Este agosto la banda americana The Killers se metió en un lío durante su concierto en Georgia. Su cantante, Brandon Flowers, hizo subir al escenario a un fan ruso para tocar con ellos. Llegaron los abucheos. Tras la canción, Flowers, buen tipo, preguntó al público si no podían reconocer que "alguien es vuestro hermano… ¿no es vuestro hermano?". Los abucheos y silbidos crecían, mientras él insistía. "Nuestros países están separados por fronteras. Quizás queréis estar separados". Algunos fans cabreados abandonaron el concierto.
El imperialismo ruso, retomando cierta narrativa de la URSS, promueve el relato artificial de que ucranianos, georgianos, moldavos, etcétera, son "pueblos hermanos" (bratskiye narody). Pero es una excusa para mantenerles bajo su yugo por la fuerza.
Hay también algo psicopático. En la práctica, el régimen ruso tiende a violentar a los "pueblos hermanos", especialmente a los que se resisten. Su chovinismo usa además un lenguaje racista y deshumanizador para con dichos "pueblos hermanos", hoy abiertamente genocida cuando se refiere a los ucranianos.
Además, desde 2008, Rusia, a través de sus proxies en las "repúblicas independientes" de Osetia del Sur y Abjasia, ocupa gran parte de Georgia tras una guerra que fue antesala de la primera invasión de Ucrania, en 2014. La intención declarada del Kremlin es borrar la historia contemporánea, reunificando a estos países y pueblos independientes bajo un Imperio ruso reconstruido a fuerza de invasiones, muerte y desestabilización (estos días, un general ruso hablaba de Ucrania como primer paso).
Las fronteras que intentaba superar Flowers son garantía de supervivencia para estas gentes. Hablar de pueblos hermanos y pedir que los georgianos abrazaran a alguien del Estado invasor fue, pues desafortunado, aunque bienintencionado. Los Killers querían unir a través de la música gracias a la comunión con el público que se da en los buenos conciertos. Pero si el Imagine de Lennon significó algo en la guerra de Vietnam, hoy no aporta nada para casos de dimensiones parecidas a las de la II Guerra Mundial. Lo de los Killers es más bien ingenuidad. Lo entiendo: el suyo es un mundo diferente.
A veces, bienintencionada es también cierta vertiente del pacifismo que soslaya las causas y consecuencias de estas guerras de agresión, sus violaciones de derechos humanos y sus traumas generacionales. En algunos casos, producto de caducos mantras ideológicos o simple pereza mental, contribuye a exonerar de responsabilidades al agresor, poniendo en el mismo nivel a víctima y verdugo.
Un artista australiano, Peter Seaton, pintó un mural en Sídney con un soldado ruso y ucraniano abrazándose. Lo tuvo que borrar por protestas de la comunidad ucraniana. El autor, aunque pidió perdón a los ucranianos, defendió que su obra quería representar el "elemento humano de ambas facciones combatientes". Basta con molestarse en leer en cualquier (insisto, "cualquier") informe de la ONU, la OSCE u otras organizaciones lo que las fuerzas rusas de ocupación hacen con la población civil ucraniana y sus prisioneros de guerra.
Los soldados rusos han venido a Ucrania para matar ucranianos, y para destruir y subyugar a su población civil. Los soldados ucranianos luchan para defender su país, sus familias y su futuro. No entender algo tan básico muestra un grave defecto de escala moral y valores, apenas mitigado a veces por ignorancia sobre el contexto (que uno debería intentar corregir). Además, priva de significado conceptos universales como el de la justicia.
Peor es quizá el caso del director de cine Lars von Trier, que en agosto criticó la decisión de su país, Dinamarca, de entregar aviones F-16 a los ucranianos. En un post afirmó que "Russian Lives Matter Also!" y, ante las críticas, reivindicó el pacifismo como algo que "en su día fue virtud". Pero su mensaje banalizó el emblemático mensaje del movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.
En segundo lugar, los ucranianos, que apenas tienen unas docenas de aviones soviéticos, a menudo ya fuera de juego, necesitan urgentemente aviones occidentales para seguir defendiéndose de los constantes ataques aéreos rusos, muchos con misiles disparados de forma casi diaria e impune desde el mar Caspio, el Negro, etcétera (¿son los misiles rusos vidas rusas?). Si no, Rusia terminará dominando con sus aviones los cielos y bombardeando ya todo el país a discreción, creando una Siria europea.
Es significativo cómo algunas figuras sociales e intelectuales sólo se posicionan (siempre en contra) cuando se trata de ayudar decisivamente a Ucrania, no para condenar alguna de las masacres de civiles por bombas rusas, como Konstyantynivka, la semana pasada, con 17 muertos. Me recuerda a aquellos que, cuando yo era joven en Euskadi, criticaban que en la Universidad hubiera escoltas armados (ETA mató a profesores nuestros). El por qué eran necesarios no parecía soliviantarles tanto.
Un caso extremo es el del excantante de Pink Floyd, Roger Waters, hoy tonto útil de Moscú. Waters incluso ha hablado a petición de Rusia en el mismo Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que es incapaz de ejercer sus funciones más básicas por el veto ruso. Una broma si no fuera porque el tema es trágico. El resto de Pink Floyd, con David Gilmour a la cabeza, criticó a Waters y compuso una canción a favor de Ucrania.
How Pink Floyd co-founder Roger Waters and Columbia’s Jeff Sachs came to be invited to the U.N. Security Council by Russia https://t.co/84vWnclXVL
— Will Mauldin (@willmauldin) September 5, 2023
A megalómanos narcisistas como Waters, la guerra en sí les tiene más bien sin cuidado. Como a algunos políticos incapaces de condenar a esa misma Rusia cuyo ejército ha matado a Emma Igual, lo que importa es el relato, la dialéctica teórica e incluso parecer contrarians, rebeldes. Pero no hay nada digno, rebelde ni pacifista en su discurso de diván, que indirecta, pero sistemáticamente, protege al agresor.
Los Killers emitieron un comunicado de disculpa con el pueblo georgiano, gesto que les honra.