1. Occidente tiene que ir con todo. A Alemania le tiemblan las piernas cada vez que escucha tres palabras: guerra-contra-Rusia. ¿Qué es esto? ¿Stalingrado? Las dudas eran razonables. Pero la alternativa (cruzarse de brazos, enviar un par de cascos, botas, guantes, dejar los Leopard en casa) es tan aconsejable como sentarse y esperar a que los T-90 desfilen por Berlín.
En el último año, los polacos y los bálticos (estonios, letones y lituanos) han marcado, a fuerza de perseverancia, la hoja de ruta de las grandes naciones.
De modo que, hace semana y media, escribí con curiosidad a Linas Linkevičius, exministro de Exteriores (2012-2020) y Defensa (2000-2004) de Lituania: ¿es hora de reclamar los aviones de combate? Porque Estados Unidos y Reino Unido se cierran en banda, a Alemania le da un vuelco al corazón con plantearlo, a Francia cabe esperarla al principio o al final de la fila, según amanezca. Pero lo imposible, con Ucrania, se va materializando.
"El apoyo militar es una cuestión de supervivencia, debe continuar", respondió. "El potencial de Rusia, a pesar de sus pérdidas masivas, sigue siendo muy significativo. Las reservas de armas de fabricación soviética se han agotado en los almacenes aliados, así que es necesario que comience el suministro de armas occidentales".
P: Pero ¿qué necesita Ucrania para acabar con la guerra?
R: Liberar todo el territorio ocupado y anexionado. De lo contrario, Rusia no se detendrá. Ucrania necesita armamento defensivo y ofensivo, y no sólo carros blindados; también misiles de largo alcance y aviones de combate. La liberación de los Leopard ha allanado el camino. Ahora hay que seguir adelante, sin demora, porque Rusia se prepara para la ofensiva de primavera.
P: ¿Qué hay de las llamadas líneas rojas?
R: Es una tomadura de pelo. Hablan de líneas rojas, pero Rusia las cruzó todas, como comprobamos tras los bombardeos de Kyiv o tras las matanzas en Bucha, Irpin y Mariúpol. Las líneas están claras. Occidente no está directamente involucrado en la guerra. Los ucranianos no van a conquistar Moscú. Para ellos, la victoria es la liberación de sus tierras. La bravuconada rusa sobre la amenaza existencial o contra su integridad territorial no tiene ni pies ni cabeza. El único deseo de los ucranianos es recuperar el territorio que los rusos tomaron con agresiones y seudoreferendos.
2. Occidente tiene que prepararse para lo peor. Y no venirse abajo al primer aviso. Toda Europa contuvo el aliento tras la noticia de un misil desviado en la frontera ucraniana, con dos muertos en Polonia. Los europeos, creyentes y ateos, rezaron para que el misil no fuese ruso. Pero hay una variable que pasamos por alto: ¿cuánto rezaron los rusos?
Poco antes del accidente conversé con un importante funcionario de la OTAN. Prefiere conservar el anonimato.
P: ¿Contemplan algún escenario en el que Polonia, con o sin los aliados, entre directamente en la guerra en Ucrania?
R: Digamos que esa opción no está fuera de la mesa, aunque queda lejana.
P: ¿Qué tendría que ocurrir?
R: No quiero proporcionar una descripción concreta de ese escenario. Siento dejar la pregunta vagamente respondida. Pero un ataque nuclear, de cualquier tipo, recibiría respuesta de la OTAN. Y puede que otro tipo de contingencia también.
La guerra será presumiblemente larga, sin garantía de victoria occidental. Es probable que, en una etapa nada descabellada de la escalada, el Kremlin perturbe la tranquilidad democrática y lance un ataque sobre territorio europeo. Contra un satélite, un dron, un área marítima, una ruta de suministro, sin víctimas. Y que de la respuesta aliada, de la histeria o la determinación, saque un par de conclusiones.
Porque Rusia no se retirará de Ucrania, a menos que la expulsen, y los rusos no parecen por la labor de rebelarse. Ni por los reclutamientos forzosos, ni por la sangre derramada en su nombre.
"Estamos metidos hasta el cuello y no hay marcha atrás", resume el analista Rodrigo Rodríguez Costa. "Vivimos tiempos peligrosos". Porque a la invasión de Ucrania, con los rusos reforzados con la aviación iraní y la artillería de bandera norcoreana, envalentonados en sus amenazas indiscriminadas, se une la incertidumbre en otras regiones del mundo.
En una entrevista previa al asesinato de Mahsa Amini y las protestas masivas, Paul R. Pillar [exoficial de la CIA en Oriente Medio] ya recordó la posibilidad de una guerra con Irán por su programa nuclear. Israel no permitirá que lo culmine.
Y The Washington Post, hace unos días, publicó el pronóstico del muy fiable Michael Minihan, general de la Fuerza Aérea estadounidense, a propósito de Taiwán. "Mi instinto me dice que entraremos en combate con China en 2025", afirmó, apelando a la agenda expansionista del revalidado Xi Jinping y al previsible triunfo de la opción liberal en las elecciones de 2024 en la isla.
3. Occidente tiene que rearmarse. No queda otra. Nicu Popescu, ministro de Exteriores de Moldavia, lo expresó con mejores palabras: "Nos encantaría invertir más dinero en hospitales, escuelas y carreteras, pero tenemos que reforzarnos".
Europa, como Rusia, lo hace a toda velocidad. Alemania y Francia han diseñado planes muy ambiciosos de rearme. Polonia aumentará la inversión en Defensa hasta el 5% del PIB. Forma a todos los civiles interesados. Cierra contratos estratégicos con Corea del Sur y Estados Unidos. Aspira a la construcción del Ejército terrestre más poderoso del continente. Pero los plazos no acompañan.
No es un secreto. Europa carece de armas y munición para librar una guerra, como detalló Rodríguez Costa en este periódico. Las transferencias masivas a Ucrania vacían los almacenes y los aliados no disponen de tiempo material para el aprovisionamiento inmediato.
El desabastecimiento es, en realidad, el único límite al apoyo de Ucrania. Incluso para Polonia. Hay muestras reveladoras de la escasez. La pasada semana, un importante asesor del Gobierno de Varsovia desaconsejó el envío de aviones F-16 a la resistencia. Dejaría su país indefenso. Tampoco España, como frontera sur de la OTAN, puede desprenderse de los blindados a la ligera.
En Reino Unido, los principales diarios lamentan el deterioro de su ejército. Reducido durante los tiempos de paz. Con munición para librar la guerra durante apenas "unos días". Incapaz de defender sus cielos en caso de sufrir un ataque como Ucrania, según los informes oficiales.
En Estados Unidos, The New York Times publicó recientemente que la Administración Biden ha ordenado multiplicar por seis la producción de artillería. A niveles de los años 50, con la guerra de Corea. El mismo diario informó ayer sobre la construcción de cuatro instalaciones militares más en Filipinas, a tiro de piedra de China, sin olvidar sus valiosos acuerdos con Corea del Sur, Japón o Australia.
A estas alturas, con el mundo entregado a la tragedia, se comprende mejor a José Juan Ruiz, presidente del Instituto Elcano: "La inversión en Defensa es tan importante como apoyar los ERTE". Y lo dijo cuando la invasión de Ucrania era, a juicio de los expertos del misterio, la predición de un puñado de rusófobos y agoreros.