Pedro Sánchez no va a ganar las elecciones. Es una buena noticia. Y Sánchez no va a ganar porque los dos pilares sobre los que construyó su programa, los derechos sociales y la resistencia contra el fascismo, no cuelan ya entre sus electores.
Esos electores podrían confiar en que Sánchez avance durante la próxima legislatura en derechos sociales que todavía quedan por conquistar. Por ejemplo, en cuestiones de feminismo.
Pero la confianza que depositaron en el Gobierno de Pedro Sánchez no era para:
1. Liberar a más de cien agresores sexuales y rebajar la pena a casi mil de ellos con la ley del 'sí es sí'.
2. Provocar un daño irreparable en menores gracias a la autodeterminación de género (sin consejo profesional) de la ley trans.
3. Modificar leyes orgánicas sin consenso para indultar a delincuentes políticos con la reforma de los delitos de malversación y sedición.
4. Agravar el problema de la vivienda con una ley que desprotegerá aún más a los vulnerables.
La sensación de que las cuestiones más sensibles de la sociedad española se han puesto en manos de políticos que no dominan la técnica legislativa y que han generado inseguridad jurídica y la indefensión de aquellos a los que pretendían proteger es ya abrumadora. El elector que puso su confianza en este gobierno se siente defraudado. Y no hace falta explicarles ya nada porque ni ellos son tan tontos, ni nosotros tan listos.
El segundo pilar que quizá podría haber sostenido el edificio de Sánchez sería el relato del frente popular contra el fascismo. Viejo relato que, misteriosamente, sigue en pie en España. Desenterrar a Franco cada cuatro años ha funcionado en muchas ocasiones.
Pero esta vez no va a ser así. El votante tiene el suficiente sentido estético como para darse cuenta de que Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal desentonan tanto como un chándal con tacones. No pegan y punto. No hay que darle muchas vueltas más. Y así es difícil rentabilizar el filón del fascismo. Tampoco cuela.
[El plan de vivienda social del Gobierno no es serio]
La buena noticia, la que muchos no esperaban, es que, por primera vez, un gobierno del PSOE no caerá sólo por la situación económica, sino también por el castigo de sus propios electores tras cruzar demasiadas líneas rojas. El votante socialista español no es de Podemos. Tampoco es populista. O, al menos, todavía quedan muchos que no lo son.
Y esa es la buena noticia. Que todavía se puede contar con una izquierda saludable.
Sectarios habrá que deseen la derrota total de la izquierda, la aniquilación de la oposición y una primavera eterna de derechas. Pero sectarios los hay en todas partes. La democracia funciona bien cuando respira con sus dos pulmones (el gobierno y la oposición). Sería por tanto una pésima noticia que uno de los dos pulmones enfermara, como así ha ocurrido durante los últimos años.
Ganar la guerra es importante. Pero mucho más lo es ganar la paz después de la guerra. Y esto sólo es posible cuando se puede tender la mano a la otra parte. La derrota de Sánchez sería una buena noticia porque él se iría, pero la izquierda se quedaría.