Vuelvo de Praga, de un foro de seguridad centrado en la guerra ruso-ucraniana, esta vez con participantes de Taiwán y Japón. Cómo se resuelva esta guerra y la barbárica agresión rusa que es tanto su origen como su crimen continuado, determinará qué hará (o no) China en Asia.
Otra novedad, discreta pero significativa, es escuchar ucraniano por las calles y encontrarse por doquier con ucranianos refugiados en Chequia. Cuando charlas con ellos te preguntan sobre el futuro y si Ucrania entrará en la OTAN "algún día". Esta cuestión, que a algunos les produce urticaria (los mismos que dijeron en 2014 y después que a Vladímir Putin le bastaría Crimea), es una de las preguntas más importantes para la paz y seguridad en Europa.
Es por ello por lo que un tema central en la cumbre de la OTAN en Vilna de este próximo julio será la idea de garantías de seguridad para Ucrania. Parte del problema de estos debates estratégicos es la confusión sobre términos que no significan lo mismo para unos u otros.
Clarifiquemos. Ucrania ejerce su derecho a la legítima defensa consagrado en la Carta de la ONU (art. 51), con asistencia occidental. Una garantía de seguridad es un compromiso legal o político por parte de un Estado, de una organización o de varios de ellos, que implica cierta obligatoriedad en la defensa. Tiene un papel disuasorio frente a posibles agresiones.
La garantía de seguridad por excelencia es pertenecer a la OTAN, cuyo artículo 5 (en el Tratado de Washington) reza que un ataque armado contra un miembro o varios se considerará contra todos.
Si bien este compromiso de defensa colectiva no implica que la asistencia sea militar, se entiende que la fuerza de la disuasión va pareja a la credibilidad política y militar de una Alianza que además es nuclear. El mensaje al agresor es: 1) ni se te ocurra, 2) estamos listos y habrá consecuencias.
[Opinión: Coitus interruptus en la contraofensiva ucraniana]
Que no iba a enfrentarse a consecuencias serias fue clave para que Putin invadiera Ucrania. Es decir, que Ucrania carezca de garantías serias de seguridad frente a Rusia, está en la raíz de la impunidad con la que Putin lanzó su invasión. No invadió Ucrania porque esta iba a entrar en la OTAN, sino precisamente porque podía invadir al no estar Ucrania en la Alianza.
Dicho de otra manera, si Ucrania hubiera sido miembro de la Alianza (¿o de la UE?), Putin no hubiera invadido primero en 2014 (entonces, recordatorio, Ucrania era un país neutral) y desatado en 2022 una nueva guerra de intención genocida que ha supuesto que sobre él pese ya una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por robar miles de niños ucranianos (escribo con una pestaña abierta en la que hay un informe sobre castración a prisioneros de guerra ucranianos).
Los finlandeses han sacado conclusiones parecidas y cambiado décadas de neutralidad por la OTAN. Bye bye finlandización de Ucrania, que ya no defiende ni Kissinger: ahora aboga por que Ucrania entre en la OTAN.
Tener garantías de seguridad creíbles es pues prioridad existencial para Ucrania. Las precisa tanto para poder vencer políticamente en esta guerra como para disuadir militarmente a Rusia (el plan central de Putin es seguir atacando hoy y rearmarse para intentar mañana una victoria completa).
Llueve sobre mojado. En 1994, Ucrania entregó a Rusia, bajo presión estadounidense (Bill Clinton se arrepentía recientemente de ello), su arsenal nuclear a cambio de garantías genéricas de integridad territorial, soberanía e independencia (y también frente al uso de armas nucleares contra Ucrania).
Esas garantías políticas se plasmaron en el malhadado Memorando de Budapest, que también firmaron Estados Unidos y Reino Unido, además de Rusia. Menos sabido, por cierto, es que entre los miles de misiles que esta dispara contra Ucrania desde febrero de 2022 están varios de los que Ucrania le entregó entonces. Otra muestra ilustrativa de lo retorcido del régimen ruso y de que desarmarse frente a Moscú es invitar a la agresión.
Ucrania obtuvo además promesas de acercamiento gradual a la OTAN y a la UE. Lógico: a los ucranianos no les vale ni otro Budapest ni sólo Bucarest, en referencia al compromiso de adhesión a la OTAN de esa cumbre de 2008. El consenso aliado también es ir más lejos. La cuestión es cuánto.
Si nos atenemos a sus recientes palabras en Bratislava, Macron parece abrirse (veremos si dura) a concretar más ese "camino" de Ucrania a la OTAN. Entretanto, se trataría de definir "garantías de seguridad fuertes y tangibles" a medio camino entre el modelo de Israel (por referencia a los compromisos billonarios de Estados Unidos con la seguridad de este país) y la membresía plena en la OTAN, para la cual no hay aún consenso.
Estados Unidos ve este debate casi como una distracción frente a la prioridad de mantener el apoyo a Ucrania, con dudas sobre sus implicaciones prácticas y recelos dada la principal línea roja de Biden (evitar una guerra directa con Rusia).
Biden ha dado portazo a la idea de ninguna incorporación exprés de Ucrania y Zelenski ha asumido que mientras dure la guerra, su país no entrará en la OTAN. Pero demanda garantías transitorias.
Por ahora, Ucrania obtendrá más compromisos de apoyo militar sostenido, incluyendo mayor interoperabilidad con equipamiento OTAN, para que Ucrania siga defendiéndose sola de Rusia. Pero eso no son garantías. Veremos también quizá elevar su estatus de asociación con la Alianza, a través de un Consejo OTAN-Ucrania.
Es un debate sin respuestas simplistas y aportaré propuestas más adelante. De momento, vayan tres premisas o lecciones aprendidas sobre Rusia y esta guerra, continuación barbárica de la de 2014.
1. Las amenazas nucleares rusas, en lo que a espacio OTAN se refiere, son un espantajo de matón: buscan frenar el apoyo militar a Ucrania. Es decir, meternos miedo, mientras Putin sigue a lo suyo, destrozar Ucrania con todas las armas convencionales posibles y con catástrofes como la destrucción de la presa de Nova Kajovka. La disuasión nuclear OTAN funciona. Putin es un criminal de guerra histórico, no un suicida, y aún sopesa riesgos.
2. La ambigüedad y las medias tintas, evitando "provocar" a Putin, han fracasado estrepitosamente. Peor, alimentan todavía más su agresividad y su impunidad criminal. Putin sólo respeta la fuerza.
3. La seguridad de Ucrania es la de toda Europa. Nuestros líderes no hacen la necesaria pedagogía democrática sobre ello. Seguir sin dar a Ucrania garantías de seguridad implica que nunca habrá verdadera paz en Europa. No al menos con este régimen ruso. Postergarlas hasta después de la guerra es otro incentivo para que Putin la prolongue.