Si Fernando Grande-Marlaska quería que lo de Nacho Cano pareciera un accidente, un asunto de visados y de sellos y de firmas fotocopiadas y compulsadas por partida triple tras ser enviadas por burofax al funcionario decimoséptimo de la ventanilla quincuagésimo octava de la Delegación de Gobierno de Madrid, la cosa ha salido regular. 

Nacho Cano, a la entrada de su rueda de prensa en Madrid.

Nacho Cano, a la entrada de su rueda de prensa en Madrid. EFE.

En primer lugar, porque incluso poniéndonos en lo peor, es decir en la posibilidad de que los estudiantes becados estén en España en situación alegal mientras esperan a que se resuelvan los recursos de sus abogados para la concesión del visado de estudiante, la redada policial escenificada ha sido tan excesiva, tan delirante, tan irregular, que uno, claro, no puede dejar de sospechar que esto no va de visados, sino de Ayuso

En segundo lugar, porque para que parezca un accidente es necesario que la víctima muera sin escándalos. Porque si no lo hace, y te monta una rueda de prensa como la de este martes de Nacho Cano, rodeado y apoyado por sus presuntas víctimas, lo que consigues es que se genere un tremendo carajal, que el ruido alerte a los vecinos y que la identidad del asesino se haga pública.

Y es que hasta para llevar a cabo una operación como la ejecutada contra Nacho Cano, en sorprendente coincidencia con la milagrosa sanación del empresario Juan Carlos Barrabés y las nuevas revelaciones sobre los casos de Begoña Gómez y del hermano de Pedro Sánchez, tiene uno que ser un profesional.

Lo cual no excluye la posibilidad, y ayer me lo recordaban mis compañeros de EL ESPAÑOL en nuestra habitual reunión de las 14:00, de que la situación de esos estudiantes en España sea efectivamente irregular

Tiene narices que ese sea un argumento en un país que anda repartiéndose miles de menas que han llegado ilegalmente a nuestro país y de los que desconocemos edad, filiación, intenciones y, por supuesto, antecedentes penales. 

Pero es un argumento, sí, y no lo digo irónicamente. 

"Es una cacería política", les decía yo a mis compañeros.

"Puede ser, pero si sabes que puedes ser el objetivo de una cacería por tus opiniones políticas, razón de más para que todos los papeles de tu empresa tengan hasta el último sello puesto", me contestaban ellos.

"Me da igual el papeleo, es una cacería, esto no va de visados", me enrocaba yo.

"Y lo de Lola Flores también fue una cacería, pero no había pagado lo que tenía que pagar, así que se lo puso fácil a quienes querían cazarla", replicaban ellos.  

De nuevo la vieja batalla entre iuspositivistas e iusnaturalistas. "¡Es una injusticia! ¡Esto es fascismo!" gritaba yo. "¡Las reglas están para cumplirse! ¡Vivan el orden y la ley!" gritaban ellos, invirtiendo los papeles habituales en el diario.  

Mis compañeros, claro, tienen buena parte de razón. En este país no se organizan redadas por unos miserables visados de estudiante. Y en eso tengo razón yo. Pero si la Policía Nacional escenifica tu detención porque una denuncia (justificada o tendenciosa, ya veremos) se la pone como se las ponían a Fernando VII, pues toca tragar y pagar la multa, o pelear frente a la Administración, o aguantar el chaparrón mediático. 

¿Que la posible infracción de Nacho Cano es en el peor de los casos un simple ilícito administrativo y que eso no justifica en ningún caso el churrigueresco despliegue policial? 

Por supuesto.

Pero, de nuevo, no ayuda en nada la confusión entre los conceptos de becario y estudiante. Como no ayuda que el curso ofertado a los estudiantes no esté homologado. O la indeterminación que rodea la actividad de los estudiantes. ¿Están aprendiendo, están ensayando, están practicando, están trabajando? ¿De todo un poco, con vistas al hipotético estreno del musical en México?

