Ser mujer el 8M es ya lo de menos, es casi preferible ser un ángel asexuado de algún retablo de Berruguete, incluso ser un hombre llegado el caso para que no le hagan a una elegir bando o la fusilen por desertar. Ser mujer el 8M y feminista es casi un pecado si no se es monterista, de Irene, y del ministerio. De creer en la igualdad, también jurídica, no hablamos. Clara Campoamor, Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán no les sirven porque no votaban a Podemos, tampoco las feministas históricas del PSOE y del PP que razonan que ser mujer tiene algo más que ver con la genética que con un papel.
El 8M ha quedado como una fiesta ministerial, otro chiringuito más de Podemos, porque desde que se quedó sin las plazas del 15M la calle le importa lo mismo que a un reggaetonero un endecasílabo con sus acentos bien puestos.
Está por un lado el feminismo oficial: el del Gobierno, que es el que encabeza Irene Montero, feminismo de seis mujeres –poco más– todas ellas a sueldo y unos cuantos aliados que van hoy en la comitiva para intentar ligar. Y por otro el de veinticinco millones de españolas que están más preocupadas de que se estén rebajando las penas a los violadores mientras al Gobierno no le urge modificar la chapuza que armó y sigue hablando de romper el cristal de unos techos que, al ritmo que van las políticas públicas de la izquierda y los eslóganes –“barriendo el patriarcado”–, les pondrán a limpiar.
Que voten en contra de tomar en consideración la reforma de la ley del “sí es sí” Podemos –Irene, Ione y Yolanda– tras permitir rebajar las condenas a más de setecientos delincuentes sexuales y excarcelar a más de setenta demuestra que las mujeres les dan igual. ¡Viva el 8 de marzo! Está más preocupada de sus cálculos electorales con el PSOE y de sentirse ministra mucho antes que mujer.
Hoy habrá por un lado feministas y por otro ministras jugando a que las mujeres les importan una vez al año. Paseo por Cibeles y después barbacoa vegana, porque qué cansado es luchar contra el patriarcado, chica, piensan Irene y Pam. Al final vamos a tener que empezar a buscar el voto masculino, que se conforma con menos y pide la mitad.
Este es el último capítulo de Podemos, maldición antigua que divide todo lo que toca. Partió el PSOE por la mitad y quedó Pedro Sánchez, que es la fractura, el Congreso de los Diputados y su propio partido, del que quedan Ione e Irene y por otro lado un invento de última hora que se llama Sumar para intentar salvar los trastos.
Si esto es una mujer hoy en España, un sentimiento y la frialdad burocrática y concisa de un papel… Si ser mujer hoy en este país es decir sí a cualquier ocurrencia que se lance en nombre del feminismo, si ser mujer es pensar que salen los violadores de las cárceles por culpa de los jueces, que son machistas, y de la derecha que no gobierna… Si ser mujer ya no es un asunto de vísceras, órganos y ante todo de cromosomas y lo quieren convertir en un burdo sentimiento, que es la razón de los que no saben razonar, entonces es mejor que el mundo se acabe hoy sin dilación.
Mujer es mi madre, con sus cosas. Y mi hermana. Y no quien diga Irene Montero que puede serlo, porque el 8M es una guerra desde que Podemos y el PSOE decidieron qué mujeres cabían y cuáles no. Según ellos en el feminismo nunca cupieron Inés Arrimadas, Cuca Gamarra y mucho menos Feijóo, que como es gallego no sabemos si se siente mujer o no.