Las palabras de Pedro Sánchez el sábado en su comité federal sonaron como una alarma antiaérea en mis oídos. “Edmundo González es un héroe a quien España no va a abandonar”.
En vez de defender su triunfo, de reconocerlo como presidente electo de Venezuela, el Gobierno de España iba a posibilitar que saliera de escena al exilio forzado.
Visto y no visto. En cuestión de horas se conocía por boca del propio régimen la noticia de su salida del país, nada menos que a través de Delcy Rodríguez, quien, a través de un mensaje meticulosamente redactado (del que no es difícil reconocer la autoría), confirmaba que se había otorgado el salvoconducto a González tras su solicitud de asilo a España, “en apego a la legalidad y en aras de la tranquilidad y paz política”.
Así se pronunciaba y actuaba el régimen que en el último mes ha encarcelado a más de dos mil personas y matado a casi treinta en las calles, además de hacer desaparecer, perseguir y acosar salvajemente a toda la estructura de la oposición que paticipó en las elecciones del pasado 28 de julio.
El golpe en el ánimo nacional ha sido tremendo. Nada se había sabido ni explicado antes por parte de la oposición. Pero ese era ni más ni menos el principal efecto buscado. Desactivar el poder de la ciudadanía, que vuelvan a sus casas, que se sientan defraudados una vez más, que el sentimiento de fatalidad los desborde.
Yo me pregunto qué hace un expresidente de España como Zapatero presumiendo de mediar para que huya de su país el presidente legítima y probadamente elegido en las urnas de Venezuela, en lugar de reconocerlo como tal y exigir que el ilegítimo detenga sin demora su brutal despliegue de persecución, acoso y violencia.
¿Qué hace el gobierno de España secundando dócilmente (no sé con cuánto de ingenuidad y con cuánto de vileza política) un proceso con una impronta inequívoca de la Inteligencia cubana?
Porque la pauta es simple y conocida. En este caso, el objetivo era deshacerse del legítimo. Sacarlo cuanto antes del país para quebrar la fortaleza de los ciudadanos, el temple y el coraje que necesitan para resistir hasta el final.
Apretar, apretar. Amenazar sin tregua a un hombre de setenta y cinco años que aceptó el último reto de su vida política, pero no llegó a imaginar el precio. Desplegar la engrasada maquinaria Habana-SEBIN, acosar a todas las embajadas menos la nuestra, conducirlo como res al corralito español con la agencia de Zapatero, y hacerlo sentir a salvo… cuando de lo que se trataba era de desterrarlo limpiamente, a petición propia y con el avión de nuestras Fuerzas Armadas ya en marcha.
Sí, a esto se estaba dedicando Zapatero en su silencio. Al colaboracionismo para quitar a Edmundo de en medio. A todo lo cual hay que sumar una posible falla en la oposición propiciada por el entorno de Edmundo, que, por interés particular ha abandonado a María Corina y al país entero.
Pero María Corina es de las que se quedan. De las que enarbola la verdad de los hechos como una proa gigante. Ha tardado casi un día en pronunciarse, pero lo ha hecho liderando desde la certeza de los hechos: preservar la integridad del presidente electo era imprescindible, pues Edmundo González Urrutia encarna en su persona física la constitucionalidad recuperada de Venezuela. Muerto no sirve.
Pero, ahora que está a resguardo, Edmundo tendrá que seguir luchando desde afuera, le recuerda María Corina, hasta la cita inaplazable de la juramentación que le corresponde en enero de 2025. Sin miedo y sin descanso. Que se haga la gira europea completa. Que se recorra todas las instituciones. Que se encuentre con la diáspora. Porque, entretanto, ella se queda con los venezolanos. Inquebrantable. Su mensaje huele a decepción, pero deja claro el tablero.
No sabemos (y dudo que lleguemos a conocer en su totalidad) cuáles han sido las condiciones de esta salida. Parece que, en el tira y afloja antes de abandonar Venezuela, los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez llegaron a exigir a González Urrutia que reconociera la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que dio por ganador electoral a Nicolás Maduro tras el mayor fraude electoral de la historia de América Latina. No tienen límites, de modo que podría ser.
También se ha informado de que el exdiputado Eudoro González, bien visto por los hermanos Rodríguez y por Zapatero, testaferro del chavismo que milita en Primero Justicia, estuvo entre los negociadores. Y es ahí donde se mueven otras cosas a nivel interno desde antes de las elecciones: un grupo opositor de Primero Justicia que apostaba y apuesta ya al 2030, y que cree beneficiarse con esta salida de Edmundo.
La cuestión es que el presidente electo de Venezuela ya se encuentra en España junto a su esposa, y de inmediato comenzarán los trámites para la concesión del asilo que tanto ha insistido nuestro gobierno en recalcar que fue solicitado por el propio Edmundo. La resolución será, sin duda, rápida y favorable, pues así habrá sido acordado previamente.
Este martes se debatirá en el Congreso una proposición no de ley, impulsada por el Partido Popular, que pide que España reconozca a Edmundo González Urrutia como ganador y nuevo presidente del país, asi como reprobar el silencio de Zapatero y condenar la represión de Maduro.
Podría salir adelante en su integridad o con varios de sus puntos, ya que no sólo el PP y Vox reclaman el reconocimiento de la victoria de la oposición venezolana, sino también aliados del gobierno como el PNV y Coalición Canaria.
No estará presente el presidente Sánchez, pues seguirá de gira por China, pero yo no descartaría que el Gobierno de España (el ministro Albares), lleve a Edmundo González al Congreso para exhibirlo como un trofeo socialista y tumbar así la iniciativa, institucionalizando el blanqueo de una operación que, si de algo no tiene nada, es de defensa de la democracia.