El PP tiene un topo en el equipo de comunicación de Moncloa. Es la hipótesis principal que se extrae del visionado de los últimos vídeos del presidente del Gobierno queriendo pasar por uno de nosotros.
Las piezas son horribles. Pero es justo reconocer que el cesto no podía partir de peores mimbres. Pedro Sánchez tiene su punto más débil en la representación de un ser humano que destile algo parecido a la calidez. El muestrario de gestos y palabras que despliega para tal propósito no desentonaría en el escaparate de una ortopedia. Casi se agradece saber que sus compañeros de partida de petanca lo sean también de militancia en el PSOE.
La siguiente producción ha pasado más desapercibida. Es injusto. Contiene un instante particularmente glorioso. Momento de pagar el botín cultural adquirido en La Central de Barcelona.
No se entiende bien, pero se deduce del contexto que Sánchez ha debido decir algo parecido a que, contra su gusto, tardará en volver al establecimiento debido a la distancia. La dependienta, muy simpática, le dice que también tienen sucursal en Madrid. Casi se pueden ver los rayos saliendo de los ojos presidenciales. “Lo sé, lo sé”, contesta, con ese tono de voz deformado que nos sale cuando intentamos disfrazar la irritación con una sonrisa artificial.
El timing refrenda la teoría del topo. Los audiovisuales se nos presentan apenas unas horas después del Foro de Davos. Es una de esas ocasiones internacionales en las que Pedro Sánchez puede interpretar el papel de socialdemócrata exquisito en el que resulta inverosímil pasados los Pirineos. Elogios más o menos bien orientados a su gestión económica para deleite de propagadores de argumentario. Y ese inglés envidiable que le da a todo una pincelada tan resultona.
¿Por qué no estirar el álbum de fotos de la visita hasta que incluso José Zaragoza sufra de empacho? El líder socialista tiene un problema: a quién más encandila es a aquellos que no se van a ver en el trance de tener que votarle.
Ah, claro: el nerviosismo preelectoral. ¿Cómo es posible que nuestro hombre no retenga el Gobierno en ninguna de las encuestas elaboradas por los institutos privados? Dumbo empieza a crecer en las habitaciones de Moncloa y de Ferraz.
Quizá la polarización haya sido una estrategia acertada para conseguir cambiar el colchón del palacio, primero, y llegar al ecuador de su vida útil recomendada, después. Pero, a día de hoy, las señales indican que es la misma estrategia que hace muy complicado ir más allá del final de este año.
Esta tarde me he acercado a @La_Central_ de Barcelona.
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) January 19, 2023
Gracias, @salvadorilla, por 'Tríptico de la tierra', de Mercè Ibarz, y 'Paseos con mi madre', de Javier Pérez Andújar. Espero que te guste 'La Columna', de Adrien Bosc.
Qué gran placer es perderse en una librería. pic.twitter.com/PIImqwgYsK
De momento no hay cambio. Mira que el manual político indica que hay que hablar de “respeto” cuando se producen manifestaciones en las calles en repulsa a tu gestión. Se conoce que no lo tenían en La Central. De ahí que, en simultáneo a Cibeles, insistiera en el paralelismo entre esa concentración y el intento de boicot de las senectudes independentistas de unos días atrás. En el medio estaría él.
El mensaje resultaría un poquito más convincente si no hubiera ligado todo su porvenir político a los segundos. Quizá, emplear algún argumento para convencer a los asistentes resultara mejor idea que decirles que forman parte de una España “uniforme y excluyente”. (Tengo alguna duda de que “uniformidad” pueda definir el vínculo entre Ortega Smith y Andrés Trapiello).
Pongamos que, dentro de un año, Sánchez está en condiciones de presentar un balance económico tan bueno como el que airean sus heraldos más entregados. Uno que pueda cerrar el relato épico del “pandemia/volcán/guerra”.
En condiciones normales, llegado ese caso, podría aspirar a una reelección cómoda con la complicidad de una parte del electorado. Esa que quizá no esté dispuesta a votarle pero sí a echar una manita en forma de abstención.
Pero ese escenario se antoja harto complicado. Toda la acción del Ejecutivo, desde la parálisis ante los patinazos legislativos de Unidas Podemos al bricolaje del Código Penal, cabe en la misma máxima: “Gobernar para seguir gobernando”. Puede acabar resultando contraproducente. Tanto como luchar contra la jubilación política anticipada posando mientras se juega a la petanca.