Cuántos análisis cambiarían radicalmente si el presupuesto de partida fuese que la derecha no va a sumar nunca. No obstante, la mayoría de las opiniones y estrategias se asientan sobre una creencia implícita: PP y Vox van a sumar más de 175 escaños.
Yo sostengo que es imposible que el bloque de derechas sume y, por tanto, Pedro Sánchez puede dormir sobre un cómodo colchón.
Ya no se puede hablar de partidos, sino de bloques, pero todavía pesa mucho la forma de analizar la política que se aprendió durante el bipartidismo. Ahora hay que aprender a analizar el bibloquismo. Si lo anterior ya resultaba complejo, el escenario de bloques es aún más complicado.
La compleja mixtura de nuestra ley electoral que combina circunscripciones provinciales con el método D'Hont hacía difícil entender por qué terceras o cuartas fuerzas políticas nacionales, como IU o UPyD tenían más votos que CIU o PNV, pero muchos menos escaños.
Ahora, todo se ha complicado con el escenario de bloques, y un ciudadano que no sea experto tendrá muchas dificultades para comprender por qué Sánchez está instalado cómodamente en el poder.
El bloque de izquierdas cuenta con una ventaja casi insuperable. La tarta que se reparte no es igual. En España, el peso local que tienen los nacionalismos es muy grande, y es casi imposible ganar unas elecciones generales sin contar con él.
Eso explica el pacto del Tinell y el esfuerzo desmedido del PSOE por distanciarse del centro y romper cualquier vínculo con la derecha. El objetivo era presentarse como el único socio posible con el nacionalismo y el independentismo, aunque fuese a costa de romper el pacto constitucional.
Fue un movimiento electoralista, pero funciona extraordinariamente bien porque además es una maquinaria engrasada con el aceite de la división del bloque de derechas.
Así que lo más previsible es que, vistos los últimos resultados electorales, o algo cambia, o la derecha estará muchos años sin gobernar.
En las elecciones gallegas, la ventaja del bloque de derechas se redujo en casi un 50%, y pasó de ser de 48.000 votos a 26.000.
En las elecciones vascas, PP y Vox sumaron un 11% del voto. El 89% restante se va al bloque de izquierdas.
En las elecciones catalanas, los independentistas sólo han perdido como bloque 15.000 votos y se han mantenido cerca del millón y medio. El PP ha aumentado en 200.000 y Vox en 30.000. Suman un total de 600.000 votos, pero el PSC en solitario suma lo mismo que PP y Vox.
Lo previsible, es que, visto lo sucedido en 2024, y a la espera de los datos que arrojen las elecciones europeas, el bloque de izquierdas sea el candidato más probable para repetir victoria electoral si nada cambia.
El PSOE se ha quedado con la tarta nacionalista, independentista, antisistema y radical. Y la suma de esa amalgama da más de 175 escaños. El PP ha conseguido absorber casi todo el voto de Ciudadanos, que es lo que explica su crecimiento en las tres elecciones autonómicas y en las generales del año pasado, y todavía pretende sumar con Vox.
Si esta es la foto final, la derecha ni suma, ni sumará.
¿Por qué? Porque esto no va de repartir espacios físicos. Tú te quedas con la mitad del salón, y nosotros con la otra mitad. No.
Se entiende mejor si pensamos en una piscina que hay que llenar hasta más de la mitad. Si echamos diferentes líquidos pretendiendo que se mezclen hasta llegar al nivel deseado, a lo mejor nos encontramos mezclando lejía con amoniaco y generando una nube tóxica.
No todo suma, no todo se mezcla, y el votante lo sabe muy bien. Hay algo en lo que intuye que no quiere bañarse, llámese extrema derecha, populismo, nacionalismo o como se quiera.
Pero ¿lo sabe el PP? Lo dudo. ¿Y Vox? Vox sí lo sabe. Sabe que con el PP no, dice que el PP es la "derechita estafadora", y que las elecciones europeas son el escenario perfecto para subrayar sus diferencias, porque Vox no compite en primer lugar contra la izquierda, sino contra los populares.
El domingo quedó muy claro en Vistalegre que uno no puede asociarse con quien le rechaza. Las elecciones europeas son una nueva oportunidad para aclarar que en el bloque de derechas no hay un único espacio a compartir entre dos fuerzas, sino dos sustancias cuya mezcla resulta inflamable, y que hacen que el espacio que comparten sea cada vez más estrecho.