Es el momento de Isabel Díaz Ayuso. Solía citar Albert Rivera a Victor Hugo con aquella sentencia que dice que "no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su momento". ¿Seguro? Eso es que el literato francés no conoció a la presidenta de la CAM. Si la hubiera conocido habría cambiado "idea" por "lideresa".
No sé siquiera si verá la luz la criatura o engendro (¡el gobierno Oppenheimer!) que pueda salir del pacto de perdedores entre socialistas, comunistas, peronistas, carlistas, independentistas y exterroristas. Es posible que se quede en un aborto y vayamos a repetición de elecciones. Y si la criatura (una quimera con cabeza de hiena, cola de alacrán y abdomen de serpiente) echa a andar, será cuestión de tiempo que se descuajeringue como un muñeco de barro bailando bajo la lluvia.
Sea en cuatro meses o en cuatro años, habrá una nueva oportunidad, para que España no se vaya del todo al carajo, para construir una alternativa integrada y moderada que, con generosidad y sin revanchismos, vuelva a tender la mano como en la Transición y que temple las aguas que ha dividido en dos como en una ducha escocesa el plebiscitario y zorrocloco Pedro Sánchez.
Llegado ese momento, el voto del centro y de la derecha constitucionalista, de los socialdemócratas y los liberales, no puede derrocharse y fragmentarse por exquisiteces ideológicas (los hay que quieren programas electorales a la carta). De los tres millones de españoles que han votado a Vox, hay al menos un millón y medio de votantes rescatables para el PP, con los que lograría una mayoría suficiente.
[Opinión: La peor de las combinaciones posibles con los peores partidos posibles]
Ya se ha visto que apelar al voto útil no es, valga la redundancia, suficiente (pese al precedente de Ciudadanos y la última réplica de comicios: esta vez al partido satélite no se le podrá culpar de bloquear nada y no pagará por ello las consecuencias en las urnas).
Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Cómo atraer a ese millón largo de votantes de Vox sin, por ello, ahuyentar a los prestados de Ciudadanos e incluso del PSOE? He aquí el dilema de la manta corta con la que te tapas la cabeza o los pies, pero no los dos a la vez.
Guste más o menos (personalmente, prefiero el estilo caballeroso y torpón de Feijóo de aquí a Saturno), la solución pasa irremediablemente por Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña, tan valorada por la derecha "doble sin hielo" y a la vez respetada por la toniroldanesca, es el único cebo capaz de pescar con provecho en el caladero de Vox sin que la caña se vuelva lanza con el sector más progresista del bloque antisanchista.
[Digo de hacer una buena captura sin mover una coma de la política social y cultural del PP, que es la de Ciudadanos].
Sabíamos que era un momento que, tarde o temprano, tenía que llegar (ya lo contó aquí Lorena Maldonado: "Ayuso, la primera mujer que será presidenta de España, tumbando a Feijóo"), pero pocos esperaban que fuese tan pronto.
La aparición por su cuenta de Lady Madrid el domingo en el balcón de Génova, el rojo de su vestimenta como una muleta citando al toro, la mirada entre compasiva y lastimera a Feijóo, los "¡ayusos!" de la calle. Fue en ese momento cuando la lideresa tomó el testigo públicamente.
Sí, el PP consume presidentes más rápido que Vingegaard quemaba gregarios subiendo el Grand Colombier. ¿Y qué? A nadie se le escapaba que Feijóo, pese a contar con el aval de sus cuatro absolutas en Galicia, estaba (está aún de hecho) al mando del PP con permiso de la patrona Ayuso ("quien tiene la calle tiene el poder"), que toleró el liderazgo de paja del gallego, su testaferro, para ajusticiar a Casado.
Es como cuando, por seguir con los símiles ciclistas, Pogacar permitió a su aguador Adam Yates portar el maillot amarillo del Tour hasta que llegaron los Pirineos y el esloveno le dijo al británico: "¿Dónde vas muchacho?, tú aquí, a que te chupe la rueda y me quites el viento". Otra cosa es que después no consiguiera batir a Vingegaard.
Isabel Díaz Ayuso, líder de facto del antisanchismo (que es ese el plebiscito final al que nos ha conducido el presidente), es el mejor imán de voxtantes, sin por ello espantar a los que venimos de Ciudadanos. Argamasa constitucionalista. Además, con sus cosas populistas, castizas y barriobajeras, es el rival que merece Sánchez (tan odioso y zumbón). Su monstruo final. Si hay que bajar al barro a pagarle con la misma moneda, se baja. Con todo. Ya vendrán tiempos mejores.
Ya va siendo hora de que España tenga una presidenta, ¿no?