Feijóo mintió, para alivio y sosiego de los deontólogos del periodismo y la democracia.
Se ha celebrado como un triunfo de la democracia, casi como un nuevo pacto con Bildu, que Feijóo mintiese y, sobre todo, que rectificase. Porque es sabido que nuestra derecha sólo es plenamente democrática y homologable a las derechas modernas de las democracias más avanzadas de Europa cuando pierde. O cuando parece, al menos, que no gana.
Y ha sido una gran noticia para el periodismo e incluso para el articulismo, porque gracias a Intxaurrondo pero, sobre todo, gracias a Feijóo, ahora, en estos últimos días de campaña, ya son posibles y democráticas las entrevistas incisivas y las sesudas reflexiones sobre el peligro de la mentira para la calidad de nuestra democracia.
Se comprende el alivio de tantos, porque escribir sobre política española estos últimos años sin haber podido escribir sobre la mentira y lo que supone tiene que haber sido un auténtico suplicio. Y si bien es cierto que esto llega ya justo para salvar esta legislatura, seguro que en la que viene y gracias a este ejemplo para la posteridad, el periodismo patrio dará un salto de calidad que nos homologará, también en esto, con las democracias más avanzadas.
Siendo todo esto muy bueno para todos, cómo no iba a serlo para el PP. Habiéndole dado la oportunidad, casi la orden, de rectificar, a Feijóo le han dado también la oportunidad, incluso la excusa, de recordar a quien quiera escucharle que su mentira es la excepción y no la norma. Que si miente, rectifica, porque él miente por error y no por sistema.
A eso contribuyó, muy a su pesar, la periodista Intxaurrondo al limitar su celebrada actuación a repetir "esto no es cierto" y "mis datos son fiables" mientras fruncía el ceño y ponía cara de mala leche. Porque eso de que "usted miente" es lo mismo que dicen todos todo el rato y que, beneficiando a los cínicos, pocas veces perjudica a los políticos.
Lo que perjudica de verdad es lo que tenía que venir después, que es el periodismo ¡de datos! y las consiguientes explicaciones. Lo que faltaba aquí era que nos presentasen los datos, que llenasen de contenido esa acusación tan a menudo vacía de mentir. Que nos explicasen a nosotros, que no tenemos ni datos ni calidad democrática ni ceños fruncidos ni ná, qué es lo que hizo el PP en esas ocasiones y que obligasen al candidato a justificar su posición.
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Esta información y esta pregunta obligarían a Feijóo a dejar claro por qué miente de esta forma y sobre este tema en apariencia tan técnico como la actualización de las pensiones al IPC. Pero esa es una explicación que en este país no quieren oír ni los más incisivos de nuestros periodistas. Porque aquí la mentira fundamental, la que no es error y que no puede, por lo tanto, disculparse, es la ilusión de que nuestras pensiones las pagarán nuestros hijos y las suyas los suyos, como hemos pagado nosotros las de nuestros padres y ellos las de los suyos.
La creencia de que aquí no hay nada que ver, ni nada que repreguntar, cuando el sistema de pensiones ya no es que sea insostenible a la larga, sino que ya está lastrando nuestra economía y perjudicando la calidad de nuestra política. Y que en esta nuestra democracia homologada u homologable este debería ser un debate fundamental y no sólo una acusación partidista.
Es normal por lo tanto el jolgorio socialdemócrata y es normal por lo tanto el susto pepero. Porque en este clima y en estos temas, que te pillen mintiendo es mucho mejor a que te obliguen a decir la verdad.