Recuerdo la última vez que entrevisté a Errejón. Me habló de Autobiografía de Federico Sánchez, el libro donde Jorge Semprún, que acabó de ministro del PSOE, contaba el canibalismo que padeció en el Partido Comunista. Carrillo se lo cargó.
Cuando leyó a Semprún, Errejón quedó impactado y, a esas alturas de la película, cuando todos sabíamos en qué había consistido Podemos, no le importaba reconocerlo: las cuchilladas en el terreno fertilizado el 15-M eran mucho mayores que en cualquier otro "espacio".
Como ocurría en aquellos años negros relatados por Semprún, todos daban puñaladas, pero siempre había uno que conseguía aparecerse ante los medios como la víctima. Como alguien que actúa en legítima defensa. Errejón le ganó a Iglesias esa partida. Como los republicanos en el 36, perdió la guerra, pero ganó el relato para siempre.
A la mayoría nos ocurría. Veíamos a Errejón como el intelectual que padecía las puñaladas de su jefe.
Fuera de ese "espacio" (esta es la palabra que utilizan quienes han pasado por Podemos para referirse a lo que anida a la izquierda del PSOE) no había pablistas y errejonistas. Sólo había cronistas apiadados de Errejón, el pragmático que había dejado de creer en la revolución.
Así se tituló nuestra entrevista: "Hoy creo mucho menos en el mito de la revolución".
Todo esto lo cuento porque, una vez más, la guerra soterrada entre las distintas facciones es clave para entender lo único que política y mediáticamente falta por resolver en este caso.
¿Cómo es posible que las líderes abanderadas del feminismo minimizaran el rumor que les llegó?
¿Cómo es posible que, dentro del partido, se gestara un gabinete de crisis para silenciar a la víctima?
Escribo estas líneas cuando cada una de ellas (Yolanda Díaz, Mónica García, Rita Maestre, Loreto Arenillas) ya ha dado su versión. No cuadran entre ellas.
Es una pelea por la subsistencia. Un banco de peces que boquea fuera del río.
Pese a haber sido víctima de un ajusticiamiento civil similar a los que él mismo auspició, de momento, y salvo que más mujeres vayan a la comisaría, no parece que la inocencia de Errejón en términos penales esté en entredicho. Aunque esto podría cambiar de un segundo para otro.
Los expertos en denuncias de este estilo auguran poco recorrido a la interpuesta por la actriz Elisa Mouliaá.
Vamos, entonces, a lo que sí nos ocupa. Al escándalo que Sumar no logra solventar y que puede acabar consumiendo a la organización entera y sus satélites.
¿Quién lo sabía y por qué se tapó? De las palabras de Tania Sánchez en La Sexta y de los testimonios de varias militantes que decían protegerse de Errejón por estar al tanto de su proceder, podemos concluir que por supuesto que lo sabían. Lo supieron, como tarde, en junio de 2023, un mes antes de las últimas elecciones generales.
Podemos utilizar como prueba el hilo de Twitter que una joven publicó en junio de ese año. En un festival feminista, Errejón la había acosado. La había agarrado por la cintura y le había tocado el culo con insistencia.
Ese hilo corrió como la pólvora en las redacciones y en los grupos parlamentarios. Llegó a manos (ellas lo han admitido) de Yolanda Díaz y Mónica García. Lo supieron, pero le quitaron importancia. Ni siquiera le preguntaron a él directamente.
El hilo de la víctima aportaba otra información clave. Una dirigente de Más Madrid (hoy forzada a dimitir por ello) presionó a la chica hasta hacerle borrar su testimonio. La estrategia era más o menos esta: "hermana, si denuncias, el escarnio público acabará con el proyecto feminista que va a transformar la sociedad, nos lo jugamos todo en las elecciones de dentro de un mes".
Y la chica calló.
De momento, ya tenemos a una diputada de Más Madrid, de nombre Loreto Arenillas, montando un gabinete de crisis para frenar el caso Errejón. Esa diputada está encuadrada en una estructura dirigida por la hoy ministra Mónica García.
La ministra conoció el testimonio de la víctima. Y si no estuvo al tanto de los manejos de su subordinada para hacerla callar, cometió no sólo una, sino dos negligencias. El enredo es doble porque Loreto Arenillas asegura que hizo sus gestiones con la connivencia de la organización. En la organización niegan la mayor y reiteran que Arenillas actuó por su cuenta.
Mónica García no levantó la voz y hoy podemos testar su arrepentimiento en las palabras que ha pronunciado habiendo dimitido ya Errejón. "Desgraciadamente, no hemos sabido hacer lo suficiente".
