Hay mucha coña en Twitter con el semblante de Pepa Millán, la portavoz de Vox en el Congreso, que ha tenido que comerse el sapo de reconocer el error de su grupo de votar a favor de una ley que podría beneficiar a presos de ETA.

Luego la poesía ha hecho el resto.

La broma es que la cara y el gesto de la Millán recuerdan a la novia 'regañona', un arquetipo de mujer que acostumbra a ser aproximadamente guapa, pija, altiva, esnob, reaccionaria, moralizante y punitiva.

Esta tía se ha tomado muy en serio el patrón de sustituir a la madre del cordero, es decir, de su novio. Por una parte le ha cogido el turno y el guante a la señora suegra y por otra parte va a estrujarle la mano hasta reventársela mientras no deja de sonreír. Con sus ademanes parece decirte que el cetro ha cambiado de dueña. Que da igual lo fuerte que llores. Mami ya no puede oírte. 

Ahora compartes un piso con ella en Acacias y tienes la vida planificada. Militarizada. Hay poco margen a la improvisación. Eres un muñeco roto en las rocas de la pasivoagresividad. 

A veces extrañas la Play, los donetes, la procrastinación, el salirte del Excel doméstico un rato.

A veces extrañas tu propio pelo. Tus amigos (esos a los que ella no aguanta porque le parecen una panda de niñatos alcohólicos e infieles que no te quieren ver progresar y que te llevan por el camino de Satán) dicen que el cartón del bingo ese que ahora manejas en la coronilla es responsabilidad del miedo que te genera tu piba. Te está convirtiendo en un párroco. 

Ella no te mira con arrobo. Te juzga y te mete un navajazo sin palabras

Ella siempre soñó con tenerte para cambiarte. Ese será el hercúleo y lento oficio de su vida, tu corrosiva transformación en Señor Sin Pasiones y A Punto de Morir. 

Pepa Millán, la portavoz de Vox con cara de regañona.

Pepa Millán, la portavoz de Vox con cara de regañona.

"Haz lo que quieras". Cuatro palabras para un reinado, el del terrorismo psicológico.

Y más traca viral: "¿Quién era esa? No entiendo por qué tiene que llamarte a ti esa para nada. Lo que tenga que decirte, que te lo diga en el trabajo o por mail".

"Ah, ¿que otra vez vas a salir el sábado? Tú sabrás, pero el domingo te estoy levantando a las 9:00 para aprovechar el día. No vuelvas a llegar cansado al arroz con mis padres".

"La vergüenza que me da cuando haces esa broma... ¿no te das cuenta de que nadie se ríe contigo? Se ríen de ti".

"Cierra la boca al comer".

"De verdad, vas hecho un cuadro, esa camiseta te la voy a hacer trapos, ¿cuándo te vas a vestir como un adulto?". 

La novia regañona también hace mucho lo de hablar de ti como si no le estuvieras escuchando, como si no estuvieras delante. Lo hace en una mesa llena de gente. Es maternalista. "¿Qué voy a hacer con él? Yo tengo el cielo ganado. ¿Te crees que el otro día...?", y aquí calza alguna anécdota tuya íntima. Algo sobre calzoncillos roídos, quizá. Algo sonrojante de lo que no podrás escapar.

Se queja de que te comportas como un crío y tiene algo de razón, eres un poco desastroso (y eso que hace rato que te pesa el testiculario), pero rompo una lanza en favor del simpático Peter Pan que te habita y te diré que a fuerza de ser tratado como un idiota, uno se vuelve un completo idiota

El tuyo es un hogar cimentado en el poder del careto. Un careto puede arruinarte un día o una vida. Si algo no está a su gusto, si el agua no va por su molino, si la existencia no es un traje a medida, te tumbará con su careto, que es una cara pretendidamente severa e inmutable, una cara de amargamiento ecuménico, una cara que hace saber a todo el mundo que eres un fracasado y que te odia, pero que hace el esfuerzo de enseñarte a vivir y a ser un hombre de provecho. Es la cara de "calcetines parejos o bala". 

A mí, como feminista, me gustaría decir que este arquetipo (exagerado, claro, radical, pero que salpica a muchas mujeres de látigo que se sienten líderes cuando sólo son tiranas) es un invento de los hombres.

Pero no.

Las conozco, las he tratado. A menudo han sido las novias de mis propios amigos. Sus inseguridades las teníamos que pagar todos. Cuántas noches reventadas. Cuántos almuerzos incómodos.

Recuerdo esas épocas pesadillescas. Recuerdo aquellos años de sortear a aquellas taradas arbitrarias e inapetentes, incapaces de comer, de beber o de bailar con alegría, inhabilitadas para reírse a carcajadas... ni siquiera con algo muy gracioso. Cualquiera hubiese dicho que llevaban a rajatabla un papel. Su papel. 

Es una basura ser la constrictora. Es una herencia pringosa de una de las parejas de cine más antilibido que existen: el tontorrón y la sargento. Ella es una ultra de lo suyo, es la que te impone sus criterios marcianos sobre el bien y el mal. Sus cánones son rectos. Son conservadores. Son asfixiantes. Son religiosos. Cúmplelos o te llenará de culpa. 

Te comparará con los novios de sus amigas. Ellos tienen más dinero, más orden, más sangre. 

Te hará sentir siempre débil, cuando el amor consiste en sentirte fuerte. 

Son una mentira, una vergüenza para el sexo y los afectos. 

Duele decir que por mujeres así sobrevive una de las expresiones rancias y misóginas que más odio, la de "estar de Rodríguez". Puf. Se entiende que los chavales quieran camelar un rato como ellos camelan cuando el perro de presa se despista un fin de semana y se va a la despedida de soltera de su amiga Genoveva. Se entiende que quieran respirar aire puro y jugar un rato a ser libres

Para nosotras no fue así, para nosotras siempre fue lo contrario. Queríamos amar a hombres que dijeran a sus amigos "oye, este sábado no hagas planes, que vamos a salir con Ella". Y que supieran que entonces se lía.