Rusia y China van a partir el Ártico en dos
La guerra de Ucrania está sirviendo como prólogo del conflicto que se avecina por las riquezas en deshielo del Ártico.
Si usted pretende pasear por la Antártida ha de saber que se topará con la mayor concentración de pingüinos del mundo. También deberá tener cuidado para no infringir los preceptos del Tratado Antártico, ratificado por la mayoría de países del planeta.
El continente más austral no es de nadie. Y por eso en la Antártida está prohibido cualquier fin que no sea pacífico y científico. Como las actividades militares o de explotación de recursos minerales, por ejemplo.
Pero si prefiere visitar el norte, el Ártico es otra cosa. Allí no hay tratado alguno que valga. De hecho, ni siquiera hay tierra como tal, sino una enorme masa de agua congelada que fluctúa a lo largo del año.
La gran ruta septentrional (RNS) se abre como el mar Rojo ante Charlton Heston. Y muchos países interesados salivan ante la oportunidad.
Del Ártico, de manera más o menos oficial, se encarga el casi desconocido Consejo del Ártico. Se trata de un foro intergubernamental creado en 1996 y cuyas competencias implican la protección del medioambiente, la lucha contra el cambio climático, el desarrollo económico sostenible y la seguridad en la región. Está compuesto por los ocho países árticos: Canadá, Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Rusia y Dinamarca (a través de Groenlandia).
En realidad, el Consejo del Ártico ha sido irrelevante hasta ahora. Pero ha cobrado importancia ante el más que probable conflicto que se avecina por las riquezas en deshielo del norte. De hecho, la invasión de Ucrania puede considerarse como el prólogo de ese conflicto inminente.
La presidencia actual del Consejo recae en Rusia, con el omnipresente ministro de Exteriores Sergei Lavrov en la poltrona. Pero, tras el ataque de Putin a Ucrania, los otros siete miembros han suspendido de facto sus actividades. En marzo de 2022, después de varias semanas en profundo silencio, declararon una "pausa" para aislar a los rusos.
Este escenario dotó de enorme interés a la novena Asamblea del Círculo Ártico, celebrada a finales de 2022 en Islandia. La cita fue la de carácter más político que se recuerda. La mayoría de los panelistas mostró su preocupación por la perpetuación de la agresión rusa y por la posibilidad de que eso afecte a la estrategia del Consejo. Incluso se planteó sacar a Rusia del Consejo, medida en verdad harto difícil de imaginar, pues se trata del país con mayor litoral ártico del mundo (7000 km).
"Frente a la estrategia de aislamiento de Occidente, la afinidad a veces forzada entre Moscú y Pekín parece la mejor salida para los dos"
Por otra parte, en términos árticos se entiende aún mejor el profundo rechazo de Rusia a que Suecia y Finlandia entren en la OTAN. No sólo por íntima vecindad, sino porque se trata de dos competidores directos por el Ártico que se han reforzado con el artículo 5 de la OTAN, que garantiza una respuesta conjunta si cualquiera de sus miembros es alguna vez agredido.
La cuestión rusa implica un escenario impredecible. Pero en la Asamblea se rescató el viejo temor a que Moscú active su propia agenda de explotación del Ártico, puenteando cualquier acuerdo del Consejo.
Esta opción puede parecer improbable. Pero, en puridad, Rusia no haría más que lo que ya están haciendo otros estados no árticos que quieren su propio trozo del pastel congelado. De hecho, varias potencias asiáticas, como Japón, India, Singapur o Corea del Sur, tienen su particular hoja de ruta. Y entre todos ellos, lógicamente, destaca China, que lleva años desarrollando su propia estrategia científica, económica y militar.
Ante la fuerza de los chinos y la inmensidad rusa, los miembros del Consejo ya hablan abiertamente de que en el futuro puede que nos encontremos con "dos Árticos". Desde luego, frente a la estrategia de aislamiento de Occidente, la afinidad en ocasiones forzada entre Moscú y Pekín parece la mejor salida para los dos.
Se esperaba que en la última reunión del Partido Comunista se aclarasen algunos detalles de la política ártica de China, pero nadie dijo nada. Tampoco el emperador Xi, quizás demasiado ocupado en purgar al expresidente Hu Jintao.
Pero ¿realmente son capaces China y Rusia de partir en dos el Ártico?
"La Estrategia Nacional de Estados Unidos para la Región Ártica considera el ataque a Ucrania un desafío directo a la ruta del norte, y tilda a China de riesgo regional"
Varios factores influyen en esta posibilidad. Por capacidad, sin duda. No es nada descabellado pensar que entre ambos desarrollen su propio foro.
Pero China trabaja para erigirse frente al mundo como el gran mediador internacional. Como evidencia su actividad diplomática respecto a la guerra de Ucrania, se afana en parecer neutral. Es un estatus tramposo, pero válido para su economía. De hecho, las empresas chinas no ocultan su pavor a verse atrapadas en la vorágine de sanciones que sufren hoy las compañías rusas.
Por otro lado, y aunque el desenlace del entuerto internacional actual es una incógnita, lo cierto es que Rusia, y sobre todo Vladímir Putin, son unos parias. Al menos de cara a la galería. Este factor no es baladí, pues supone un riesgo de reputación para el gran proyecto por el que China lleva trabajando décadas con la mirada puesta en el Ártico. Se trata de la Ruta Polar de la Seda (RPS), incluida en su faraónico proyecto comercial One Belt, One Road.
La RPS se lanzó de la mano de Moscú hace cinco años. Pero, desde entonces, los obstáculos políticos y económicos se han disparado. De hecho, en la Asamblea del Consejo Ártico, un representante de la naviera china COSCO reconoció que sus buques no navegaron por Siberia en el último año.
Paralelamente, Estados Unidos, con su propia agenda ártica, ha endurecido su postura respecto a las pretensiones chinas en la región, hasta el punto de considerar a Rusia y China una amenaza conjunta, como recoge la Estrategia Nacional de Estados Unidos para la Región Ártica publicada el octubre pasado.
El documento destaca que el ataque a Ucrania supone un desafío directo a la ruta del norte, a la vez que acusa a China de ser un riesgo regional. Por supuesto, los medios estatales chinos se han apresurado a acusar a Washington de lo mismo.
Así, y aunque queden todavía muchos interrogantes sobre la actividad de China y Rusia en la región, parece evidente que la cuestión del Ártico está alcanzando velocidad de crucero. Y que la guerra de Ucrania ha supuesto el penúltimo paso previo (el último será Taiwán) para lo que se prevé como un futuro conflicto internacional.
*** Andrés Ortiz Moyano es periodista y escritor.