Es verdad que no hicieron, pero es mentira que el primer suceso de este tipo en trascender a la esfera pública no tuviera repercusión en el seno de Más Madrid. Ya desde hace tiempo, me cuentan varios dirigentes de la marca, tanto Mónica García como Rita Maestre habían roto su cordialidad con Errejón. No se miraban, no hablaban en privado y les incomodaba compartir actos públicos.
"La ética de los cuidados", el "feminismo" que preconizaban, no encajaba con ese hombre cuya cara oculta había comenzado a aflorar. Pero reaccionaron conspirando, marcando distancias, sin intentar empujarlo a la dimisión.
El miedo a perder la guerra en el proyecto propio. El miedo a quedarse fuera. El miedo a hundirse en las generales.
Estos partidos (¡el libro de Semprún!) siempre combaten dos veces. Primero tienen que ganarse entre ellos, a la sombra, en la traición. Y luego ganar a los demás.
Antes de aquellas elecciones, el equilibrio era muy complicado. Había que "sumar" todo lo que estaba a la izquierda del PSOE, sin Podemos debido al escándalo del "sólo sí es sí". Lo consiguieron, cada uno defendiendo su parcela, sin investigar la denuncia en Twitter de aquella chica.
Errejón había dejado Más Madrid (fundó esas siglas con Manuela Carmena) y, ansioso de volver a la política nacional, había estrenado Más País, que acabaría por integrarse en Sumar. En una maniobra que dominaba a la perfección, se alejó de Rita y de Mónica cuando no las necesitó y se arrimó a Yolanda, liderazgo emergente donde podía encontrar una nueva oportunidad. Y la encontró.
Nos topamos aquí con el segundo gran encubrimiento, el de Yolanda Díaz. Hemos contado en el periódico que la vicepresidenta pidió a Errejón que se alejara de las drogas y de su vida disoluta cuando lo nombró portavoz parlamentario.
Pero, al parecer, nada le dijo de las chicas.
En su rueda de prensa, Yolanda Díaz confirmó que sabía que Errejón "iba a terapia" cuando lo nombró portavoz, pero resbaló al no especificar cuál era, a grandes rasgos y sin vulnerar la privacidad del dimitido, el objetivo de esa terapia. Porque, si era adicto al sexo, si había presuntamente acosado a una chica hacía un año, ¿no había motivos para sospechar?
¿Por qué lo eligió portavoz? Nos quedamos con las palabras de Tania Sánchez, expareja de Pablo Iglesias que acabó en Sumar, política certera y, ya fuera de circulación, sobre todo honesta. Dijo lo que no se atreverá a decir la vicepresidenta del Gobierno: eran sólo rumores y se prefirió mantener vivo a "un gran valor político" como Errejón.
Había que sacar adelante las elecciones. La realpolitik por encima del feminismo.
El ministro Urtasun, el más ajeno a los círculos donde se movía toda esta gente, fue el encargado de dar una primera rueda de prensa para pedir perdón por no haberlo sabido "detectar a tiempo" y anunciar un curso antimachista para los cargos de Sumar.
Las fechas resultan atronadoras. La víctima del festival publicó su testimonio en junio de 2023. Yolanda Díaz eligió portavoz en el Congreso a Errejón en enero de 2024. Aquella decisión de la vicepresidenta, me cuentan en Más Madrid, provocó una tremenda estupefacción en gente como Mónica García y Rita Maestre.
"Fue asombroso. No podíamos creerlo. ¿En serio había nombrado portavoz a Errejón? Ahí nos dimos cuenta de que, si esto estallaba, tendríamos un problema gordísimo".
Y ese problema, que puede acabar con Sumar, ya ha llegado. El partido autoproclamado más feminista del Parlamento reconociendo que silenció, por quitarle importancia, un caso de presunto acoso.
Y todo esto, siendo exquisitos en cuanto a lo que conocían y a lo que no. Estamos siendo, quizá para algunos lectores, ingenuos con la acusación. Teniendo en cuenta la endogamia que caracteriza estos movimientos políticos, podría concluirse que conocían más casos, no sólo el de la chica de Castellón. Pero no existen pruebas para afirmarlo categóricamente.
Sólo hay un factor humano que explica la conducta de Mónica García y Yolanda Díaz, las dos principales encubridoras de Errejón desde que saltó el escándalo: no quisieron que una guerra interna les dejara sin su cuota de poder. No quisieron que una disputa las sacara de la ecuación. La oportunidad de gobernar estaba al alcance de la mano.
La explicación al caso Errejón (al encubrimiento y a sus actuales consecuencias de demolición) estaba escrita en Autobiografía de Federico Sánchez.
La historia, dijo Marx, siempre se repite como farsa.