Estoy seguro de que no serán pocos los que consideren la mudanza de Inés Arrimadas a Jerez como la constatación de un fracaso. Una derrota profesional y, por tanto, vital. Me refiero a quienes cifran el éxito en los ceros de su cuenta corriente y en el número de subalternos a su cargo.
Estos hijos del capital, enfermos de neoliberalismo, no conciben una vida digna en un lugar de provincias. Siervos de las Big Four, hermanos de la Sagrada Cofradía del Último iPhone y peregrinos de los aeropuertos internacionales que a la que pueden salen escopeteados para las playas de Conil, Santander o Alicante.
Gente que tiene por lema De Madrid al cielo, pero que como vea un puente se va de la capital adonde sea. Porque nadie se muda a Madrid a vivir, sino a trabajar. Jungla de hierro y humo, hormiguero de anónimos, despertador a las 5:00, alcantarilla de ansiolíticos y procesiones de atascos.
¿Calidad de vida? ¿Dónde? Y digo Madrid como digo Barcelona, Londres, Nueva York o Pekín. Se creen que juegan la Champions Life y no van a comer a casa de su madre, no llegan a tiempo al entierro de su abuelo y no pueden pasar la tarde con los críos en el parque.
Se lo leí a Diego Garrocho: "Es muy injusto que alguien te proponga, como ideal de vida, irte a vivir a Oslo, tener una novia americana y unos hijos cuatrilingües".
Y sigue: "Mi experiencia me dice lo contrario. Agradezco vivir al lado de mi colegio, poder ir andando a casa de mi madre y tener a dos pasos la tumba de mi padre".
Por eso, quienes practicamos el hedonismo, quienes nos damos el lujo de echarnos la siesta, quienes primamos el factor humano, vemos en esta decisión de Inés la más acertada, la más inteligente, la más exitosa de su vida. Tu marido, tus niños, tus padres y Jerez de la Frontera. ¿Pa'qué quieres más?
Cuando a finales de año descanse en paz por fin Ciudadanos perderemos una notable política, que tan bien nos representó y nos defendió. Y que tanto tiempo nos entregó. Pero como suele decirse, sus hijos ganarán una madre; sus padres, una hija; y su marido, una mujer.
La Inés política, aunque irrepetible, es prescindible.
Arrimadas, tan preocupada con la conciliación laboral-familiar, ha sido generosa primando la crianza de su prole, dándoles un entorno más dulce, cálido y amable. Y primando también el ocaso paterno y materno (apoyando a unos en otros y viceversa) a sus ambiciones político-profesionales.
Aunque más altruista aún ha sido su cónyuge, Xavier Cima, resignado a ser el marido de, quien por amor ha hecho tres renuncias. Una política, una residencial y otra laboral.
[Núria de Gispert insta a Arrimadas por tercera vez a que abandone Cataluña]
Esta historia me recuerda en cierta manera a la de Ana Iris Simón, quien tras caerse del caballo rechazó una exitosa carrera profesional en Madrid por tener niños, centrarse en los cuidados, acercarse a la familia y retornar al terruño.
Quedarte en casa o volver a ella es una declaración de intenciones, una decisión extremadamente política. Por eso Feria, ese alegato de la vuelta a las raíces, esa defensa de la vida sencilla, natural y familiar, ha tenido tanto eco parlamentario. "Si no podés con la vida, probá con la vidita", escribió el argentino Pedro Mairal.
Si quisiera, la aún líder de Ciudadanos podría ser la vicepresidenta de Feijóo o de Juanma Moreno. Pero ¿qué es eso comparado con llevar a tus niños al cole de la mano mientras patean una naranja amarga por una calle empedrá, comer un buen plato de berza en casa de la abuela (¡y luego siesta!) o que papá los lleve a Chapín a ver un Xerez Deportivo-Sanluqueño?
Al final va a resultar que la tal Núria de Gispert, expresidenta del Parlament catalán, tenía razón. Porque le estaba dando el mejor consejo a Inés Arrimadas cuando le conminó a volverse a Cádiz.