Que los resultados del Informe PISA iban a ser nefastos ya lo sabíamos todos. Se intuía por la pandemia, por las tablets en cada pupitre, por los móviles que son ya una extensión del brazo de niños que no saben aún cómo atarse los cordones.

También se veía venir ante unas leyes educativas que anteponen una excesiva emotividad al conocimiento y por la capacidad de atención generalizada, que ha quedado reducida al tamaño de un guisante. Muchas razones que se pueden resumir en una realidad: no corren buenos tiempos para el saber.

Un menor utilizando un móvil en mitad de clase, en imagen de archivo.

Un menor utilizando un móvil en mitad de clase, en imagen de archivo.

Ni para las matemáticas, ni para las ciencias, ni para la comprensión lectora, cuyos resultados son los que más me llaman la atención. Principalmente, por lo que se espera de esta prueba: capacidad de identificar la idea principal del texto y localizar información, capacidad para elaborar una interpretación y reflexionar sobre el contenido. Capacidad para reflexionar sobre la intención del autor.

Saber diferenciar la voluntad del texto, si es una queja o una sugerencia, o entender lo que se está leyendo y elaborar una propia valoración apoyada en la propia experiencia vital, no debería suponer un gran desafío para chicos de quince años. No debería, pero lo es, porque en los últimos siete años la comprensión lectora en España ha disminuido 22 puntos, de 496 a 474.

Hace unos días se compartió mucho un vídeo del escritor y editor Hernán Casciari, en el que afirmaba y reafirmaba que no creía en la literatura. Que era algo que estaba muy bien en una época en la que no había nada más que hacer, pero que hoy en día nadie tenía tiempo para sentarse con un libro de 550 páginas a pasar la tarde.

"Hay mucha gente haciendo fuerza para que los chicos lean. Mi hija tiene seis años y obvio que no va a leer, ¿para qué? Yo necesito que mi hija consuma historias, que sepa contar historias, que sepa cuál es la primera trama, la segunda trama. Si hay una tercera, que la identifique".

Bueno, hay una creciente probabilidad de que no sepa hacerlo. Porque la respuesta al "para qué" planteado puede encontrarse en los resultados de la OCDE y en el hecho de que los jóvenes tienen cada vez mayores dificultades para entender lo que leen. Problemas para interpretar los textos y captar los matices y atinar en la intención; para saber cuál es la primera, la segunda y la tercera trama.

Pero no se trata solo de un problema de no entender lo que se lee. Se trata de no saber leer, porque desligar la lectura de la comprensión lectora es anclar a los jóvenes a primaria, justo antes del salto que supone pasar de "aprender a leer" a "aprender leyendo".

Los resultados de PISA y del PIRLS muestran la relación que tienen los jóvenes con la palabra escrita, pero también la que tenemos los adultos. La que tiene Casciari, la que tenemos la sociedad en general. Una relación que, ahora mismo, claramente no está pasando por su mejor momento y que explica el creciente abandono de la lectura.

Como comentaba Casciari, "decirle a un chico de siete, ocho años que tiene que estar tres, cuatro horas mirando para abajo con todos sus sentidos concentrados en una sola cosa, que es un papel con tinta en donde un tipo te quiere explicar cómo es la cara de ese personaje, pobrecito, ¿por qué le vas a hacer eso al chico?" O dicho de otra forma, teniendo Netflix y TikTok y tantas otras cosas que hacer y consumir, ¿por qué leer?

Principalmente, porque leer da placer. Pero, como escribió Andrés Amorós en Las cosas de la vida, la lectura y los libros nos dan unas cuantas cosas más. "Nos enseñan a ver la realidad y a vernos a nosotros mismos, nos hacen tomar conciencia de los problemas; gracias a los libros, aprendemos a utilizar adecuadamente el lenguaje; amplían nuestras experiencias; nos permiten estar en comunicación con los mejores ingenios, por encima de las barreras temporales y espaciales; fomentan nuestro espíritu crítico; refinan nuestra sensibilidad; nos plantean interrogantes; nos hacen abrirnos al misterio".

Uniéndome a las palabras que pronunció Mario Vargas Llosa en su discurso de agradecimiento tras recibir el Premio Nobel de Literatura, aprender a leer –y entender lo que se lee– es de lo más importante que nos pasa en la vida.

De ahí parte todo y mientras no devolvamos a la lectura al lugar que le corresponde, como uno de los principales pilares sobre los que se construye una sociedad civilizada y crítica, estaremos condenando a nuestros jóvenes a una vida de ignorancia y sumisión, pero también a una vida sin ningún atisbo de misterio.