Cada vez es más difícil encontrar argumentos en favor de la monarquía. A los monárquicos les ocurre como a los cristianos, su discurso resulta prolífico en los "beneficios" que depara el sistema, pero conmovedoramente escaso en los motivos para creer en él. La Casa Real sobrevive en España porque su razón, ¡su única razón de ser!, anida en la permanencia del mayor régimen de libertades que nos hemos dado.
Muchos de los monárquicos en España lo son como podrían ser luteranos si fuera un pastor protestante quien garantizara esa paz social. Nos han robado, nos han humillado y han levantado la realeza sobre algo tan absurdo como un polvo (el resto de los polvos, que han sido muchos, no tienen que ver con esto).
Es el caso de José María Aznar, que sólo encuentra un motivo para declararse monárquico, la continuidad histórica de España. Le respondí: "Entonces, es usted un republicano que no puede serlo". Se rio, pero no me lo negó. O el de Cayetana Álvarez de Toledo, que describe provocadoramente la monarquía parlamentaria como el formato que mejor salvaguarda los tradicionales valores republicanos.
La república de los presuntos republicanos de hoy no le convencía ni a Julio Anguita, padrino de todos ellos. Les recordaba lo de Gabriel Celaya, que no dieran "cuerda al recuerdo", y les pedía que lanzaran una república nueva, que el andamiaje de la tercera no fuera el de la segunda, que centraran los esfuerzos en levantar un sistema que amparara por igual a la izquierda y a la derecha.
Convencido de las palabras de Anguita, fui a ver a Luis María Anson. Quiso darme clases de monarquía en una mesa camilla. Pero suspendí estrepitosamente. No le vi ningún sentido a todo aquello. ¡Qué manera de saquear a sus súbditos! No sé qué tal nos habría ido con tu amado don Juan, Luis María, pero miro las fotos de Juan Carlos y me echo a temblar.
Ahí, en ese retrato, están todas las razones que hacen imposible apoyar una monarquía en abstracto. La impunidad, la mentira, la incapacidad para pedir perdón. Recibió todo el poder de Franco y lo entregó, es cierto. Sin ese gesto, quizá viviríamos en un país subdesarrollado. Pero la Historia no pesa en el presente. Nosotros no vivimos aquello. Y la política, como el fútbol, es resultadista. Encuentre un monárquico puro (sin contar a los pragmáticos) de menos de 40 años. Hagan la prueba.
Si hay un culpable de que la monarquía agonice, es Juan Carlos I. Si el republicanismo propuesto por la alternativa no fuera tan barato, estaríamos en una situación abierta. Es don Juan Carlos quien ha debilitado el sistema, aunque luego otros utilicen sus desbarres como gasolina.
La prueba que reafirma esta teoría nace de la propia Casa Real. La operación para reforzar a Felipe VI consiste en dibujarlo como un antónimo de su padre. El cielo y el infierno. La honestidad y la mentira. El derroche y la contención. La responsabilidad y el jolgorio. El saber estar y la campechanía. Todo es un continuo Barça-Madrid.
Yo soy republicano. Pero republicano de verdad. Romántico y paciente, sueño con la república que nunca existió. La que dibujaron Marañón, Ortega, Baroja o Pérez de Ayala.
Debido al dolor que me supone traicionar la razón, busco argumentos para apoyar la monarquía mientras conspiro para que llegue la verdadera república. Viendo el documental Salvar al rey (y tanto que lo salvaron) encuentro uno.
[La mirada fulminante de Letizia a Juan Carlos y Sofía en pleno funeral de Estado de Isabel II]
Fueron la reina Sofía y sus hijos desde Madrid a Toledo para dar una sorpresa a Juan Carlos, que se había ido a cazar. Abrieron la puerta de una habitación y se lo encontraron de aquella manera. Sofía viajó a la India con sus hijos. En la maleta, la intención de marcharse para siempre. Su madre, que estaba allí, le respondió: "A una reina su marido no le es infiel. Y si lo es, no se da cuenta". Sofía regresó a Madrid. Y hasta hoy.
De chaval no lo entendía. Me parecía que Sofía se humillaba sin motivo. Pero su sacrificio escondía cosas tan relevantes como estas. Lo hizo para que reinara su hijo, lo hizo por ejemplaridad (mal entendida o no), lo hizo porque creía que era lo mejor para un país que no era siquiera el suyo.
Si Juan Carlos I ha hecho todo lo posible por dilapidar el legado que él mismo levantó, Sofía ha hecho todo lo posible por protegerlo. Gracias a ella vivimos como vivimos hoy. De una manera republicanamente impura, pero al fin y al cabo más republicana de lo que hubiera acontecido con la llegada de la república alternativa en aquel momento. Así que, doña Sofía, que viva usted muchos años, mi reina republicana.