En un acto de esos de autobombo que suelen organizarse cuando la situación flojea, varias señoras de Podemos arroparon a la ministra Irene Montero. Parece que el desaguisado con su ley del 'sí es sí' es mayúsculo. Si pretendía proteger a las mujeres maltratadas o violadas, el efecto de su ocurrencia legal es justamente inverso. Ya algunos violadores han visto reducidas sus penas.
La cuestión aquí es la de siempre, esa sospecha de que la muchachada podemita no está preparada ni para organizar un picnic. Imagínense una ley general.
En cualquier caso, y habida cuenta del momento de debilidad, la fiesta de apoyo a Irene fue un rotundo éxito. Quizás algo endogámica, pero eso no tiene mucha importancia. En los tiempos del comunismo duro, el de los hombres grises encorbatados y gafas de pasta, los homenajes a tal o cual camarada preveían una pronta caída en desgracia del homenajeado.
Ahora, y dado el fervor vivido, uno piensa más en las celebraciones quinquenales del caudillo de España. Aquí no se va nadie ni con agua caliente, y el que se va (Pablo Iglesias) lo hace sólo como una amenaza de volver. Irse a medias.
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Ante una Montero lacrimógena, visiblemente emocionada, la periodista Cristina Fallarás, perennemente alterada en los platós, vociferó "no pasarán".
Luego, como una aparición mariana, José Luis Rodríguez Zapatero, vía pantalla gigante, citó a Lorca en defensa de la víctima Irene: "Aquellos que te han insultado representan un pasado oscuro, tenebroso", afirmó el expresidente.
Hubo estopa para la resistencia femenina (la clásica, la de la igualdad entre sexos). Ione Belarra las llamó "mujeres trasnochadas". Y, en el momento más tierno de la velada, tuvo un recuerdo precioso dedicado a Montero: "Era una magnífica compañera que siempre estaba dispuesta a compartir apuntes", a echar más horas "en trabajos en grupo".
También rememoró cuando se la encontraban por la mañana en el baño de la universidad "lavándose los dientes porque venía de un desahucio".
Como es habitual, las bellas palabras dejaron paso a ese macarrismo años 30, aquello tan estalinista de señalar al enemigo y estigmatizar el ambiente. Así, la ministra de Derechos Sociales avisó de que se estaba produciendo "la cacería más salvaje de los últimos años", protagonizada por la "derecha judicial, política y mediática".
El festejo acabó con un conmovedor "¡Aquí, hermana, está tu manada!", mientras se fundían todas en un abrazo.
Entretanto estas cosas sucedían en Madrid, otro acontecimiento tenía lugar en el universo musical, por decirlo de alguna manera. En efecto, Leticia Sabater lanzaba a las ondas el que promete ser el éxito de las próximas Navidades. Un villancico de título Papá Noel lléname el tanke, música marchosa y sorprendente coreografía.
La letra ya pone el asunto en claro: "Esta noche tú y yo nos vamos a despechugar". Y añade: "Ponte un gayumbo sexi rojo para perrear, mete un anillo en la copa y salte para chingar".
Entre escenas de la artista ataviada con liguero rojo mientras el pobre Papá Noel le practica un cunnilingus, y de otras bailarinas de bellos pompis al aire, el estribillo sentencia: "Lléname el tanke, mete la manguera para que me arranque".
Quizás el clímax del villancico llegue con "esta cenorra se está calentando, Papá Noel, tú y yo la party la terminamos a cuatro patas y chingando".
Observando ambos acontecimientos, la severa fiesta política de Montero y amigas y, por otra parte, el guateque sensual navideño de la Sabater, me inclino a pensar que la próxima guerra no será mundial, ni tampoco por el gas, ni siquiera religiosa, sino entre las mujeres.