En 1865, con Isabel II de Borbón en el trono y Ramón María Narváez en la presidencia, España estaba a punto de quebrar por duodécima vez en 300 años tras la pérdida de casi todas sus colonias de las Américas. Narváez propuso entonces a la monarca un gesto de generosidad que hoy, en 2023, habríamos calificado de ingeniería financiera creativa. El gesto consistía en vender parte de los bienes del Patrimonio Real para sanear las famélicas arcas del Estado. De esa venta, el Gobierno se quedaría con el 75% de los beneficios y la reina, con el 25% restante.
Emilio Castelar, catedrático de Historia crítica y filosófica en la Universidad Central de Madrid, escribió entonces en el periódico liberal La Democracia uno de los artículos más influyentes de la historia de España. Probablemente la única columna en 200 años que ha logrado, por sí sola, hacer caer un gobierno en España.
El artículo se llamaba El rasgo. En él, Castelar se burlaba de aquellos que loaban a la reina por su supuesta esplendidez. "Los periódicos reaccionarios de todos los matices nos han atronado los oídos en estos últimos días con la expansión de su ruidoso entusiasmo, de sus himnos pindáricos; verdadero deliriums tremens de la adulación cortesana" decía el catedrático en el arranque de su columna.
"Vamos a ver con serena imparcialidad qué resta, en último término, del celebrado rasgo" continuaba Castelar. "Resta primero una grande ilegalidad. En los países constitucionales, el rey debe contar por única renta la lista civil, el estipendio que las Cortes le decretan para sostener su dignidad".
"Los bienes que se reserva el Patrimonio son inmensos: el 25%, desproporcionado; la Comisión que ha de hacer las divisiones y el deslinde de las tierras, tan tarda como las que deslindan de los bienes del Clero; y, en último resultado, lo que reste del botín que acapara sin derecho el Patrimonio vendrá a engordar a una docena de traficantes, de usureros, en vez de ceder en beneficio del pueblo".
El truco estaba a la vista. La reina vendía parte del patrimonio nacional, que no le pertenecía más que en calidad de usufructuaria, y de esa venta se llevaba un 25%. La operación le permitía además hacer pasar por generosidad lo que no era más que un latrocinio a plena luz del día. ¿O acaso no estaba la reina renunciando al 75% de "sus" posesiones "en favor" de los españoles y de España?
El artículo de Castelar fue prohibido, lo que contribuyó a su difusión, primero, y a su popularización, después (en aquella época ya existía el efecto Streisand aunque la cantante no nacería hasta 77 años más tarde). El ministro de Fomento ordenó abrir expediente al catedrático. El rector de la universidad se negó y fue cesado por ello.
El 10 de abril, los estudiantes organizaron una serenata de protesta en la Puerta del Sol. La Guardia Civil y unidades de Caballería y de Infantería del Ejército se enfrentaron a ellos, y la noche acabó con 14 muertos y 193 heridos.
La jornada es hoy conocida como la Noche de San Daniel o Noche del Matadero.
El Gobierno Narváez cayó poco después. Isabel II sobrevivió a la quema, pero con su prestigio triturado por el latrocinio y la salvaje represión desatada por un artículo de apenas 500 palabras. En 1868, Isabel II fue destronada por la Revolución de Septiembre, conocida como la Gloriosa. Esta dio paso al Sexenio Democrático, un primer intento de democracia parlamentaria más o menos moderna y con distintas fórmulas, que acabó como el rosario de la aurora.
El terremoto de Marruecos acumula ya casi 3.000 muertos y más de 5.000 heridos. Docenas de poblaciones de un país con un PIB de 142.000 millones de euros (la Comunidad de Madrid tiene un PIB de 250.000 millones de euros) han sido devastadas.
El gobierno ha sido extraordinariamente selectivo con la ayuda extranjera porque la presencia de servicios de rescate en Marruecos, o de cajas de ayuda con el logo de empresas o de gobiernos extranjeros, haría, quizá, que la población ligara cabos y reprochara al rey la inexistencia de servicios de rescate y de una infraestructura de ayuda para emergencias como esta en Marruecos. Que le reprochara la inexistencia, en fin, de un Estado digno de ser considerado como tal.
El gobierno marroquí prefiere las donaciones por razones que sólo un malpensado podría intuir.
El rey de Marruecos es el empresario más rico de su país y el quinto de África. Según la revista Forbes, su fortuna ronda los 6.000 millones de dólares. Posee 12 palacios con más de 1.100 sirvientes que le cuestan un millón de euros al día. No hay noticias de que ninguno de ellos haya sido afectado por el terremoto.
También tiene una residencia y un castillo en Francia, y una mansión en Gabón. Es el propietario del hotel Royal Mansour, en Marrakech, y cuenta con una colección de 600 coches de lujo, dos yates y cinco aviones privados. Mantenimiento: seis millones de dólares anuales.
Mohamed VI, que tardó cuatro días en viajar hasta la zona del seísmo, ha donado 91,4 millones de euros a las víctimas. Lo ha hecho a través del fondo de inversiones Al Mada, del que es el principal accionista.
Un enorme gesto de generosidad, ese de devolverle a los marroquíes el 1,5% de su dinero. ¡Larga vida en París al rey de Marruecos y sus rasgos!