Rafael Vera, el secretario de Estado que acabó en la cárcel por los GAL, me dijo una vez que aquel gobierno no percibió una falta de respaldo social cuando se conoció la guerra sucia contra ETA. Había incluso gente que les felicitaba por la calle. Se descorchaban botellas en los bares.
Sin embargo, añadió, hubo un instante en que notaron cómo se rompía algo con el votante: cuando los periódicos publicaron que aquel gobierno, además de matar, robaba. Los fondos reservados. No fueron los cadáveres, fue la pasta.
Me acordé el otro día de esta confesión cuando me crucé en la cafetería del Congreso con un dirigente del PP. Salvando las distancias con la pólvora, me dijo algo parecido. La amnistía, por increíble que parezca, no está perjudicando demasiado al Gobierno. Pero lo de Koldo… ¡ay lo de Koldo!
"Esto sí les está haciendo daño. ¡Mucho daño! Porque tiene drama, tiene tensión, es una historia oscura que engancha. Todos quieren saber, todos piensan que esto sólo acaba de empezar. Es tan chusco que indigna a cualquiera", añadió antes de regresar al pleno.
Los periódicos reeditan cada mañana el libreto de Aldama y la Bestia porque no dejan de nacerle personajes a la trama. Que si el espía chavista, que si el ginecólogo de la mujer de Koldo, que si los hermanos de Koldo, que si las putas, que si "el dinero en fardos". Es, por decirlo con palabras de Page, "una bomba de racimo".
Y lo es sin estar directamente implicado el presidente del Gobierno. Algunos analistas corren a decir en cada tertulia que esto "tumbará a Sánchez". Puede que sí, pero también puede que no. De momento, ningún tentáculo le roza.
Mi sorpresa (enlazo con el argumento de Rafael Vera) es que ya nadie proclama que la amnistía será la tumba del sanchismo. Aquí, sí, la implicación del presidente es directa. Y se trata de una medida que afecta a la igualdad entre ciudadanos de manera mucho más directa que la corrupción de Koldo. Unos malversaron para desmembrar el país y otros para comprarse pisos en Benidorm.
Me resulta asombroso, igual que me resultó con los GAL, que el votante de Sánchez haya amnistiado con naturalidad pasmosa la ley de amnistía del Gobierno. Algunas encuestas sostienen que la medida encuentra una fuerte oposición en el electorado socialista. Mentira. Sánchez concurrió a las últimas elecciones con un programa claro. Todos sabíamos lo que venía.
A mí me pasa con la amnistía lo que a muchos, supongo, con lo de Koldo. La sorpresa por la aparición de cosas que jamás habríamos pensado. El otro día, hubo una apuesta mayoritaria en las tertulias por criticar el perdón del terrorismo y del delito de alta traición. No obstante, hay una cuestión previa mucho más reseñable: para garantizar ese blindaje, el Gobierno de España… ha eliminado las referencias en la ley al Código Penal… de España.
Salió publicado en el subtítulo de la portada de El País, no en un diario "de ultraderecha". Más o menos fue así: "El Gobierno suprime las referencias al Código Penal español".
Y al día siguiente, el ministro de Justicia Bolaños, a lomos del delirio, se felicitó a sí mismo por haber construido una ley que esquiva el Código Penal de su país para ceñirse en exclusiva a la normativa europea. Calificó el proyecto de "referente mundial".
La derecha le recrimina al Gobierno, por elevación, que es socio de los independentistas. Y es verdad. Pero hacerlo doscientas veces por minuto entraña una consecuencia nefasta: cuando de veras se produce una gran renuncia de la soberanía, como es el caso, pasa desapercibida.
Koldo, nuestro querido aizcolari, tiene muchas más posibilidades de derribar a Sánchez que la ley de amnistía. Puede hacerlo sin hacha, con el mero aleteo de ese cuaderno donde anotó los ingresos en efectivo de las presuntas mordidas. Quién nos lo hubiera dicho: el presidente agarrado a una ley que esquiva el Código Penal como tabla de salvación.
¡Comandante, Fidel! De esto, a nosotros, la Historia no nos absolverá.