Falta agua, pues un observatorio. Que la deuda de las familias se dispara, otro observatorio más. Si no respira el tipo tras desplomarse, nada de hacer una RCP, hágale usted un observatorio. Y si la relación con tu pareja ya no es lo que era al principio, la comunicación ha decaído, no quiere ir los sábados a Ikea y el ánimo no levanta, entonces que sean dos observatorios. A ser posible en ayunas.
Porque en España todo se arregla con un observatorio. Y los observatorios se arreglarán con ibuprofeno, digo yo.
Los políticos, cuando no saben qué prometer, prometen observatorios como los médicos recetan ibuprofeno. Tuve uno de cabecera (médico, no político, claro) al que veía una vez cada lustro (año arriba, año abajo), y siempre me despedía igual: "Ya sabes, si sigue, mucha agua e ibuprofeno", incluso cuando sólo fui a decir que había perdido la tarjeta sanitaria. Supongo que lo del ibuprofeno sería para pasar el trago o para superar el trauma.
Hay políticos que hacen lo mismo, da igual qué le pese a su región, como López Miras en Murcia. En vez de ibuprofeno, un observatorio. Y como vamos escasos de agua, entonces que sea para la sequía. ¡Ole tú! Pues ya estaríamos para el 28 de mayo.
Prometer en Murcia un observatorio contra la sequía es como prometer uno contra la despoblación en Castilla y León. De solucionar el problema ya hablamos dentro de cuatro años. De momento, vamos a observarlo bien, no vaya a ser que la cuestión no tenga que ver con la sequía, y sea que llueve poco y nosotros sin darnos cuenta. Para qué hablar de trasvases o de la barbarie de derribar presas por contentar a los infelices de los ecologistas.
A mí la única solución práctica que se me ocurre para tanto observatorio es lanzar un observatorio sobre los observatorios. Y entre tanto decirle a López Miras que ya sabemos que nos falta agua, población, dinero. Que nuestro inglés no es tan británico como el que pusimos en el currículum. Que queremos un poco de fe en nosotros mismos, más pelo que el año pasado, una chica que invitar al cine los domingos, perejil fresco (que nunca tiene uno cuando lo necesita), un grado en ingeniería informática, un doctorado en inteligencia artificial y un par de gallinas para desayunar huevos por las mañanas.
Pero hasta entonces lo que seguro que no nos hace falta es otro observatorio más. Porque la vida es lo que pasa mientras los políticos montan observatorios desde los que no se ve nada.