Topamos con un libro en Fnac. Nos llama la atención el autor. Se presenta como guionista y escritor, pero le conocemos por una trayectoria política tan efímera como ruidosa en la política municipal madrileña durante la legislatura anterior a esta que ahora exhala sus últimos suspiros.
Pero, sobre todo, nos llama la atención el tema. El "tamayazo" tiene algo especial para mi generación. Lo que se vivió en torno a la Asamblea de Madrid en el verano de 2003 fue, de alguna manera, el primer asunto político de primera magnitud que seguimos en directo a través de los medios de comunicación en los que habríamos de trabajar al terminar los estudios comenzados menos de un año antes.
Aquel 10 de junio las teles andaban revueltas al mediodía. Suele decirse que Tamayo y Sáez desertaron en la investidura de Rafael Simancas, cuando en realidad lo hicieron el día en que se constituía la mesa de la cámara.
La cara del candidato socialista con el teléfono en el oído. La diputada Helena Almazán pidiendo un receso porque sus compañeros habrían sufrido "un pequeño percance". Esperanza Aguirre consultando las fichas de los dos parlamentarios ausentes. Más todo lo que vino después.
Telemadrid obtuvo unas cotas estratosféricas de audiencia retransmitiendo en directo toda la comisión de investigación. Entre otras muchas cosas, descubrimos en aquellos meses la habilidad oratoria de la socialista Ruth Porta, fallecida la semana pasada.
De modo que no podemos evitar la curiosidad por el opúsculo, titulado No a todo. En el pecado llevamos la penitencia. El primer sopapo nos golpea con contundencia desde la página 22.
Eso es exactamente lo que pasa en la votación celebrada el 28 de junio, donde es elegida presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre con la abstención, de nuevo, de Tamayo y Sáez, ahora ya no ausentes en el hemiciclo, sino como miembros del Grupo Mixto, tras haber sido expulsados del PSOE.
Es difícil apretar más inexactitudes en menos líneas. Lo que se celebró entre el viernes 27 y el lunes 30 de junio de 2003 –descanso dominical mediante- fue el debate de investidura de Rafael Simancas. Era necesario para activar la repetición de elecciones vista entonces como mal menor.
Dado el formato que tiene una investidura en la Asamblea de Madrid –el nombre del candidato se somete a una votación en la que se puede expresar "sí", "no" o "abstención"- ésta sólo podía terminar con Simancas de presidente o con Alberto Ruiz-Gallardón prorrogando su cargo en funciones. Sucedió lo segundo. Gallardón simultaneó, de hecho, los cargos de presidente de la Comunidad en funciones y de alcalde de Madrid durante casi medio año.
El autor insiste unas páginas más allá (38): "(…) Al final Tamayo y Sáez no votaron a favor de la investidura de Simancas, se eligió a Esperanza Aguirre como presidenta electa (sic) y se convocaron inmediatamente elecciones anticipadas".
Que equivoque años de comicios un par de veces a lo largo del libro resulta ya peccata minuta. No así esta otra afirmación (49): "Distintas crónicas dibujan un Simancas distinto antes de las elecciones. Había hecho una buena labor como portavoz de la oposición en la asamblea".
Es un aserto discutible, si se tiene en cuenta que este dirigente político no había sido antes diputado de dicha cámara. (Sí fue portavoz de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid).
Así que no te puedes fiar ni de los libros. Es posible que todas estas objeciones no sean más que manías de tiquismiquis. Es cierto, además, que este trabajo concreto tiene una génesis y una estructura peculiares. Una mezcla entre crónica del episodio, el guion cinematográfico jamás producido que el autor escribió diez años después y las consecuencias que, según él, se han arrastrado hasta el presente. Él habla de "novela" pero no deja de ser una monografía sobre un suceso muy específico y acotado en el tiempo.
Encontrar errores tan pronunciados en la secuencia de los hechos va más allá de la posible discrepancia con las conclusiones expresadas en un volumen de cariz político marcado. Es la demostración palpable de que faltan eslabones en la cadena que termina poniendo ante los ojos del lector el resultado de un trabajo intelectual que debería estar guiado por el rigor.
Cuando la editorial detrás de No a todo dio a conocer la colección Episodios Nacionales a la que pertenece, sus responsables y las crónicas periodísticas hicieron hincapié en la necesidad de encontrar a los Galdós de la España de los últimos cuarenta años.
Siempre es recomendable rebajar un poquito las expectativas.