Es propaganda, pero no sólo. Es por el 8-M, pero no sólo.
El anuncio de la ley de paridad se explica por el interés electoral (y cuánto y qué malo dice esto de España), pero también por las convicciones más profundas de este Gobierno. Porque el feminismo es el mínimo común múltiplo de la coalición que sostiene este Gobierno y el máximo común divisor de la sociedad española.
Por eso el feminismo se ha convertido en la política única, en la excusa única, y en el único punto de la agenda legislativa. Todos los mensajes del Gobierno tendrán que ser feministas y todos los recursos del Estado, tanto los palos del Código Penal como las zanahorias de las ayudas públicas, movilizados en favor de la causa.
Por eso Pam es cada día más célebre y por eso hasta las iniciativas que pretende tomar Sánchez en nombre de la parte socialista del Gobierno van quedando eclipsadas por el feminismo auténtico de Pam y sus delirios. Porque si todos apuntan en la misma dirección, todo cae hacia el mismo lado, que es el que se encarga del asunto.
"Ojalá poder hacer que todas las mujeres de este país sientan placer". "Hay que garantizar que nosotras podemos tener placer", decía Pam. Y es una suerte que conjugue mal, porque gracias a eso el mensaje sólo es totalitario hasta el ridículo pero no más allá.
Pero que todo sea feminismo quiere decir que nada es cuestionable, so pena de gravísimos insultos y acusaciones. Es una visión totalitaria de la política, en la que ellos tienen que solucionar todos los problemas de la sociedad y reeducarnos hasta en la masturbación, y nosotros tenemos que callar para no parecer malas personas indiferentes al dolor (o al placer) ajeno.
Y es de ahí de donde surge esta convicción patrimonialista del Estado que lleva a un gobierno a decir quién tiene que sentarse en qué consejos y cómo debería hacerlo (piernas juntas, machirulos; piernas abiertas, mujeres de bien). De ahí mismo surge la indignación con la que han respondido a la fuga de Ferrovial. Peor que si fuese Puigdemont, porque Ferrovial era suyo.
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Porque creen realmente que quien cobra del Estado cobra de ellos, que son los que reparten el asunto, y que por lo tanto a ellos deben obediencia y gratitud. Y por eso se sorprenden y se indignan como muy en serio cuando ven que existe la mera posibilidad de no ceder a sus amenazas cuando existe la posibilidad de no tener que vivir de sus prebendas.
Su reacción encaja bien, y no por casualidad, con ese capitalismo zombie, crony o de amiguetes que condena a nuestra economía. En esta incestuosa relación entre Gobierno y empresas, donde las puertas giran ahora al ritmo al que antes giraban los Rolodex y donde los consejos de administración se van llenando de expolíticos con buenos contactos, porque los buenos contactos traen buenos contratos.
Podrida ya la relación, para satisfacer sus aspiraciones y su propaganda al Gobierno le bastaría con colocar únicamente mujeres en los consejos de administración que controla de forma directa o indirecta. Pero no es suficiente. Nunca nada es suficiente.
Y por eso ha acabando recibiendo hasta Ana Particia Botín, que es una mujer con poder y que, encima, había dado la cara y hasta el banco por la revolución violeta.
Pero, en un regímen como el que sueñan nuestros dirigentes, sumarse a la propaganda gubernamental no es suficiente. Nunca nada es suficiente para quien lleva marcado hasta en el apellido el pecado original de no deberle el cargo al gobierno de turno.
En este regímen, y como muy bien decía Ione Belarra, feminismo no es que Ana Patricia Botín o Marta Ortega (con nombres y apellidos, así hay que señalar a la gente ahora) dirijan grandes empresas. Porque feminismo no es que las mujeres manden. Ni siquiera que manden las mujeres feministas; las suyas.
Feminismo es que manden porque las han puesto ellos. Y que manden, por lo tanto, por delegación. Es decir, que no manden. Que obedezcan y que lo agradezcan, sabiendo que por ellas mismas y en una sociedad tan machista nunca habrían llegado donde las han enchufado ellos.
Feminismo es dejarles todo el rato muy clarito a las mujeres lo que valen.