Vinícius Jr. se ha quedado sin el Balón de Oro que todo el mundo anticipaba, en beneficio de Rodri.
Vamos a suponer que no hay tongo. Vamos a suponer que la lista de jugadores que se da a conocer al final de la gala es el reflejo exacto de lo votado por cien periodistas previamente escogidos por la organización, sin manipulación de última hora de ese resultado.
La organización del Balón de Oro es France Football, pero este año también es la UEFA, con Ceferin como maestro de ceremonias, lo que pone en bandeja las suspicacias al ser uno de los grandes enemigos del Real Madrid.
Aun así, aceptémoslo. Aceptemos que la acumulación matemática de los votos de los cien periodistas desemboca precisa y exactamente en la lista final, aunque de manera cuanto menos desconcertante se nos diga que no sabremos los puntos obtenidos por cada futbolista hasta bien entrado noviembre. ¿No podrá ser que dichos periodistas son influenciables? ¿No podrá la organización acomodar hasta cierto punto sus voluntades?
Vamos a imaginar que tampoco. Vamos a imaginar que son periodistas incorruptibles uno a uno, un insobornable de cada país de las cien naciones más importantes para la UEFA, tan independiente el del Reino Unido como el de Senegal. Han votado libérrimamente y sus opciones han prevalecido sin tejemaneje anterior ni posterior.
Entonces, ¿por qué en la víspera y preliminares se filtra al Real Madrid y al propio público una lista que es idéntica a la que finalmente se da a conocer, excepto en el orden de los dos primeros clasificados?
Sólo la propia organización puede filtrar una lista que se aproxima tantísimo a la realidad. Estadísticamente, una lista aleatoria no puede acertar en todo menos en los dos primeros.
Admitiendo que la explicación a esta anomalía estadística no esté en un tongo final, en un amaño de última hora, lo que ya es ser generoso admitiendo con Ceferin detrás, sólo parece quedar en pie la hipótesis de que la organización filtra la lista falsa para asegurarse de que el Madrid acude a la gala pensando que Vinícius gana cuando en realidad pierde. Es decir, se engaña al Madrid para prepararle una especie de emboscada de deshonor, con el mundo como testigo de su frustración.
Es muy difícil no pensar en este último como el escenario menos conspiranoico de todos, el más natural. La gala quedó evidentemente deslucida sin la presencia del Madrid, que ganó en otras categorías, y eso es lo que se trataba de evitar a través de filtraciones fraudulentas.
Querían al Madrid mordiendo el polvo en vivo y en directo, con Vinicius llorando ante los ojos del mundo y Laporta dando discursos rodeado de sus brillantes féminas como premio a una temporada carente de títulos en el fútbol masculino. Eso es lo que querían, y eso es lo que no tuvieron.
Aun así, extrememos la ingenuidad. Abracemos la hipótesis flower-power de que la filtración según la cual ganaba Vini no era interesada, que fue sólo un accidente o la broma de mal gusto de un becario coñón en el departamento de marketing de France Football.
Aun en este hipotético contexto, tan sumamente propio de los mundos de Yupi, el Madrid no podía bendecir con su presencia la escenificación de una decisión directamente demencial.
Aunque los cien periodistas fueran efectivamente la excepción, se da un consenso casi absoluto respecto a la condición de Vinicius como mejor jugador del planeta en la actualidad.
El Madrid no podía participar con normalidad en una ceremonia que pretendía depreciar su principal activo. Al fin y al cabo, además, la de anoche es solo la culminación de un proceso de pérdida de prestigio del galardón, que se empieza a poner en tela de juicio en el triunfo de Owen sobre Raúl, en los albores del siglo. Y que tiene su antecedente más inmediato en la entrega del premio a un Messi semirretirado por lanzar certeramente una serie de penaltis en un Mundial diseñado a su medida.
"Vamos a tener que enseñarle a la UEFA quién es el Real Madrid", anunció de manera célebre Florentino Pérez antes de empezar a adjudicarse Champions sin mesura. Esta vez no ha hecho falta anunciar nada. Ha sido política de hechos consumados.
El Balón de Oro ya sabe quién es el Real Madrid.