La solidaridad con Gaza mejora la vida sexual de los adolescentes
La agitación política no sigue los dictados de la razón, sino de la moda. Tiene tan poco sentido buscar razones para la acampada como para llevar pantalones de campana.
Anda por ahí un reportero, micrófono en mano, entrevistando manifestantes de izquierdas. Recientemente ha estado en las acampadas universitarias a favor de Gaza, y ha mostrado a estudiantes incapaces de decidir si está bien o mal que Hamás asesine gente, o de responder si las mujeres tienen mejor reconocidos sus derechos en Israel o en territorio palestino.
Es obvio que selecciona las respuestas más pintorescas y omite las más normales, pero en todo caso muestra un panorama desolador. ¿Es esto es la universidad?
Bueno, siempre ha sido así.
Las universidades suelen ser focos de agitación política, y no porque los universitarios exhiban un conocimiento superior al resto. Recuerden las inanes proclamas del 68 francés.
En el siglo XIX los estudiantes más revoltosos de las universidades rusas, que se llamaban a sí mismos narodniki, enfocaron sus afanes en los campesinos. Estaban convencidos de que en ellos permanecían intactas las virtudes del pueblo ruso, y se proponían devolverlas a la corrompida sociedad en la que ellos vivían tan ricamente.
Luego, cuando realmente conocían a los campesinos, se llevaban unas sorpresas tremendas.
Descartada una mayor capacidad de análisis, ¿por qué los universitarios son más levantiscos?
Una explicación benévola es que, al ser jóvenes, son más sensibles a las injusticias que los ya encallecidos adultos. Pero eso es poco convincente para todo el que haya tenido contacto con un adolescente.
Y, además, ¿por qué tendría que ser selectiva esa sensibilidad? ¿Por qué los gazatíes tendrían que despertar más simpatía que los yazidíes, los uigures o los propios israelíes, masacrados previamente por los primeros?
Es por otra parte evidente que la emoción preponderante no es tanto la compasión como la ira. La guerra de Gaza es atractiva porque permite odiar a los israelíes, incluidos en el catálogo oficial e inalterable de malos.
En todo caso, la pregunta se mantiene. ¿Por qué los universitarios tienen tanta afición al activismo político?
Cuentan que Darwin estaba obsesionado porque acababa de desarrollar la teoría de la selección natural y un bicho presumido, el pavo real, la desafiaba tan campante. ¿Qué hacía con esa cola tan aparatosa, capaz simultáneamente de llamar la atención de los depredadores y de dificultar la huida? ¿Cómo era posible que no se hubiera extinguido ese merluzo?
"Si los universitarios no tienen una mejor capacidad de análisis ni una mayor sensibilidad que el resto, ¿por qué tanta afición al activismo?"
Darwin acabó entendiendo que para transmitir los genes no sólo hay que tener la habilidad necesaria para sobrevivir (selección natural), sino también el encanto suficiente para aparearse. Y así descubrió la selección sexual. A las hembras del pavo, por alguna razón, les atraía la cola del macho.
Pues bien, el psicólogo evolucionista Geoffrey Miller considera que el activismo político en las universidades es, sencillamente, otro mecanismo de señalización sexual. Una pancarta, un póster del Che Guevara, o una pegatina de un partido de izquierdas son exhibiciones de virtud similares a la cola del pavo real, y cumplen una función idéntica a la de esta.
Es decir, las acampadas no pretenden realmente mejorar la situación de los palestinos, sino la propia vida sexual y sentimental. Y por eso la agitación no sigue los dictados de la razón, sino de la moda, que en política se llama "hegemonía".
Tiene tan poco sentido buscar razones para la acampada como para llevar pantalones de campana.
Pero en sistemas caóticos (y la política es uno de ellos) se produce el "efecto mariposa", y la acampada de un pavo moral en la Complutense puede afectar a un cargamento de armas hacia Ucrania. Porque los políticos buscan mercados donde vender sus chatarras. Y si los jóvenes dicen que les preocupa Gaza, les venden Gaza.
Observen que en todo este proceso el interés por el bienestar de los gazatíes está bastante ausente. El mecanismo arranca con el deseo sexual y se engrana con el deseo electoral.
¿Quiere esto decir que cuestiones tan relevantes de política internacional se mueven por exhibicionismo y señalización de virtud?
No, los de Hamás se lo toman bastante en serio. Ellos manipulan el mecanismo a su favor, y contemplan el resultado con desprecio y diversión.
*** Fernando Navarro es exdiputado de Ciudadanos y exviceconsejero de Transparencia en Castilla y León.