un niño en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979). Una secuencia rompedora en ese momento. Explíqueselo usted a la Generación Z.
Quién sabe si con esa imagen en el subconsciente, Cantero decide realizar la que es su gran aportación al pensamiento occidental contemporáneo. El dibujo de un biotipo masculino que empieza a asomar en las grandes ciudades. En los supermercados, para más señas. El “hombre blandengue”.
Siempre he detestao al hombre blandengue. (…) También he podido analizar que la mujer tampoco admite al hombre blandengue. Además, la mujer es muy pícara. Valga el sentido de la palabra. (…) La mujer es granujilla y se aprovecha mucho del hombre blandengue. No sé si se aprovecha o se aburre. Entonces le da capones y todo. Porque es verdad. Por eso digo que el hombre debe de estar en su sitio y la mujer en el suyo (…) La mujer necesita ese pedazo de tío ahí. Al hombre blandengue le detesto. Ese hombre de la bolsa de la compra y el carrito del niño con el coche… me parece bien. Pero ya te digo que la mujer abusa mucho de eso de la debilidad del hombre.
La imagen del spot es en 4:3 y con efecto celuloide desgastado. Lo que se pretende guiño estético termina siendo el certificado del gran problema del empeño: está contestando a un testimonio de la España de hace casi cuatro décadas.
Un chico en camiseta de tirantes llora. A continuación, desfilan ante nuestros ojos varios hombres que intentan dormir niños, cuidan señoras mayores, hacen camas, ceden el primer apellido de su familia a la mujer, se levantan de la cama porque un bebé llora. Para cuando volvemos al chico de la camiseta, su llanto es todavía más desconsolado. La voz en off nos dice que “cada vez somos más hombres blandengues construyendo una masculinidad más fuerte. Más sana”. Aparece un chico negro que abraza a nuestro protagonista.
Las campañas institucionales han llegado allí donde Benetton y Oliviero Toscani estaban hace 30 años. No es descartable que en la próxima nos pidan devolver la cinta Beta rebobinada.
Es difícil establecer qué resulta más irritante. Si las administraciones públicas metiéndose hasta en el salón de casa con el dedo índice enhiesto para decirnos cómo debemos ser (“¡Dé usted los buenos días! Campaña para la generalización de las normas de cortesía”) o la imagen grotesca que nuestros gobernantes tienen de la sociedad a la que sirven.
Todo lo que muestra el spot está asumido por el grueso de la ciudadanía desde hace décadas. El subrayado de lo elemental es lo que levanta suspicacias. Pero ¿por quién nos toman?
Hemos seguido comiendo “pezqueñines” entre guiños de complicidad con los camareros. Así que es posible que nuestra propensión a seguir los dictados de nuestros queridos próceres deje algo que desear. Esta manía de hacer lo que nos dé la gana y obrar según creamos oportuno y conveniente.
Pero esta vez no cabe hablar de sensación de ser pillado en falta cuando se ve el anuncio. Es posible que no llevemos el pelo teñido de rosa, como uno de los tipos que aparece en el spot. Pero hace ya varias generaciones que las actitudes por las que aboga la campaña están asumidas como se asumen las cosas: con naturalidad, sin aspavientos de niño que quiere llamar la atención de sus padres sobre sus habilidades.
No es novedad. El discurso del entorno del Podemos originario –sus dirigentes y también su corte dentro del periodismo y el espectáculo- ha dejado traslucir varias veces la creencia de que, fuera de Malasaña, España entera es el Casa Pepe de Despeñaperros.
Todos los gobiernos pasan. Llegarán veladas nostálgicas para echar la vista atrás a aquella etapa inolvidable en la que las ocurrencias podían terminar en el BOE. “¿Os acordáis cuando contestamos a 'El Fary'?”.
Déjalos que caminen como ellos camelen.