A un líder en la oposición hay que exigirle que diga lo evidente, lo concreto. Que el cielo es azul y que las cuentas no cuadran, poco más. De lo abstracto que se encarguen los pintores y los espacios diáfanos para los arquitectos. Lo mismo que el realismo mágico es para los escritores y los políticos latinoamericanos, y precisamente ese fue todo el problema: tratar de trasladarlo a las Cortes patrias, porque de ahí nacen todos los populismos.
Sánchez no ha sido capaz de responderme en el Senado por qué va a derogar la sedición por mandato de la minoría independentista y si va a rebajar la malversación, mientras ignora a la mayoría de españoles que le pide modificar la ley para no beneficiar a los agresores sexuales. pic.twitter.com/0ug1WV9ss4
— Alberto Núñez Feijóo (@NunezFeijoo) November 22, 2022
Por eso Pablo Casado ya no lidera el PP, porque le pidieron que inventara escenarios, idiomas, ideas… Para eso que hubiese presidido cualquier otro partido, qué sé yo: Podemos. O Vox. Un líder de la oposición lo único que tiene que decir es la verdad: aunque esa incómoda realidad sea que no les dan los votos para una moción de censura por mucho que a ellos y a más de medio país (incluyendo a varios votantes socialistas) les gustase. Y eso es lo único interesante que dijo Alberto Núñez Feijóo en el Senado en su cara a cara contra Pedro Sánchez. Una verdad castellana, es decir, lisa, parca y áspera como el sayal de un penitente.
Pero como el líder del PP es gallego, terminó con retranca la oración y le soltó al presidente del Gobierno que la próxima vez que se viesen en el Congreso de los Diputados sería el día de su investidura.
Ya sólo esperan estos cara a cara en el Senado los politólogos para cotizar hasta las próximas elecciones municipales de mayo y los suscriptores de Netflix desde que no hay nada interesante en el catálogo. Al resto de la sociedad le da absolutamente lo mismo lo que se digan el Gobierno y la oposición, sobre todo porque los segundos no tienen los números suficientes para hacer nada al respecto.
Por nosotros como si se escriben cartas de amor. Sólo queda esperar a que pase la legislatura, a que caiga un meteorito o a que Irene Montero termine de dinamitar la seguridad y la emancipación de las mujeres volviendo al sufragio universal masculino porque no dejó que ningún jurista le revisase la ocurrencia. Y después Pedro Sánchez anunciará que la ministra dejará el Gobierno y a cambio la nombre fiscal general del Estado. ¡Ay, Lola!
El Senado, en el último cara a cara entre Sánchez y Feijóo, volvió a ser un páramo yermo con preguntas aburridas y respuestas más aburridas aún, que es lo que lleva pidiendo este país desde el 15 M. Que despidan a esos asesores de comunicación que eran cómicos reconvertidos en escritores de discursos después de que ‘El club de la comedia’ dejase de pagar bien.
Volvió a ser una sesión para adultos donde las verdades fueron espesas. La oposición diciendo lo evidente: que el caballo de Santiago es blanco, que la sedición y la malversación deberían ser líneas rojas y que no le daban los votos para presentar una moción de censura que acabe con esta agonía gubernamental.