Me da asco la foto de Pedro Sánchez con Víctor de Aldama, me la da la de Alberto Núñez Feijóo con Marcial Dorado. Me dio asco Íñigo Errejón cuando decía que "creemos a todas las víctimas de agresiones sexuales", y me da asco el linchamiento del personaje sin mediación judicial.
No es equidistancia, que ya me conozco la respuesta de los soldaditos valientes. Es todo lo contrario.
El asco es la justa distancia entre lo correcto y lo incorrecto. El asco es la frontera entre la "nueva política" y la política prudente. El asco es, como dice Javier Gomá, el signo más elocuente de civilización.
La moralidad de una persona se define por las cosas que le dan asco.
Me da asco que sufra un inocente, me da asco que peguen a un anciano, me da asco que un niño no juegue, me da asco que María Jesús Montero haga muecas en su escaño y me dan asco los diputados que ensayan para el concurso del mejor zasca.
¿Por qué me da asco la foto? Me da asco porque se utiliza como prueba judicial. "Como sale en la foto, Sánchez es parte de la trama".
Y no, no es así, y me da asco ese argumento. Porque antes me lo dio que se utilizase con Feijóo, y porque me da asco que demos por normal el linchamiento.
Como mucho, algunos buscan el empate, pero el empate en el fango. Y así dan por bueno que, si una fotografía sirve para probar una cosa, también sirve para lo contrario.
La costumbre de utilizar las portadas de los periódicos para criminalizar a personas es asquerosa, y el tacticismo político que hay detrás, además de repugnante, no sirve para nada. Sólo sirve para empatar en un partido embarrado en el que todos acaban confundidos.
Para eso sirve Twitter, y se ha convertido en una de las principales causas del deterioro de la convivencia. Un político debería aspirar a que Twitter hable de él, y no él como Twitter.
No me parece mal que salga la foto de Sanchez con Aldama en una portada si es para informar y no para juzgar. Me parece perfecto porque esa es la función de la prensa y con esta fotografía se ha retratado a un mentiroso.
Sánchez ha dicho en repetidas ocasiones que no conocía a Aldama. Y lo sigue diciendo después de aparecer con él en un ascensor y en otros lugares relevantes. Es verdad que Joaquín, el del Betis, se habrá hecho mil fotos con fans que no conoce.
Pero ni Aldama es un fan de Sánchez, ni Sánchez un futbolista. Sánchez y Aldama se conocían, Aldama está en la cárcel, los dos son amigos de Ábalos, que está imputado, y sobre la mesa está la peor trama de corrupción de la democracia española.
Y precisamente porque esto es así, porque hay una línea que parece dibujarse sola, es por lo que hay otra línea roja que no debe cruzarse. Estamos ante un caso que puede ser nada, o puede serlo todo, y esto lo dirán los jueces.
Entiendo las ganas de apretar, de remar todos en la misma dirección, de arrimar el ascua a la sardina. Pero es una estrategia contraproducente que, además, da asco. El tacticismo no puede llevarse por delante la justicia.
Si los Errejones de turno trajeron lo peor del fango, que es la moralización de la justicia y de la política y, con ello, se saltaron todos los límites democráticos; si con su elevada moral rodearon el Congreso, hicieron escraches, lincharon públicamente a políticos enfermos, acosaron a los jueces e hicieron leyes injustas, lo que deberíamos aprender es que aquello no lleva a nada.
Por eso, no hay que hacer lo mismo en sentido contrario, o los moralistas habrán ganado definitivamente la partida.
Lo que daba asco antes, lo sigue dando ahora y, además, es una estrategia perdedora.