Alberto Núñez Feijóo dice que ha venido a ganar y que sólo tiene una bala. Suena extraño, pero ese "ir a ganar" es lo más político, moderado y plural que hemos oído en mucho tiempo. Desde que hay tres derechas, cinco izquierdas, dos Europas y cuatro polos, el relato político se ha diversificado tanto que el diccionario de la RAE se ha quedado obsoleto. No hay neologismo para tanta campaña.
Cuestionar el pensamiento de la mayoría y autoerigirse en minoría selecta lleva marcando el relato tanto tiempo que lo normal ha dejado de ser aceptable. "Antes muerta que sencilla" le vale al que sale sin nada que perder y poco que ganar. Porque la anfitriona de la fiesta, la que no tiene que hacerse con un nicho de atención, se viste para todos, para que nadie se sienta ni mucho ni poco.
Ese es el secreto de la elegancia, salir a por todas. Y a por todos.
Por eso Mourinho era elegante y Guardiola, cursi. Porque las líneas rectas, el golpe directo y la ausencia de efectos no eran un adorno. Eran la nobleza de un deporte que consiste en ganar. Defender el estilo al margen del resultado es peor que cursi. Es una horterada.
Si en moda y en fútbol, espacios donde la estética es tan importante, es extravagante el que no puede ser elegante, en política es populista el que no puede ser otra cosa. Mejor cursi que irrelevante, se dice el extravagante que no puede ser elegante. Y perdón por los ripios, pero tenía que ser cutre para hablar de la cursilería del que no sale a ganar.
Porque en política la estética también es importante. Y apostar por la victoria es renunciar al amarillo y el rosa, al tiquitaca y a gran parte del estilo. Es ponerse el esmoquin que llevan todos, gustar a muchos y captar la atención con la percha.
Apostar por ir a ganar es renunciar a dar la nota, no coger el balón con las manos, cantar a coro y no hablar demasiado en los postres. Ni atarse la corbata en la frente, ni llevar escote hasta el ombligo. Porque el que se exhibe no enseña y el que esconde, muestra. Ir a ganar es un mensaje honesto porque no busca encandilar, ni remover, ni provocar.
Si se quiere ganar se tiene que ir a por todos. Ser plural. Comprometerse con las reglas del juego, ser legal. Y hacer renuncias. ¡Ay de los egos!
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Ganar es no disparar el único tiro que se tiene. Guardarse la bala y pararse en medio de la calle. El único mensaje que tiene que transmitir Feijóo es que no ha venido a confrontar con nadie ni a disputar ningún espacio electoral. Él tiene el suyo y son los demás los que se desplazan. Tiene que moverse como John Wayne por las calles del Salvaje Oeste. O como Cánovas, Dato o Maura por el constitucionalismo.
Serán otros los que deberán apostar por la extravagancia sabiendo que nunca se podrán comprometer con la victoria.
Si Feijóo se mueve por la pista de baile del constitucionalismo, si pisa las calles polvorientas de la eficiencia, la pluralidad, el europeísmo y la solidaridad territorial, y es lo suficientemente elegante como para esconder el estilo, entonces habrá ganado de verdad. Y sin usar una bala. Moviéndose con seguridad por su espacio.