Piden "atar en corto a la prensa". La nueva política venía a asaltar los cielos, pero ha resultado que asaltar los cielos era recuperar las formas (y el fondo) de las dictaduras. 

"Nuevos modos de hacer", lo llaman.

Ione Belarra, con sueldo público y escaño en el Congreso de los Diputados, vive ahora mismo de presentarse como una víctima del mismo sistema que la ha colocado donde está. Desde el lugar de privilegio que ocupa, y que debería usar para representar los intereses de todos los españoles, ha llamado corruptos, con nombre y apellidos, a varios periodistas. También ha dicho que hay que atarlos en corto. 

Según Pablo Echenique, el discurso de Belarra ha supuesto la gran catarsis (ahí es nada) que nuestra democracia necesitaba para por fin poder criticar a los medios de comunicación.

"El tabú está roto y eso tiene un profundo significado político", asegura, reflexivo.

Por favor, Pablo. Lo de señalar periodistas porque no se comportan como lacayos es más antiguo que el hilo negro.

Sólo por elegir un ejemplo que le pueda escocer a nuestros heraldos de la libertad atada en corto: Vox ya difundía vídeos señalando periodistas cuando también ellos se sentían como el excluido contra el que todos los demás conspiraban.

¿Eso también tiene un profundo significado político?

Semejantes coincidencias mueven a la reflexión sobre el valor de la libertad y la localización precisa de sus amenazas.

En realidad, lo de "derribar el tabú" es sólo otra manera de decir que se ha abierto la veda y que ya se puede expresar sin escrúpulo ético lo que de verdad piensan: que la Justicia debe ser un instrumento de control político y que los medios de comunicación deben ser obedientes al poder. 

Quienes piden desde la tribuna leyes y más leyes para controlar a la prensa sólo ponen en evidencia su frustración por una realidad que no se comporta como ellos desearían.

Así que nada mejor que un cepo de burdas medidas coercitivas disfrazadas con la matraca de "la protección de la democracia". 

Y la democracia, por Derecho natural (perdona, Ione), siempre son ellos. Claro.

Al final, la prensa es atacada por los mismos de siempre. Los que tienen una profunda aversión a la libertad individual. Los que consideran la crítica como una traición y una deslealtad. Un poco como aquella República Democrática Alemana, que también llevaba a gala lo de la "democracia", y que también ataba en corto a la prensa.  

"El problema es que en España acaben pensando que hay gente que no se presenta a las elecciones que manda más que el presidente del Gobierno. Y eso no lo podemos permitir", ha dicho Ione Belarra en el Congreso. 

Ay, Ione, que se te escapa el plan y se te ve el plumero. Precisamente el núcleo de la democracia es que el presidente del Gobierno no disfrute de impunidad. ¿Información frente a arbitrariedad? ¿Luz frente a oscuridad? ¿No te suena?

Belarra no se está inventando nada. A estos guías espirituales que siempre creen estar abriendo caminos nuevos con ideologías viejas les vendría bien recordar que estamos ante la manida conclusión a la que todo político con pulsiones dictatoriales acaba llegando. "Si la sociedad no me quiere, que al menos me tema"

Afortunadamente, en las verdaderas democracias, y no en aquellas con las que algunos fantasean, todavía existen mecanismos para evitar que a uno lo conviertan en el hombre nuevo al que aspiran los totalitarios.

Y para evitar también ser aniquilado. Políticamente, claro.