El plan de regeneración de Pedro Sánchez es otro gran globo pinchado, de esos a los que ya nos tiene acostumbrados el presidente del Gobierno.
Para empezar, un desahogo: qué auténtico peñazo de intervención. El momento más interesante fue cuando regañó a la bancada del Partido Popular por hablar entre ellos durante su intervención. “No escuchan nada. Ustedes están a lo suyo”, dijo como diría un agotado profesor de química al que los chavales de la ESO no le prestan atención un viernes por la tarde.
Pedro, que es julio. Que venimos de ganar con Alcaraz y con la selección. Si vas a convocar a España con un plan de regeneración democrática que llevas meses anunciando como episodio nacional que marcará nuestra historia, ten la decencia de no aburrir.
“Sabemos que no somos fiables”, se le escapó en un momento dado al presidente. Hay una mujer sabia en mi vida que dice que es imposible hablar mucho y decir siempre cosas inteligentes. Supongo que aquí se aplica la regla de que es imposible manipular tanto sin que se te escape alguna verdad. Dicen que el subconsciente siempre traiciona.
Siempre hay algún cabo que queda sin atar y a Sánchez últimamente se le están soltando muchos.
Se le escapa el relato con el saludo de Carvajal. Se le escapa el relato cuando asegura en su intervención que las noticias falsas están vinculadas a la ultraderecha la misma semana que su vicepresidenta nos miente a todos diciendo que han pactado la derogación de la Ley mordaza. Se le escapa el relato cuando asegura que los ciudadanos creen que la economía va mal por culpa de la desinformación y no porque sepan cuánto pagan por la compra y el alquiler todos los meses. Se le escapa el relato en cada encuesta del CIS subvenciona con nuestros impuestos.
Si es que hay cosas que uno no debe decir, aunque solo sea por vergüenza.
Qué peligro que este país lo dirija un hombre que se empeña en susurrarnos: “No creas en lo que ves, cree en lo que te digo”.
“La erosión democrática le está pasando desapercibida a buena parte de la ciudadanía”, advierte con cara de circunstancias quien es la erosión democrática en persona.
Con qué paternalismo nos habla este presidente que nos dice que no nos enteramos, que no sabemos informarnos, que nos manda a reflexionar, que nos dice quiénes son los buenos y los malos de la película.
Con qué seguridad pasmosa habla de garantizar la transparencia quien ha atacado sistemáticamente a los dos pilares que verdaderamente la sustentan: los jueces y los periodistas.
Habla de transparencia quien no quiere aclarar si entre las cuatro paredes de la Moncloa se gestaron, como mínimo, contratos privados a favor de su esposa. Quien gestionó una pandemia amparándose en un comité de expertos que nunca existió.
Acaricia nuestros oídos con la rendición de cuentas quien se ha acostumbrado a sustituir las ruedas de prensa abiertas por declaraciones institucionales.
Nos quiere seducir diciendo que el rol de los ciudadanos es el más importante a la hora de decidir lo que sucede en un país quien cocinó en pocos meses una amnistía a cambio de siete votos.
Hay momentos en los que convence. Reconozco que cuando el presidente habla de reforzar los derechos al honor y a la rectificación, me parece una excelente iniciativa. Solo que me temo que Sánchez no tiene en mente al hermano de Isabel Díaz Ayuso, o a Xabi Alonso, o a la mujer de Feijóo.
El cínico siempre fue el vicioso que alaba la virtud.
Para cuándo un plan de regeneración en que el presidente vaya al Congreso, se encierre como la madre de Rubiales y diga: señores, de aquí no salimos hasta que nos reeduquemos nosotros.
Hasta que eso ocurra, el plan de regeneración es otra propuesta vacía que sigue la pauta iliberal con la que este Gobierno avanza en la legislatura, es una nueva técnica de supervivencia para añadir al manual de resistencia, es la coartada europea tras la que esconderse para seguir imponiendo su relato.
El plan de regeneración de Sánchez en realidad vuelve a consistir en que eres tú, siempre tú, el que se tiene que regenerar (o reeducar). Nunca él.