El revuelo armado en torno a la foto manipulada de Kate Middleton es el último de una sucesión de desatinos que la Casa Real británica viene encadenando, dentro de una errática política de comunicación para tratar de capear la crisis que vive desde el fallecimiento de Isabel II.
Los díscolos Harry y Meghan continúan desentendidos y enfrentados a la Corona. El rey Carlos III ha reducido su agenda tras conocerse que padece cáncer de próstata. La reina Camila se ausentó de sus responsabilidades pretextando cansancio para tomarse unas vacaciones. El tío de la princesa de Gales está concursando en la edición británica de Gran Hermano VIP. Y la ausencia del príncipe Guillermo en el funeral de su padrino Constantino de Grecia acrecentó la inquietud sobre el estado de salud y el paradero de su esposa.
Kate Middleton llevaba desaparecida de la escena pública desde el día de Navidad, y sólo el 16 de enero se hizo público que se había sometido a una cirugía abdominal. La única aparición pública tras ser dada de alta fue una imagen captada furtivamente por un paparazi británico a bordo de un coche junto a su madre.
Su aspecto desmejorado y el aura de secretismo a su alrededor no contribuyeron a aplacar la rumorología sobre la heredera consorte, por lo que publicó este domingo en sus redes sociales una foto de familia.
Es difícil imaginar una torpeza mayor que airear una instantánea en la que se aprecian desenfoques, cortes, contornos borrosos, líneas antinaturales y discontinuas y distorsiones. En un contexto de tráfago de especulaciones, nada mejor para seguir alimentándolas que una imagen palmariamente trucada.
Las sorprendentes explicaciones dadas por la Casa Real han sido más lamentables si cabe. Clama al cielo la inverosimilitud de la excusa con la que el Palacio de Kensington ha salido al paso del descubrimiento de la manipulación, con un mensaje a través de su cuenta de X en el que la Princesa admitía que había retocado la instantánea digitalmente, achacándolo a un "experimento con la edición" de "fotógrafo aficionado".
De poco ha servido la nueva imagen de la princesa junto a su marido en un coche saliendo del Palacio de Windsor, aparecida no por casualidad sólo unas horas después del comunicado oficial. La salud del jefe de Estado es una cuestión de interés público. Y la monarquía sólo podrá recobrar la confianza del público si comparte con luz y taquígrafos toda la información disponible sobre el estado de salud de los miembros de la realeza.
Resulta en cualquier caso inquietante que una institución pública haya podido colarle a las agencias de información, aunque sólo haya sido momentáneamente, una imagen trucada. La tosca edición con Photoshop es lo que ha permitido identificar el fraude. Pero ¿qué sucederá cuando la tecnología de fabricación de imágenes deepfake esté tan perfeccionada que sea prácticamente imposible distinguir las fotografías reales de las falsas?
De ahí que sea una buena noticia que los poderes públicos estén concienciados sobre la urgencia de abordar la gobernanza de la inteligencia artificial generativa. Precisamente hoy se votará en el Parlamento Europeo (aunque no entrará en vigor antes de 2026) la pionera AI Act, un reglamento para regular los usos de la IA y los peligros asociados a algunos de ellos.
Ante la profusión de sistemas de manipulación casi indetectables, con la capacidad de perturbar el sistema de crédito y veracidad sobre el que descansa el proceso democrático, parece lógico exigir a las compañías tecnológicas requisitos de transparencia y evaluación para identificar los productos de sus modelos de simulación textual y audiovisual.