No hay más tema en España que el Tribunal Constitucional porque Pedro Sánchez no quiere que quepa nada más.
Que nadie hable de la inflación, de que se acaba el descuento en el combustible, de que se usan los fondos europeos para hacer campaña electoral, de que hicieron perenne la mascarilla en el transporte público frente a toda evidencia científica, de que cada vez somos más pobres y menos jóvenes. De que cada vez el Gobierno ingresa más y lo despilfarra en aguinaldos. De que se alarga el hambre y se muerde la cola. No será Navidad hasta que lo digan en Moncloa, y para entonces (como mucho) hablarán del solsticio de invierno.
Es veintiuno de diciembre y, más que el año, parece que se acaba España si le hacemos caso a los que mandan.
Pero yo digo que aquí cabe mucho más, que constitucionalmente me veo obligado a decir que hay vida más allá del Tribunal Constitucional y de que Pedro Sánchez quiera meterle mano a la justicia y a cualquier organismo que quedara sin politizar. Que el veinticuatro hablará el Rey antes de cenar, que es la España que no zozobra. La de cada Navidad, porque toda Nochebuena es la misma desde que se es un crío, aunque ya no haya niños en casa.
Pero es Navidad se pongan como se pongan. Y yo escribo de este frío que sonroja tu nariz y de la castañera del Retiro de la que escribió Ruano. Cabe la nieve que aún no ha nevado, que son mazapanes desmigados con más gracilidad. Y caben villancicos y el alma limpia de los críos que todavía no saben si cuando sean mayores serán futbolistas, fascistas (por no votar al PSOE), astronautas o magistrados del Constitucional.
Cabe en mi artículo una bufanda, peladillas (que no me gustan), brindis por todo lo que tenemos que brindar, dos roscones (uno de crema y otro de nata), mis pies fríos y una chimenea que alimento de sonetos que nunca llegaré a publicar.
He encontrado una vieja zambomba guardada con ecos de unas Navidades que sonaban igual. Más allá de Moncloa hay belenes ya puestos y niños alegres por la ciudad.