Sí, lo sé. Los burócratas se preocupan de los procedimientos y los empresarios de los resultados, y ambos objetivos son contradictorios. Sé además dónde está mi simpatía en esa batalla entre muertos en vida reglamentistas y la gente que crea puestos de trabajo, que paga sueldos, que produce arte y que genera valor añadido

Pero no se lo pongamos fácil. 

En cuanto a los estudiantes, que corren ahora el riesgo de que les devuelvan de una patada a México (se ve que con un mexicano sí se puede hacer lo que aparentemente resulta imposible hacer con un marroquí, un argelino o un senegalés), pues ajo y agua. Haberse buscado unas prácticas con alguien que no fuera amigo de Ayuso, ¿no? 

De lo que no tengo dudas es de que la operación policial contra Nacho Cano será en el futuro recompensada por Pedro Sánchez. Yo le vaticino al responsable el número dos de Interior, aunque no descarto la posibilidad de que algún futuro buñuelo jurídico-policial que acabe saliendo hasta en los telediarios de Kuala Lumpur lo catapulte a ministro del Interior cuando Marlaska sea defenestrado

Pero a los hechos. 

De acuerdo con las declaraciones de Nacho Cano y sus estudiantes becados, aquí ha habido, presuntamente, interrogatorios policiales prospectivos, detenciones arbitrarias, retenciones ilegales, amenazas de deportación, intervenciones no consentidas de teléfonos móviles y reenvíos de comunicaciones privadas a dispositivos de agentes de la autoridad. Además, claro, de las habituales filtraciones a la prensa sanchista.

Ya les avanzo yo que todo eso es innecesario para la investigación de una denuncia. Pero el poder no es verdadero poder si no es arbitrario. Y el show, como es evidente, formaba parte del libreto de la obra que se estaba representando. 

"Nos enseñaron fotos borrosas donde no se reconocía a nadie y querían que les respondiéramos lo que ellos querían escuchar. Ni siquiera nos dieron opción. Todo estaba encaminado a eso" dijo una de las estudiantes.

"Querían que dijéramos que estamos siendo explotadas, cuando no es así" dijo otra. "Nosotras vinimos sabiendo qué íbamos a hacer y en qué condiciones, que son óptimas. Se nos da todo lo que necesitamos, todo lo que se nos prometió, y más. El interrogatorio iba dirigido a que denunciáramos un acoso que no existe. Nuestra participación es voluntaria y nuestras prácticas son necesarias".

Quizá los estudiantes exageran. Los diecisiete. Quizá todos ellos son de ese tipo de inmigrantes que llegan a España y que, tras ser recibidos por la embajada de su país, se ponen a cantar y bailar, los muy canallas, en una compañía de danza, durante diez horas al día. Hay perfiles que gritan "problema" sólo con verlos, y este es un ejemplo evidente. ¡Inmigrantes que vienen a trabajar duro! Muy, muy sospechoso.

¡Y encima les falta el visado!

Lo único cierto hoy, a falta de información concreta sobre la denuncia que lo originó todo, es que los estudiantes han negado cualquier tipo de acoso sexual o explotación laboral por parte de la compañía de Nacho Cano. Todos ellos han anunciado además que denunciarán a la Policía Nacional. 

Veremos qué nuevas filtraciones llegan hoy hasta El País y la SER. Quizá un extintor mal colgado en Ifema. Quizá una mirada torcida del número dos de Nacho Cano tras un paso de baile mal ejecutado. Quizá algo realmente delictivo, o irregular, o feo. 

Veremos también en qué consiste la denuncia de la becada díscola, a la que por lo visto no le sentó bien ser rechazada cuando se comprobó, bastante rápido según fuentes de la compañía, que su conflictividad "era superior a su talento para el canto y el baile". 

Pero, en fin, lección aprendida. Con este gobierno hay que tener los papeles impecables. No sea que la noche de los cristales rotos te pille con el permiso de venta al público caducado y eso acabe justificando el incendio de tu comercio.