¿Qué está pasando en Estados Unidos? ¿Cómo es posible que la Policía haya asesinado utilizando armas de fuego a Anthony Lowe, un hombre que sufría una doble amputación y que, con evidente dificultad, intentaba huir de los agentes? Más concretamente, un hombre negro amputado que, efectivamente, blandía un cuchillo.
El homicidio de Lowe, que tenía 36 años y dos hijos adolescentes, ha desatado, una vez más, una inmensa oleada de protestas en el país. No sólo por la barbaridad de la acción policial y por lo extraña y macabra, de algún modo, que resulta. Sino porque ya había un reguero de indignación nacional surcando el país. Ese que había ocasionado la paliza mortal de otros agentes a Tyre Nichols, de 29 años, a quien habían parado el 7 de enero en Memphis para, previsiblemente, ponerle una multa de tráfico.
En vez de eso, lo mataron a golpes.
Es verdad que este caso no es exactamente como la mayoría de los que provocan ira extrema en el país, pues en este caso los policías eran negros, como la víctima. La violencia policial es la misma, pero esta vez queda excluido el elemento racista presente en la mayoría de los casos.
La paliza a Lowe, y su muerte, se suma a un número cuando menos sonrojante, y también peligroso para el equilibrio social en Estados Unidos. Según una investigación de The Washington Post, uno de los más prestigiosos diarios del país, la policía mata a tiros a más de 1.000 personas de media cada año. El porcentaje de víctimas negras prácticamente triplica el de blancos.
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Yo he tenido la fortuna de vivir durante seis años en ese país en cuatro estados diferentes. Considero que es una gran nación llena de contradicciones en donde a uno le puede pasar lo mejor y también lo peor y, a veces, ni siquiera se distingue bien qué puede producir una u otra circunstancia. Sí, en ocasiones me he sentido discriminado por mi apariencia latina y por mi nombre, también (para los estadounidenses) latino.
Una vez sentí mucho más que eso. La policía de Miami me paró, a mediados de los años 80, porque sostenía que había superado con mi coche un semáforo en rojo. Conducía a escasa velocidad muy cerca de mi casa y no creo que sucediera eso.
En cualquier caso, tras varias comprobaciones sobre mi identidad, el agente, con toda contundencia y sin dar explicaciones, me obligó a poner las manos sobre el capó, me separó las piernas y me cacheó con todo rigor y profundidad. Después me puso las esposas, que al poco rato me dejaron las muñecas moradas. Me agachó la cabeza y me metió en la parte de atrás del vehículo policial. Después condujo, conmigo detrás, a la cárcel del condado de Dade, donde permanecí hasta que se aclaró la situación, unas tres horas después. Al parecer, mi nombre era similar al de alguien que buscaban.
Por supuesto, no hay nada que pueda justificar lo que sucedió aquella tarde. Por supuesto, no recibí disculpa alguna por la confusión y el error de la Policía. Al fin y al cabo, era un latino más. Me dejaron ir y, supongo, ese momento era para celebrarlo, podría pasar cualquier cosa allí, y no debía protestar.
Aún guardo en algún lugar la foto en blanco y negro, de frente y de perfil, con la numeración que me asignaron en la parte inferior.
Siempre me he preguntado si me habrían tratado del mismo modo si hubiera sido "blanco" en vez de latino. Los latinos también sufren una violencia policial desproporcionada en números porcentuales en comparación con los ciudadanos blancos, según el mismo estudio del Post.
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A mí no me sucedió nada grave cuando la Policía me detuvo por un problema de tráfico. Pero a Nichols lo asesinaron. A muchos otros, también. La Policía ha matado, desde 2017, a casi 600 personas después de detenerlas mientras conducían, afirma el periódico The Guardian. Resulta evidente que los estadounidenses tienen un problema con la brutalidad policial de colosal envergadura.
La muerte de George Floyd, en mayo de 2020 en Minneapolis, llevó el lema de Black Lives Matter por el mundo entero. Pero antes de que a Floyd lo asfixiara el agente Derek Chauvin con su rodilla ya se habían dado numerosos casos de violencia policial, en especial ejercida contra las minorías étnicas del país.
Después de Floyd, a quien detuvieron porque un empleado de una tienda sospechó que había utilizado un billete falso de veinte dólares, también ha habido numerosos negros muertos a tiros por la Policía. El último, un hombre sin piernas.