Mucho peor que el cinismo son las cursilerías con las que pretenden disimularlo. Porque el enorme montón de bullshit tras el que pretenden esconder su viciosa necesidad de poder y reconocimiento imposibilita cualquier crítica o discusión mínimamente adulta.
La "generosidad" de la que se supone que tiene que hacer gala la democracia española, por ejemplo (porque, si pudo una vez, ¿por qué no iba a poder un par o tres o las que hagan falta?). "Generosidad" que consiste en pacificar Cataluña, otra vez y las que sean necesarias. Porque los problemas políticos, lo sabía Groucho, pueden solucionarse tantas veces como convenga al poder.
De ahí que se recupere el discurso de la pacificación y del recosido de la sociedad catalana, que está dividida o rota o perfectamente unida como un solo pueblo según le convenga al enfermero de turno.
Porque grandes soluciones requieren de grandes males y la amnistía es el intento de ajustar la realidad a la retórica catastrofista. No conocemos solución mayor. Y después de tantos años oyendo, a diestra y siniestra, que el problema catalán es, junto con el machismo, el gran problema de España, es de suponer que la sociedad española estará ya madura para aceptar soluciones a la altura del problema.
La Amnistía es lo único que le daría al procés la dimensión, la importancia histórica, que quieren los independentistas y que fingen todos los demás.
Por eso recupera el socialismo algo que ha ido y venido según iban y venían sus intereses retóricos, la división de la sociedad catalana. Una división que sólo existe cuando la puede arreglar el PSOE. Y que por eso seguirá existiendo en la medida en que existe, que es en el ir y venir del argumentario partidista, porque es enormemente útil para sus diagnosticadores. Si la sociedad catalana es hoy una sociedad dividida y necesitada de una amnistía que le permita olvidar el pasado y empezar de nuevo, temamos a quien la quiera unida y pacífica.
Los catalanes deberíamos estar ilusionados, contentos y agradecidos de poder volver a celebrar la Navidad con nuestros familiares, con los que queden, después de tantos años de doloroso enfrentamiento.
La retórica de la pacificación siempre ha sido una forma de decir, de reconocer o de fingir, que con la ley no basta. Con la ley no bastó para evitar el 1-O, no bastó para juzgar y condenar a Puigdemont y otros tantos y no basta ni bastaba para imponer la reconciliación y acabar con el nacionalismo cuando la buscaba la derecha y no basta ahora para garantizarse la investidura y la hegemonía cuando la busca la izquierda.
Lambán (PSOE): "La ley de amnistía no cabe en la Constitución ni de lejos y nos introduciría a los españoles en una senda muy peligrosa" https://t.co/mdJ1SS1PoJ
— Europa Press (@europapress) September 8, 2023
La idea y la histórica generosidad de esta amnistía son que el Estado admita una culpa que no sabía que tenía para que los dirigentes catalanes tengan algo que vender a sus votantes. Aceptando la amnistía como solución a la división social catalana, y no a la situación jurídica de algunos de sus dirigentes, el sistema entero podrá seguir confundiendo las soluciones de sus políticos con cesiones a los catalanes.
De ahí lo ridículo de esta última pretensión adánica de los jóvenes palmeros socialistas, que quieren volver a empezar de cero como lo hicieron sus papás y sus jefes. Como si se pudiese. Como si la gracia de empezar de cero no fuese precisamente que no se puede nunca y que por eso es siempre un recurso, una excusa disponible para reabrir el pasado para arrojárselo a la cara del adversario político.
No habrá que explicárselo a un sanchista, supongo. Pero no estará mal recordarlo de vez en cuando. Por si las moscas.
Prueba de la naturaleza de esta amnistía es que quienes siempre han negado que hubiese un problema de convivencia en Cataluña se acogen ahora a ella como la única solución posible, y quienes siempre han insistido en ella se nieguen ahora hasta a considerar algo tan bonito de ver como es una reconciliación nacional histórica.
Les falta, supongo, esa generosidad que ahora presumen suya unos socialistas que nunca se la reconocerían al régimen franquista. Y con razón, claro, porque no fue tal o no fue tanta generosidad como conciencia compartida de la impotencia ante la necesidad histórica de la transición democrática. Lo que la vuelta de la generosidad y de la reconciliación nacional ocultan es precisamente que hoy la amnistía sólo es necesaria para que algunos líderes políticos puedan mantener su estatus.
Mucho más allá, claro está, de lo que puedan decir leyes, constituciones y constitucionalistas, siempre susceptibles de revisión y, por supuesto, de empeoramiento.