Votamos a los representantes de nuestra provincia en el Congreso de los Diputados y en el Senado. En el conjunto de ambas cámaras delegamos la tarea de legislar durante los próximos cuatro años. Lo primero que deberán hacer es elegir a una persona para que presida el Gobierno. Pero parece que votamos al presidente de la República Francesa.
Es un mal arrastrado desde 1977. A él han contribuido enormemente los partidos políticos. Pero también los medios de comunicación. El relato que le ofrecemos al lector sobre las elecciones no tiene casi nada que ver con lo que realmente está llamado a votar. Esto provoca varias sensaciones desagradables. Se escuchan, incluso en foros que se presuponen bien informados, afirmaciones que apuntan a la conveniencia de hacer una "segunda vuelta" de las elecciones.
Si se produce un fenómeno como el de la moción de censura, se percibe en la corriente de opinión de círculos profesionales liberales una falta de comprensión que podría resumirse en la frase "cómo puede presidir el Gobierno alguien que no hemos votado". Cabe imaginar que esta percepción podría ser todavía mayor si alguna vez nuestros representantes se vieran en el brete de nombrar un primer ministro alejado de la esfera de los partidos políticos, como ha pasado en determinados momentos en países de nuestro entorno.
Estos días he visitado un par de capitales de provincia del norte del país. Están forradas de propaganda electoral urbana. Los únicos rostros que piden el voto son los de Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal y Yolanda Díaz.
Los cuatro se presentan a diputado por la circunscripción de Madrid. Ninguno de los paseantes que pueda verse seducido por sus mensajes va a poder votar por ellos. Sí por los designados por su partido para representar a esa provincia en el Congreso, claro. Que, llegado el caso, votarán disciplinadamente por su líder nacional ("candidato a presidente del Gobierno" en denominación totalmente oficiosa pero admitida por todos) si este es propuesto por el rey como jefe del nuevo Ejecutivo. Pero se lanza un mensaje un tanto equívoco.
[Opinión: Desproporción mediática]
El jueves tuvo lugar un debate en la Corporación RTVE con siete representantes de los principales grupos parlamentarios. En términos políticos, resultó interesante. Permitió escuchar los intercambios entre formaciones que han convivido en las cámaras salientes y estarán llamadas a seguir haciéndolo en las que elijamos en unos días. Pero como "debate electoral" fue perfectamente absurdo. Tres de las formaciones participantes apenas se presentan en unas pocas circunscripciones. La mayor parte de espectadores no podría votarlas aunque quisiera.
Algo más pudieron sacar en claro los espectadores de Vizcaya, que pudieron ver confrontadas las posiciones de tres candidatos entre los que tendrán que elegir el domingo: Patxi López (PSOE), Aitor Esteban (PNV) y Oskar Matute (EH Bildu). Los tres debatieron con dos candidatos por Barcelona (Aina Vidal, de Sumar, y Gabriel Rufián, de ERC), una candidata por La Rioja (Cuca Gamarra, del PP) y un candidato por Madrid (Iván Espinosa de los Monteros, de Vox). De nuevo, un juego de sobreentendidos.
Recordatorio amistoso: el día 23 tendremos que echar dos papeletas en las urnas. Deberemos coger el boli para elegir tres senadores, en lista totalmente abierta y sin necesidad alguna de que sean del mismo partido. ¿Alguien les ha visto? Quedan todavía algunos días para que emitan señales. Quizá tengan algún interés en la posibilidad de nuestro voto.
El día 23 ejerceremos el derecho a sufragio mientras el Tour de Francia concluye su edición de 2023 en los Campos Elíseos de París. Por si no tuviéramos ya suficiente despiste entre lo que votamos y lo que parece que votamos.